Tenía en su alacena una frasca vacía desde hacía tiempo, tanto, que no recordaba cuando fue la última vez que la vio llena y ni siquiera que estaba allí.
En su tiempo la había llenado de suspiros, de sueños, de nubes de verano, de sonrisas y guiños, de besos, de espuma mar.
Y sin saberlo ni esperarlo un día se volvió a llenar, poco a poco, con algo de música, susurros de un parque, sueños de verano...
Pero se le olvidó cerrarla y una noche, todo lo que contenía se desparramó por las escaleras y bajo el filo de su puerta se perdieron.
Fue entonces cuando se dió cuenta de cuan vacía estaba la frasca, de lo que extrañaba su contenido, de lo difícil que resultaba atrapar todos esos momentos para volver a llenarla.
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