lunes, diciembre 23, 2013

La cajita

Encendió la lamparita de aquella mesita redonda, una luz cálida inundó su pequeña estancia.
Miró las paredes de color amarillo, ya habían perdido el brillo de antaño, diez años hacía que por primera vez cruzó el umbral de esa casa.

Las paredes, mudas, a veces parecia que le sonreían,  sin embargo, ella sabia que no era así, que simplemente eran testigos del paso del tiempo, que en su interior guardaban las sonrisas, los sueños , los gemidos y las ilusiones que un tiempo atrás se dibujaban en su cara, en su piel y que ella, a su vez, había dibujado en  una cara ,en una piel, la misma que tras esa puerta había dicho adios.

Junto a la cajita de madera, como si fuesen dos bailarines de vals, una copa de vino proyectaba una sombra carmesí sobre la mesita. Ella tomó la copa, como lo haría con un bebe que coges de su cuna, y dejó que el calor del vino inundara su boca. Por un momento quiso que esa dulce sensación traspasara cada poro de piel, que le llenara la cabeza ahogando todos los pensamientos, de tal manera que estos solo flotasen inertes en un mar rojo.

Despacio acarició la cajita, con un suave click giró la llave, el resorte cedió y el muelle alzó la tapita.

En su interior mil pedazitos de un corazón roto yacían dormidos, ella acarició uno a uno, con la yema de sus dedos, suavemente, casi sin llegar a tocarlos, como si temiera que fueran a convertirse en polvo.

Con cada toque, un rio de recuerdos recorria una autopista de sensaciones, proyectando en su retina imágenes añejas que incluso sin ser de papel ya amarilleaban como las viejas fotografías.

Había ciudades lejanas con aires de Oriente, sudores tropicales con ritmos Africanos, mariposas en forma de besos que rozaban sus labios el tiempo suficiente para sentirlos, pero no tanto como para que anidaran en ellos. Miradas de ojos alegres, que chisporroteaban como el fuego de una chimenea.

Había sábanas blancas que envolvián cuerpos enredados en lascivos besos de sudor, en jeroglificos de brazos y piernas, donde el humo de un cigarillo pone un punto y seguido, donde alguien desnudo dispara una foto.

Había una colección de días sin voz, sin luz, simples tachaduras en un calendario. Y había una colección de días envueltos en cintas de colores, donde desparramados entre hojas se garabatean  un "boom" "boom", latidos de corazones que laten al unísono.

Había pedacitos con sonrisas de niño, con juegos, con saltos en la cama, con manchas de tinta en los dedos.

Todo esto y más, había en aquellos mil pedazos de un corazón roto, a los que ella no quería despertar.

Cuando al fin, la copa se quedó vacía, ella cerró la cajita, una lágrima y sólo una,  recorrió su mejilla, saltó al vacío y se perdio entre los poros de la madera de su cajita.

Apagó la luz, desnuda se metió en la cama sintiendo el frio de aquel invierno pegado al edredón.

Cerró los ojos y se durmió.

NOCHEBUENA


23 de Diciembre.

En una casa pequeña del centro de  Madrid, dos hermanas están sentadas a la mesa, las arrugas y su pelo gris marcan el largo camino de su vida.
Sobre una pequeña hoja escriben el menú para la cena de Nochebuena.

- ¿ Invitaremos a un indigente, no? - le pregunta una a la otra.
- Si, como todos los años, si quieres este año lo elijo yo - le contesta dulcemente.

Su hermana asiente, mientras le indica: "si tu lo elijes, yo preparo la cena".
Sonríen mientras lo piensan.

Todo está dispuesta, tres cubiertos, en una mesa de madera vestida con el mejor mantel que tienen.
El mendigo mira incrédulo a sus anfitrionas, mientras ellas terminan de decorar la mesa.

Aún no se cree la suerte que tiene, dos ancianitas que le invitan a cenar al abrigo de una  noche fría y lluviosa. Sus ojos recorren el enorme salón de esa vieja casa, sobre un arcón hay una bandeja de plata con un juego de té.

Brilla, como los ojos del indigente al pensar cuanto le podrían dar por ella.

- "Puedes cenar lo que quieras, y si lo decides, te hemos preparado una habitación, para que puedas dormir caliente"

El mendigo sonrie enseñando los huecos que ha dejado una dentadura perdida ya hace tiempo.

En la cocina una de las hermanas sirve un consomé caliente, la otra mira desde atrás y le pregunta: "¿Ya está listo el consome? recuerda que debes poner la cantidad justa, acuerdate lo que nos pasó el año pasado..." La otra la mira molesta, y le señala el plato que debe poner al invitado.

Ha sido una cena perfecta, cansados todos se retiran a sus habitaciones. El mendigo se pone un pijama antiguo que le han prestado, escucha como las hermanas apagan la luz, él permance despierto aunque siente que el sueño se va apoderando de su cuerpo.

Va a la cocina, abre un cajón y acaricia con su mano el mango de un cuchillo, sus dedos se cierran e intenta aguantar el peso del mismo , sin embargo el cansancio le vence, "puede esperar, estoy muy cansado, mi estómago no está acostumbrado a tanta cena, mejor será que duerma un poco, ya tendré tiempo para..."

A la mañana siguiente las hermanitas abren la puerta de la habitación, el mendigo está tumbado en la cama, parece dormido.

- Bueno, una Nochebuena  más, seguro que estará mejor en el cielo que en la calle.
- Seguro - le contesta -  ahora vendrá nuestro sobrino, dejémos que él se encargue.
- A ver si este año no se enfanda tanto como el pasado, ¿desayunamos, hermana?
- Si, un vasito de leche caliente me vendrá genial - le contesta cerrando la puerta de la habitación.




Ya tengo los primeros comentarios/críticas al libro "RAICES AL VIENTO".

Os agradezco vuestras palabras y que estas sean tan positivas. 

*** Reseña del libro ***

http://www.cursoscoachingmadrid.es/index.php/blog

*** MARCOS***

Yo no tengo tanta facilidad para ecribir como los comentarios que aquí se recogen, pero cayó en mis manos tu libro y sólo decirte que me ha encantado. Como te comentan es una historia que te atrapa y te identificas con muchas cosas que suceden, Me gusta como describes los parajes, el paisaje de madrid, y como son los personajes de tu libro, sobre todo el prota y la enfermera.
Felicidades, espero que sigas escribiendo.

*** ELENA***

Acabo de terminar el libro, me ha dado pena hacerlo por lo que me estaba gustando. Es de esos libros que no sólo cuentan historias, también te hace pensar, te sumerge, te atrapa, no ya por lo que va sucediendo, sino por las emociones que me provoca, las emociones de los personajes. Aunque a veces pueda parecer triste, es un canto a la vida. Mi más sincera enhorabuena.

*** PAM ***

"Raíces al Viento", me parece que es una historia maravillosa, muy real, que deja ver entre lineas la realidad misma de cada uno de sus personajes.
 Queda de manifiesto que te encanta escribir y que eres muy bueno en lo que haces, he reído, llorado y me he sentido muy tocada por cada uno los personajes desde que comencé su lectura hasta que termine. 
Raíces al Viento te atrapa de tal forma que duele tener que dejar su lectura para continuar tu propia vida, es entretenida, real, contemporánea y sobre todo tiene ese toque tan especial que es muy tuyo.
Tiene tu firma en cada una de las expresiones, tanto que el lector que no te conoce podría llegar a pensar que quizás uno de los protagonistas podrías ser  tu, como en las películas donde su director de forma fugaz aparece en alguna de sus escenas, en algunas de las historias se ve reflejada una cuota de tu imaginación desenfadada que a veces puede estar en el  extremo de todo.


***BELÉN***
Es un libro lleno de sentimiento, en el más amplio sentido de la palabra. 
 Desde el primer momento engancha. Me ha gustado mucho que relates la historia desde el punto de vista del protagonista y su mujer. Alternándolo, es muy interesante descubrir cómo van viendo y sintiendo todo los dos. 
Aunque a mi me ha costado comprender a Lucía. Es muy tuyo que el libro esté lleno de "poesía" con esos relatos-cuentos que transmiten tantos sentimientos y enseñanzas. Especialmente me gustó mucho el cuento a las niñas (algo largo quizá). 

Queda abierto a una segunda parte que estoy deseando leer o...¿eso lo dejas a nuestra imaginación?
 Espero que no, no por falta de imaginación, si no porque lo haces muy bien y sería una lástima no poder disfrutar de su lectura. Desde aqui te animo a que sigas escribiendo. Siempre lo he pensado y te lo he dicho "TU PUEDES, TU VALES". Tienes un talento que sería genial que siguieras aprovechando ahora que has cogido carrerilla.

*** CHARO *** 

Gracias Nicolás, porque con tu libro has despertado en esta humilde lectora cosas
en mi interior que no sabía que las tenía.Me has ayudado a ver la vida de otra manera.Me has hecho recordar cosas que quería olvidar y estaba equivocada.
Pero sin duda he podido leer esta historia gracias a una nueva amiga que he hecho en el camino."
Tu libro contiene una historia donde el lector se puede hacer tantas preguntas a sí mismo...!!
Que tengas mucho éxito en tu libro y mucha suerte en la vida.


*** J.CARLOS ***

A mi me gustan las novelas históricas, no soy muy seguidor de este tipo de libros, pero cayó en mis manos y me atrapó la historia, se lee fácil y entras en una dicotomía, quieres terminar de leerlo para saber el final, pero a la vez quieres que no se termine... Enhorabuena.

*** GEMA ***


la verdad, es que los comentarios que tienes en tu blog 
coinciden bastante con lo que opino yo.
Tu libro engancha desde el principio.

Todos los personajes me han gustado mucho. A todos les has dado una 
personalidad, diálogo, forma de pensar, ... que se amolda perfectamente al papel que desempeñan.
El jugar con que unas veces es Alberto y otras Lucía los que nos 
van enmarcado la historia, me ha parecido genial.
Yo, personalmente , me quedo con Lucía, la veo una mujer que, 
a pesar de todo, sabe estar en su sitio y sabe hacer las cosas 
con coherencia pero con un toque de cariño. Me ha parecido más 
realista que Alberto.
También con la coleccionista.
Es una dura historia llena de muchísimos sentimientos, 
que lo sabes transmitir muy bien, como en casi todo lo que escribes. 
Llegan de verdad a emocionar, a poder imaginarlos, sentirlos...; 
te hacen reír y LLORAR....
Tus descripciones son tan humanas y sutiles que también tocan la 
fibra sensible. 
Desde la descripción de las paredes del hospital, las calles 
de Madrid, un amanecer...hasta una mirada, el roce de una mano...
Y lo que acontece en la historia se puede extrapolar a cualquier 
acontecimiento de la vida de cualquier humano. Quiero decir, que 
a Alberto le sucede lo que le sucede, pero como tú dices 
"hay veces que la vida te cambia de un soplo" 
y te hace despertar a la realidad, te saca de la cotidianidad, 
de la monotonía, del darle el valor a las cosas que en realidad 
no lo tienen o preferencia a las cosas que deberían ser secundarias..
Los cuentos y las historias que entrelazas también son muy bonitas, llenos, como no, de ternura y sentimientos que hasta nos enseñan cosas de la vida.
En fin, todo en su conjunto te ha quedado fenomenal. La portada con el árbol que ilustra el título, la combinación del blanco y el azul celeste, los títulos de los capítulos.

A pesar de toda la historia con un fondo duro, el final.....ya sabes.
Sólo te digo que tengas cuidado con las segundas partes, porque será difícil que se iguale a la primera.
Es verdad que te quedas con ganas de saber más de los personajes, hasta días después de leerlo, porque ya los haces tuyos.


*** ESME ***

Ya he terminado de leerlo y me ha encantado. Es muy....tú.
 

*** CRISTINA ***

Buenos días me llego tu libro a través de un gran amigo, y he de decirte que has conseguido, en tu primer libro, que me enganche de tal manera que esperaba hasta el mínimo momento para leer, no lo podía dejar, no quería que acabara.
Con tu libro he llorado y he reído, porque has sabido trasmitir todos los sentimientos y emociones de todos sus personajes, en cada momento de la historia que cuenta. 
En resumen, que no me quiero enrollar demasiado, ENHORABUENA por un gran libro en todos los aspectos.
 Para cuando el próximo?? Esperare impaciente....
*** PILAR ***

En primer lugar, felicitarte y darte mi más cordial enhorabuena por este tu primer libro  y  espero no sea el último, sino que sea el comienzo a un nuevo mundo, que te abra las puertas de par en par con los siguientes que escribas porque realmente lo haces muy bien.
 
Desde que lo tuve en  mis manos ya me gustó, la sencillez  de la portada, el formato del libro ,el título es precioso, muy profundo, transmite mucho al lector a simple vista.  
 
Cuando comencé a leerlo me llamó mucho la atención el título de cada capítulo y la relación que tenía con cada uno de ellos.
 
El Cd de música ha sido muy original y le da vida al libro al escucharla.
Me ha encantado ese detalle y ver que te  ha servido de inspiración a lo largo de su elaboración.
 
Decir que ,es un libro que atrapa al lector, desde que comienzas a leerlo no quieres dejar de leer; de hecho, estaba deseando tener un ratito para estar desconectada del mundo solo con el libro en mis manos y yo.
 
A mí personalmente la historia me ha llegado  directa al corazón y al alma..me ha hecho sentir emociones que entremezclan
tristeza ,melancolía ,añoranza ,pasión y a la vez me ha hecho sonreír y llorar…
 
El mensaje que transmite es precioso ..muy emotivo..
 
A veces la vida te cambia en un segundo, como relatas en tu libro ,a veces no sabemos vivirla, a veces aun teniéndolo todo o creer que lo tienes todo no te hace feliz, a veces algo así como lo que le sucede a Alberto y a Lucía hace que te des cuenta de que realmente lo que quieres en tu vida no es lo que tienes ,sino otra vida bien distinta…
 
Y vivirla con intensidad aunque sea demasiado tarde, pero nunca es demasiado tarde para encontrar aquello que no tenías.
 
El libro realmente te hace cuestionarte la vida, hace que veas lo que cambia en un segundo ,hace sentir lo importante que es vivir.
 
El personaje de la coleccionista me ha parecido muy bonito.. (se ha suprimido parte del comentario ya que descubre parte de lo que sucede en el libro ) ...
 
En definitiva ,Nico reflejas a la perfección en tu libro el amor visto desde distintos puntos de vista.
 
Espero que haya una segunda parte; otro libro, porque
cuando terminas de leer “Raíces al Viento”
al lector le pide continuar esa historia.


 *** MARISOL ***
 

Hace unos días que terminé de leer tu libro, pero quería tener tiempo para darte mi opinión sobre él y por eso he esperado a hoy para escribirte. 

Sinceramente te doy mi enhorabuena, tu libro me ha hecho pasar horas muy intensas, de hecho estaba deseando tener un rato para continuar leyendo.
Es un libro cargado de amor, sentimientos, emociones, dolor de lo podría haber hecho mejor, creo que cualquiera que lo lea, en buena medida, se siente identificado con Alberto y con su entorno. 
Desde el punto de vista del lector que no conoce al que escribe es un libro que te hace pensar sobre la vida, sobre tus relaciones, sobre cómo tiene que pasar algo en tu vida para que despiertes y darte cuenta de lo que has vivido, cómo lo has vivido y cómo te hubiera gustado vivirlo, sin embargo cuando has logrado comprender te queda poco tiempo para hacerlo y pero eso no evita que lo hagas porque es así cómo sientes la persona que eres. Nunca es tarde para vivir plenamente.
Desde el punto de vista del lector que conoce al escritor, aunque fugazmente, es un libro en el que has puesto todas tus energías y en el que has sacado sentimientos escondidos que has querido compartir y que han fluido con amor y emociones que estoy segura han hecho resbalar alguna lágrima, porque a mí leerlo me ha puesto lágrimas en los ojos y nudos en la garganta, aunque es cierto que también me ha hecho sonreir y me ha hecho pasar momentos muy agradables.
Me gusta su estructura, cómo habla Lucía y luego Alberto y al revés, se mezclan diferentes posiciones ante un hecho, cómo lo vive uno y cómo lo vive el otro.
En cuanto a la coleccionista es un personaje que me ha gustado mucho.
También me han gustado mucho las frases que encabezan cada capítulo y la relación que tienen con él, ha sido muy acertado.
La portada, el título del libro, tu foto y lo que es el libro en general, es perfecto.

Muchas gracias, porque he disfrutado mucho leyendolo.

Un abrazo.

jueves, diciembre 19, 2013

Que hubiera pasado si...







Su mano temblaba intentado no verter el café sobre el plato. Su marido, sentado, en ojeaba el
periódico deportivo, sin preocuparse lo más mínimo de lo que sucedia a su alrededor.
De vez en cuando emitía un pequeño gruñido, no había dormido bien, y se había levanto con
un humor de perros.

Depositó la taza sobre la mesa, y cuando exhaló un suspiro por no verterlo, su pulgar se enganchó
en el mantel, dió un pequeño tirón, y la taza bailó sobre el plato, jugando con la gravedad, hasta que esta
pudo más y cayó el periódico.

Lanzó un gruñido, que esta vez ella si oyó, mientras su mano impactaba en el rostro de su mujer. Esta,recibió el golpe,  se tambaleó hacia atrás golpeándose contra el frigorífico y cayó al suelo.

"Ni para poner un café sirves" - le dijo, al cerrar la puerta de casa.

Ella se levanto, notaba su mejilla ardiendo y un dolor que subía por el costado, "menos mal que el niño ya está en el cole" pensó. 

No era la primera vez que la pegaba, ni  la primera vez que en sus manos tenía el móvil, había marcado pero al final nunca apretaba el botón de llama,da.

Que hubiera pasado si...

... apretó el botón, su mano temblaba cuando oyó el "Hola, ¿cómo estas?",  balbuceó un "me ha vuelto a pegar". A los pocos minutos su amiga apareció en la puerta, le ayudó a  hacer la maleta, recogieron a su hijo a la salida del colegio,  y después de presentar la oportuna denuncia ya no volvió más a verle.

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Eran las 8.40, en dos minutos el tunel se iluminaría con el ojo del tren. Se había colocado justo en la tercera puerta del cuarto vagón, un ritual que hacía desde cuatro meses, cuando tras varios intentos,
descubrió que ella siempre estaba en ese vagón.
Nunca se sentaba y desde la esquina la observaba. Su pelo negro que cae sobre sus hombros, sus ojos que siempre sonríen, sus labios... Algunas veces sus miradas se cruzan, y él siente que sus piernas flaquean, y nunca ha tenido el valor de dar un paso hacia ella.

Hoy es su último día de trabajo,  su última oportunidad de hablar con ella, de decirle que se ha enamorado, de la forma con la que sostiene el libro, de sus ojos y la suavidad de sus manos.

Le separa de ella cuatro metros y tres estaciones, antes de que tenga que bajarse, pasa el tiempo, cuatro
metros y dos estaciones... cuatro metros y sólo una estación.

Cuando está ya en el último escalón de la puerta del vagón, vuelve su mirada y se encuentra con la de ella, como si de alguna manera ella también se estuviera despidiendo.

Que hubiera pasado si...
Siente que el corazón va a salir de su boca, cuando los metros se acortan, cuando se sienta frente a ella y de sus labiios se desprende un "Hola", ella levanta la vista, cierra el libro de sus manos, y con una sonrisa le dice: "creía que nunca te ibas a atrever..."

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Suena el despertador, otra noche de insomnio, de dar vueltas, de sentirse fracasado.
Cada vez le faltan más las fuerzas para ir a la ducha, para vestirse, para coger el transporte
público, para ir a un trabajo que no es lo que un día pensó, que... al final es un martirio, un sufrimiento.

"Eres afortunado, tal como está ahora el trabajo", "De qué te quejas, con tu trabajo te pagas la casa, y tus gastos", "¿Y vas a dejar tu trabajo, por montar algo? estás loco, tal como estan las cosas, más vale lo seguro", son frases que rebotan en su cabeza, la famila, sus amigos,  y entonces piensa.. entonces le surgen las dudas, le surgen los "y si...", y  se echa para atrás, se olvida de sus sueños...  la vida pasa...

Suena el despertador, otra noche de insomnio.

Que hubiera pasado si...
Suena el despertador, otra noche de insomnio. Pero esta vez la falta de sueño es por otro motivo, Llega al trabajo se sienta, escribe un correo, se levanta y se despide.
Desde aquel día duerme de un tirón y se despierta poco antes de que suene el despertador, con una sonrisa que cruza su cara.
Es el momento de empezar su sueño.

lunes, diciembre 09, 2013

Coincidencias

1ª Coincidencia. Frío.

Bajandel avión, un frío gelido les recibe en Madrid. El violonchelista siente una mano helada que le agarra el pecho hasta penetrar dentro de él.
Los componentes del cuarteto de cuerda corren hasta la sala de aduanas, allí alguien recuerda el calor de su Argentina natal, donde ahora
disfrutan de un cálido verano. "Un tour es un tour" dice el segundo violinista, mientras muestra su pasaporte.

Lejos de allí, en el centro de la capital, las paredes de ladrillo sin proteger hacen de transmisor del frió que llena el pequeño apartamento. Él
se enfunda en un jersey de lana, y aunque este intenta guardar su calor corporal, el frío ya se desliza por sus huesos, pegándose a ellos, como
 un sello lo hace a una carta.

2ª Coincidencia. Resfriado.

En cuanto llegan a la habitación del hotel, pueden quitarse las prendas de abrigo, el violonchelista siente una sensación agradable al verse por fin
libre de su pesado anorak, pide al servicio de cafetería un café caliente, y se tira sobre la cama, dejando que el cansancio corra por las sábanas.
Siente un cosquilleo en la nariz, acompañado por un leve escalofrio, de repente un estornudo estalla de su boca.

Huele a café,  llena su vaso y cierra las manos abarcándolo, dejando que el calor penetre a través de ellas. Los ojos lloroso,s la nariz moqueando.
Como puede se levanta saca un ibuprofeno y se lo traga. "Vaya resfriado me estoy cogiendo" se dice, cuando en su ordenador suena la alerta de un nuevo
mensaje.

3ª Coincidencia. A pesar de todo hay Concierto.

La sala está vacia. Sobre el escenario cuatro músicos afinan sus instrumentos. Los tres violinistas se afanan en sacar el alma musical  a sus violines, tensan el
clavijero, miman el arco como si fuera un bebe, dejando que este acaricie las cuerdas. El violonchelista suda, agarra el mástil con fuerza, por que a pesar de su
resfriado, a pesar de todo, esta noche hay concierto.

Mira el correo, le ha llegado una invitación al Concierto de cuerda en el Círculo de Bellas Artes, es la primera vez que asistiría a un concierto de música clásica,
mira la pantalla, y su dedo se desliza sobre las teclas, acaricia la tecla "Intro", a pesaar de estar casi sin fuerzas, a pesar de todo, presiona la tecla, mañana irá
al Concierto.

4ª Coincidencia. Malas sensaciones.

Quedan pocas horas, El violonchelista mira a sus compañeros, no se encuentra bien ha estornudado varias veces, y tiene una rara sensación en el estómago.
Sus compañeros le dan ánimo mientras niegan con la cabeza, "no podemos suspender el concierto, esas sensaciones son supersticiones tontas, venga, todo saldrá
como siempre perfecto", sin embargo esa extraña sensación no se va.

Se viste con su traje, informal, pero la ocasión lo requiere, entra en la cocina y cuando se va a poner un vaso de agua golpea accidentalmente el salero que cae al suelo
haciéndose añicos. "¡Ufs! eso es señal de mala suerte", se dice mientras barre los restos. Una extraña sensación se va adueñando de él.

5ª Coincidencia. Cambio de sitio

Es la última prueba, los músicos se sientan en sus sillas, sacan sus instrumentos y tocan brevemente, todo parece perfecto, pero llega técnico de sonido y pide que se cambien de lugar
"si el violenchelista se pone el primero más cercano a las butacas, el sonido es perfecto". Nadie pone pegas, Se cambia de sitio.

LLega al Círculo de Bellas Artes, ya hay gente entrando, entrega su invitación, y busca un asiento, la sale está llena,  no le gusta estar en las primeras filas, y opta por sentarse en un lateral, pero cuando se  quitando el abrigo, llega una señorita que le indica si no le importa dejar esos asientos libres ya que hay una pareja de ancianos que no encuentran dos asientos contiguos,
además hay uno en primera fila desde donde podrá verlo mucho mejor.  Mira a los ancianos y a pesar de que no le atrae la idea, se cambia de sitio.

6ª Final

El concierto ha comenzado, las luces han bajado de intensidad, la música llena la sala, el violonchelista toca con pasión.
En la primera fila él se deja llevar por la fuerza del adagio, cierra los ojos mientras la música le invade.
El violonchelista siente un cosquilleo en la nariz, intenta reprimirlo, pero es inutil tensa el arco para la última nota, en el justo momento que un estornudo sale de su boca, el arco
se engancha en la cuerda y sale despedido como si fuera una flecha, el violonchelista mira el vuelo del arco, "maldición" se dice, "esa rara sensación en el estómago..."

El chico en la primera fila abre los ojos, y de repente una imagen aparece en su mente mientras el arco atraviesa su pecho.

Lo último que vió fue el salero hecho añicos en el suelo  y  una voz que le susurra "... que se caiga la sal trae mala suerte..."

viernes, noviembre 22, 2013

Sin sueños

Se sentó delante de aquel hombre que lucía una bata blanca inmacualda. Le miró a sus ojos y le dijo: "señor estoy enfermo, no tengo sueños".
El hombre de la bata blanca, sonrío, dejando ver unos dientes tan blancos como su bata, "no se preocupe, soy el mejor doctor de la ciudad, le prometo que volverá a tener sueños".

Aquello fue le principio de un camino largo y tortuoso, le pincharon, le hicierón tomar pastilas de cien colores diferentes incluso llegaron a raparle la cabeza entera, le pusieron unas ventosas y sintió como aquella descarga eléctrica recorria su cabeza.

Pero seguía sin sueños.

El doctor cuya bata empezaba a amarillear, tuvo que reconocer que no sabía como tratarlo. Escribió una carta muy larga que firmó y selló, para que fuera a la capital.

Allí le recibieron no uno si cuatro hombres con batas aún más blancas, allí recorrió un camino más largo y más tortuoso y allí siguió sin sueños.
Los cuatro hombres de las batas más blancas se reunieron, ellos no podían reconocer que no sabían cómo curarle, por lo que solucionaron declararle loco.
Escribieron una carta corta y escueta, "está loco, su lugar está entre ellos" rezaba la misiva.

Esta vez no tuvo que ir a ningún sitio, vinieron a recogerle unos hombres de batas azules, le llevaron a un edificio gris, con rejas en las ventanas y puertas cerradas.

Cuando entró, dijo "estoy enfermo, no tengo sueños" y los habitantes de aquel edificio le enseñaron a volver a soñar.

Raices al Viento - Capítulo 1

Os dejo el primer capítulo de "Raices al Viento" si no quieres leerlo aquí puedes descargártelo en este enlace: Raices al Viento Capítulo 1  (PDF 441Kb)

para leer el resto... ya sabéis a adquirir el libro.



COMO SI LA VIDA ENTERA DEPENDIESE DE LOS PASOS QUE HAY ENTRE LA SILLA Y LA PUERTA DEL DESPACHO DEL DOCTOR
Estoy en la sala de espera del centro médico, las paredes de un blanco ya envejecido por los años, no logran distraer el olor tan peculiar de los hospitales.
He venido solo, nadie sabe que estoy aquí,  ¿por qué?, quizás ni yo mismo sepa responder a esa pregunta, miro al resto de los pacientes, leo sus miradas pérdidas, algunas carentes de esperanza, otras reflejan la incertidumbre como la de aquellos estudiantes universitarios que esperan que cuelguen los resultados de sus exámenes, aprobado o suspenso, pero aquí es vida o muerte.

Debería presentarme, me llamo Alberto, tengo 43 años, una buena edad dicen algunos,  aunque yo me quedaría en los treinta y tantos. Ciertamente, y os lo digo de forma confidencial, dudé como vestirme para venir a la consulta, parece absurdo, si, ¡qué más dará lo que uno se vaya a poner a la hora de ir al médico!, sin embargo yo saqué tres pantalones, dos camisas, antes de decidirme, como si tuviera una cita, Al final elegí un pantalón negro, una camisa blanca y una chaqueta de sport. Tengo una pequeña empresa de diseño de interiores,  aunque ahora con la crisis no va muy boyante,  pero intento resistir haciendo pequeñas chapuzas y obras.  

Cuando uno está aquí sentando parece que es momento de hacer un balance de la vida, no sé si os habrá pasado a vosotros,  la verdad es que no puedo quejarme, estoy casado con Lucía y tenemos dos  hijas  Sara de 8 años y Cristina de 12. 

Sin embargo siento que me falta algo, quizás haya sido siempre así, mi vida con Lucía se ha vuelto como esos ríos que bajan de aguas mansas sin turbulencias, hace años cuando nos conocimos,  éramos un torrente, todo pasión,  no nos importaba nada, solíamos  coger la mochila, improvisar y lanzarnos un fin de semana a la aventura. Recuerdo con nostalgia aquellos días, quizás sean fruto de la juventud, cuando crees que puedes comerte el mundo.

 Luego llegan las preocupaciones, las responsabilidades y cuando quieres darte cuenta tu vida va pasando entre hipotecas, pañales y recibos. No digo que eso no sea la felicidad,  pero siento que la rutina me ha cogido con sus largos brazos, y la vida se va yendo por el sumidero lentamente.

Tengo un amigo Carlos, le conocí en la universidad, tres años menor que yo, compañero de fatigas, él acabo la carrera, ahora es diseñador industrial, yo tuve que dejarla, un cáncer se llevó a mi padre, y tuve que hacerme cargo de su pequeño negocio. Ese que yo odiaba tanto y que al final hubo que cerrar. No me arrepiento, a pesar de que mi padre fuera uno de aquellos chapados a la antigua, de los que pensaban que mano dura era la mejor forma de educar, y que cualquier muestra de cariño era una muestra de debilidad.

Carlos es el tipo que todos quisiéramos ser, independiente, libre, deportista, el clásico ligón que cuando llega a cualquier sitio, y se baja de la moto y se quita el casco sabes que todas las miradas son para él. Sin embargo tras unas cuantas cervezas, me confía que en realidad envidia mi vida, que a él le encantaría tener a alguien a quien esperar y  quien le espere, que ya esa vida de “picaflor” pasó y se siente realmente cansado.

Lo mejor de todo es que cuando se le pasa el efecto del alcohol, ya no se acuerda y vuelve a ser el mismo de siempre, aunque es cierto que lleva unos meses que no me cuenta nada de sus aventuras y le noto cambiado, cualquiera que le viera diría que se ha  enamorado.

Miró el reloj, ya han pasado 20 minutos desde la hora en la que debería haber entrado, intento no pensar en ello, esos dolores de cabeza y aquel mareo, estoy convencido de que es causa del estrés, llevo meses intentando cuadrar cuentas, sacar obras con las que pueda mantener a la plantilla e intentar llegar a casa y que no lo noten. No es que no tenga confianza en Lucía, pero para que preocuparla, bastante tiene ella que dejó su trabajo de abogada cuando se quedó embarazada de Cristina, luego entre unas cosas y otras y como el negocio iba bien se dedicó a la niña, hasta que volvió a quedarse embarazada de Sara. Sin embargo tengo la sensación de que a pesar de  lo que quiere a sus hijas echa de menos ejercer, estar al pie del cañón, y no se lo reprocho, yo no podría estar sin trabajar, aunque gozase de una buena y confortable vida.

La puerta del doctor se abre, sale la enfermera, mira su lista:
-        
- - Alberto Tejada.

-     -  Sí, soy yo.

Tardo unos instantes en levantarme, lo justo para sentir un vacío en el estómago, como si mi vida entera dependiese de los pasos que hay entre la silla y la puerta del despacho del doctor.

Tengo ganas de echar a correr, de ignorar el resultado de las pruebas, quizás viviendo en la ignorancia sea feliz,  pero mis piernas me arrastran decididas a no dar marcha atrás.

El doctor se levanta, lo miro fijamente intentado descubrir cualquier atisbo en su rostro, pero él sonríe afectuosamente y me tiende la mano.

-      -  Alberto, siéntese por favor.

-      -  Gracias doctor- le contesto.

Baja la vista y abre la carpeta donde  se encuentra mi historial médico.

-     -   Bueno aquí tengo las radiografías que le realizamos a raíz de esos dolores de cabeza. ¿Cómo se ha sentido estos días?

-      -  Bien, ya sabe, los nervios del trabajo, el estrés, he sufrido algún pequeño dolor, pero nada que un ibuprofeno no solucionase.

-      -  ¿Y los mareos?, ¿Ha tenido alguno más?

-       - No, exceptuando el último, no he tenido más.

-      -  Muy bien Alberto. – me dice mientras se levanta y coloca la radiografía en el negatoscopio – ¿ha venido solo?


-       - Si he venido solo…. – mis piernas tiemblan, ¿qué clase de pregunta es esa?, ¿necesitaba que alguien me acompañara?, empiezo a pensar que no voy a tener buenas noticias, miro a la enfermera y esta me sonríe, pero ya no sé si su sonrisa es natural o simplemente se está compadeciendo de mí.

-     -   Por favor Alberto, acérquese.

Me cuesta levantarme, noto la boca seca, y en mi mente empiezan a aparecer un sinfín de enfermedades extrañas que seguramente tendré.

-       - Bien, ante  todo voy a explicarle lo que hemos encontrado, en sus radiografías, como verá aquí hay una mancha blanca de unos milímetros  de grosor.

Se me nubla la vista, para mi todos son manchas blancas.

-       - ¿Me está diciendo que tengo un tumor? – mis palabras se resbalan de mi boca y se estrellan en mis oídos, como si no hubiera sido yo el que las hubiera pronunciado.

-       - Ya que has sido tan directo Alberto, sí, así es, un tumor…

Siento que el mundo se derrumba bajo mis pies, el doctor sigue hablándome, pero en mi cabeza sólo oigo el eco de una palabra TUMOR CEREBRAL.

-      -  ¿Alberto? ¿me está escuchando lo que le digo?

-      -  Si… esto... perdone doctor, ¿me decía?

-       Es un análisis prematuro, evidentemente hay una masa en su cerebro, pero ante todo hay que hacer las pruebas pertinentes para determinar de qué tipo y en su caso de que grado es, a veces incluso las radiografías pueden mostrarnos elementos que luego no son, por lo que me gustaría hacerle una tomografía y si esta confirma lo que vemos aquí procederíamos a hacerle una biopsia.

-      -  Ya… ¿y para cuándo?

-    -  No podemos dejar pasar mucho tiempo, lo mejor es actuar rápidamente, me he adelantado y he solicitado las pruebas para pasado mañana, hay que ser lo más rápidos posibles en estos casos.

-      -  ¿Quiere decir que me van a ingresar?

-      -  No hará falta, se utilizará un medio de contraste, con que no tome ningún alimento ni beba las 6 horas antes de realizarlo bastará.

-      -  ¿Y… en el peor de los casos…?

-     -   No nos adelantemos a los acontecimientos, sobre todo es mejor tener un ánimo positivo, en estos casos hay un alto porcentaje de que sea un tumor benigno, con lo cual se le extirparía.
Le voy a dar cita para la tomografía, vamos a ver pasado mañana es…

-      -  Trece, miércoles- le contesta rauda la enfermera.

-      -  Gracias, miércoles 13, a las 11.30 en el Hospital de la Princesa, ¿lo conoce?

-     -   Si, es el que está entre las calles de Diego de León y Conde de Peñalver ¿no?

-     -  Exacto, recuerde, ha de estar sin comer ni beber al menos 6 horas antes, por favor no tome nada de desayunar, ¿ha tenido alguna vez alguna reacción al medio de contraste, si es que se lo ha hecho anteriormente?

-      -  No, esta sería mi primera vez, pero hasta donde yo sé no tengo alergia ninguna.

-      -  Bien, aún así dígaselo a la enferma cuando llegue. En cuanto tenga los resultados de la tomografía le citaré y ya adoptaremos las medidas oportunas, por ahora intente no darle muchas vueltas ¿vale?

-      -  Si doctor, - le mentí. ¿Cómo no iba a darle vueltas? Me acaba de decir que lo más probable es que tenga un tumor cerebral y no voy a darle vueltas, ¿está loco?. Está claro que no es a él a quien acaban de diagnosticarle un tumor cerebral.

La enfermera me abre la puerta y me sonríe, de nuevo aquella sonrisa, me pregunto si será la misma para todos, o quizás tenga varias, si uno no tiene nada grave una ligera sonrisa, si la cosa se agrava la sonrisa se hace más efectiva,  y si como es mi caso ya es el sumun una amplia sonrisa, ¡joder!  ya puestos para una sentencia como la mía al menos que enseñe las tetas.

De pronto empiezo a reír, imaginándome la secuencia, tiene usted un tumor cerebral y la enfermera solícita y presta se abre la camisa y enseña sus dos majestuosas tetas, mientras el doctor sonríe y aclara – “y no son implantes, no se vaya a creer, aquí todo natural “.

El resto de pacientes me miran sorprendidos, mientras yo no puedo parar de reír.

-     -   Vaya que buena noticia le han debido de dar – me dice uno de ellos.

-       - Si, la mejor – le respondo sin dejar de reír.

Salgo a la calle, un aire frío me sacude devolviéndome a la realidad, la imagen de la enfermera se desvanece, el shock del primer impacto se pierde y se apodera de mí la extraña sensación de estar al borde del precipicio.

Entro en el bar más próximo, huele a cerveza y madera, me acerco a la barra, el camarero un tipo entrado en años y en carnes lava un vaso con desgana, me mira, deja el vaso a medio lavar y mientras se seca las manos en un paño, se acerca.

-      - Hola, póngame un vino, por favor.

-       - ¿Blanco o tinto?

-       - Tinto.

-       - ¿De la casa o prefiere un rioja?

- Por dios, una pregunta más y soy capaz de saltar la barra y ponérmelo yo mismo.
-       Un rioja…

-       - ¿Algo para picar?

-       - ¡No, sólo el vino, por favor! – le digo harto de tanta pregunta.

Al final me pone un chato de vino junto a un platito de aceitunas, me mira de soslayo y vuelve a por el vaso a medio lavar.

Recojo el vino, dejo las aceitunas, que seguramente serán puestas a otro, y me siento en una de las mesas. Levanto la vista, en el televisor gesticula el presentador del “Sálvame”, gracias a Dios tienen el volumen bajado. Apuro el vino de un trago, y con la vista le hago una indicación de que me ponga otro.
Junto los dos vasos, uno lleno otro vacío, y no puedo evitar hacer el símil, me siento como ese vaso vacío, y un miedo que crece desde las uñas de mis pies se va apoderando de mí, atenazándose en el estómago hasta subir a la garganta.

-“Voy a morir” – me digo, y es la primera vez en la vida que tengo la certeza de que todo puede acabar. 

Recuerdo cuando murió mi padre, lo más doloroso fue la sensación de que ya nunca más vas a volver a verle, no es como cuando vives en otra ciudad, que aunque no le ves sabes que está ahí, es algo muy diferente, un día está y al otro no, pero  ya nunca más estará, ni su voz, ni su presencia y te deja un agujero, un hueco que sólo el tener que seguir viviendo lo maquilla.

Pienso en mis hijas, en Sara y Cristina, ya no las veré crecer, ni podré cabrearme cuando lleguen con el corazón roto por el primer imbécil que las deje. No podré disfrutar de las navidades todos juntos abriendo los regalos, ni cuando Sara busque debajo de la almohada lo que le deje el ratoncito Pérez.

Intento no llorar, acabo el vino y me pido otro, el camarero me mira pero no dice nada mientras deja el vaso, ya sin tapa. Pienso en Lucía, aún es joven y guapa, quizás encuentre a alguien y se vuelva a enamorar,  y yo al final sea sólo un recuerdo, un álbum de fotos, alguien en quien pensar muy de vez en cuando.

Como se lo voy a decir, como puedo llegar a casa y soltárselo a bocajarro, ya no puedo ocultar que he ido al médico, tengo que pensar en arreglar todos los papeles, saco el móvil y pongo una alarma “sacar el seguro de vida, y ver los papeles de Santa Lucía”. Tengo claro una cosa, y es que quiero que me incineren, después de que si hay algún órgano aprovechable lo cojan y busco la tarjeta de donante en mi cartera.

“Bueno” – me digo,-“al final podré cumplir lo que siempre decía de que quería una fiesta nada de velatorio, una fiesta, música y bebida, podré hacer algún cd, un recopilatorio de la banda sonora de mi vida” y sonrío.

Miro el reloj, se hace tarde y debo regresar a casa, aún no sé cómo encararlo, quizás me esté precipitando y lleve razón el doctor y sólo sea un tumor benigno, una operación, una cicatriz de la que presumir y ya está… pero…  y si no lo es…

Dejo un billete de cinco euros sobre la barra, me ajusto la chaqueta y salgo a la calle, el cielo se ha cubierto de nubes, cae la tarde sobre Madrid, la gente tiene prisa por volver a casa, hace frío, y de pronto me siento un extraño, como si aquellas calles no fueran mis calles, como si aquella ciudad no fuera mi Madrid,  aun así decido volver andando, mientras pienso en cómo voy a decírselo a Lucía. Sin embargo retraso el paso, como si no quisiera llegar nunca a casa, y al pasar frente al parque del Retiro, entro, hacía años que no paseaba por él, escucho el aire corretear entre las hojas, e inspiro el aroma a hierba.

- ¡Qué tonto he sido! – me digo. 

He pasado casi todos los años de mi vida corriendo tras metas intentando alcanzar el futuro. Cuando joven quería tener más años para poder salir con mis amigos, deseaba alcanzar los 18, el carnet de conducir, no tener que dar explicaciones, y llegan los veinte años y quieres comerte el mundo, la vida universitaria, las chicas y sigues queriendo correr, porque las chicas que te gustan sólo tienen ojos para los tíos mayores y cuando quieres darte cuenta entras en la treintena, con algo de suerte quizás tengas a alguien al lado a quien querer que te acompañe en ese camino.

Y la vida te devora, sin pensarlo, dejas de hacer aquellas pequeñas cosas que te reportaban esos trocitos de felicidad, echas horas en el trabajo porque tienes miedo a perderlo, porque deseas un nuevo coche, o un nuevo televisor, aunque con el que tienes te podría valer. 
Y ahora cuando la vida te pone ante el precipicio es cuando esas pequeñas cosas que dejaste de lado, adquieren todo su valor, ¡cuántas tardes y noches, en la oficina haciendo números, intentando satisfacer a clientes caprichosos! 
Y al llegar a casa sólo poder abrir la puerta para ver a mis hijas  dormidas, un beso silencioso, “cierra la puerta, no las despiertes, te estuvieron esperando…”  me decía Lucía casi como un reproche, y yo lo justificaba con que hay que pagar la casa, los estudios, las vacaciones… 
Ahora daría todo lo que fuera para recuperar esas tardes y ponerme a jugar con ellas, a pintar con ellas. Lloro mientras camino hacia el Palacio de Cristal. A esas horas ya casi nadie queda, y me envuelvo en el silencio.

¡Qué cruel eres Dios!- quiero gritarle, quiero pegarle, querría cogerle del cuello y darle de hostias hasta no poder más, “te llevaste a mi padre, cuando más lo necesitaba, cuando él iba a empezar a disfrutar después de toda una vida de perros trabajando, y ahora quieres quitarme lo que más quiero,  dejándoles sin padre … ¿porqué, porqué llegas a ser tan cruel? 

Y golpeo con el puño el tronco de un árbol, se me raspan los nudillos y empiezo a sangrar, unas chicas pasan no muy lejos, y oigo que susurran:

-      -  Debe estar borracho ¿has visto que ha pegado al árbol?

Les sonrío, como si no hubiera pasado nada, saco un pañuelo y  me limpio la mano. Es hora de volver, al menos hoy cenaré con ellas.