domingo, octubre 24, 2010

Frases para una historia

Hola



Ultimamente ando algo liado y me cuesta ponerme a escribir, pero al menos en mente tengo dos nuevas historias, incluso tres mientras se concretan aqui van algunas frases que irán apareciendo en una de las historias:



- Se cruzan, él piensa que tras los ojos de ella se esconde un pozo de tristeza, ella piensa que él es un pozo de tristeza que merece ser llenado.

- Se jugaba la piel.

- Alma malherida.

- Sus sueñes estrellados contra el tiempo.

. Él inventaba cada noche su nombre, cada mañana al despertar ya no lo recordaba.

- Algunas noches a las tantas de la madrugada se le oía mover algunos muebles, "Maldita sea"- decía , mientras buscaba otro pedazo de su corazón bajo la cama.

- Le gustaba imaginar un día donde la realidad ya no le dira miedo.

- Tenía colgadas de la pared sus recuerdos y tendidos como ropa vieja sus ilusiones.

- Mi madre me decía: "El amor te dará la felicidad un día, pero te dolerá toda la vida".

- en mitad de un te quiero me olvidó.

- Sus problemas resbalaron sobre el muro de su indefirencia.

. Lo más difícil en esta vida es ser honesto con uno mismo.

- había veces que toda la pena del mundo se vertía en un vaso y yo lo bebía hasta dejarlo vacío.



Veremos que sale.

domingo, octubre 10, 2010

El principe cobarde y el dragón vegetariano

3 parte final

No muy lejos de allí, el príncipe abrió los ojos, en la oscuridad del humo había tropezado con una rama cayendo al suelo. Vio una gran sombra, a unos metros estaba el cuerpo de dragoncito, sintió miedo, pero el fuego pronto le alcanzaría. Se levantó, cogió su espada, y lentamente se acercó al dragón.

-“Está muerto”- se dijo, viendo asomar la flecha, justo cuando se inclinó sobre el cuerpo, dragoncito abrió los ojos, el príncipe pegó un salto y se alejó. Dragoncito le miraba fijamente.

-“¿Porqué me habéis disparado? Yo sólo buscaba mis hierbas, nunca he hecho daño a nadie”- se decía.

El príncipe al ver que el dragón seguía inmóvil, y viendo que el fuego se acercaba más y más, cruzó corriendo a su lado, huyendo de allí. No se había alejado mucho cuando sintió una gran pena.

-“No puedo dejarlo allí, se quemará, está herido”. A pesar del miedo que sentía, regresó.

Dragoncito intentaba moverse, pero tenia el ala rota y una de las patas muy mal herida. Vio llegar al príncipe y aunque hubiera deseado lanzarse sobre él, no tenía fuerzas.

-“No te voy a hacer daño, debemos ayudarnos para salir de aquí, sino moriremos por el fuego”- le decía el príncipe.

Con mucho miedo acercó sus manos al cuerpo, al ver que el dragón no impedía que lo tocara, empezó a empujarlo.

-“Vamos, yo sólo no puedo, tienes que ayudarme a levantarte, deprisa”

Dragoncito entendió lo que intentaba hacer el príncipe, reunió las pocas fuerzas que le quedaban y con la ayuda del príncipe logró ponerse en pie.

Ambos anduvieron hasta que llegaron a la orilla del río, lo cruzaron, y se refugiaron entre las rocas, allí el fuego no llegaría.

El padre de dragoncito estuvo volando en círculos esperando ver salir a su hijo del fuego, el fuego y el humo no le dejaban acercarse más, cuando, por fin el fuego se fue apagando, descendió todo lo que pudo en busca de dragoncito.

Anochecía, y aunque no quería darse por vencido, las heridas y la poca luz, hicieron que el dragón diera la búsqueda por perdida, su hijo había muerto por culpa de los humanos, en cuanto se sintiera con fuerza quemaría todos los pueblos que se le pusieran por delante. Hundido y triste regresó a contar lo que había pasado al resto de los dragones.

Mientras en la cueva el príncipe se acercó a dragoncito.

-“Siento lo que te ha pasado, pero no podemos dejar que devoréis nuestros rebaños, sin ellos nosotros moriríamos.”

Acarició su lomo, sintió frío, y se echó a su lado. Dragoncito cerró los ojos y un profundo sueño le invadió.

El príncipe se despertó cuando el sol le dio en la cara, era ya mediodía, el dragón seguía allí, con los ojos abiertos mirándole fijamente.

-“Vaya estas despierto y no me has atacado, quizás no seas tan malo como pareces, ummm déjame ver, habrá que sacarte la flecha y te dolerá un poco”

Agarró la flecha con las dos manos y tiró fuerte, dragoncito gimió cuando sintió como la flecha salía de su ala.

-“Esto está mejor, ahora iré a por unas hierbas para curarte la herida”.

Al rato volvió con unas cuantas hojas y raíces, las partió con la espada y las trituró con unas piedras haciendo un pasta con la que tapo la herida.

-“¿Te sientes mejor?”

Dragoncito movió la cabeza, le era extraño que aquel ser hubiera intentado matarle y sin embargo ahora lo cuidaba.

-¡Que raros son estos humanos!.- pensó.

De la bolsa el príncipe sacó unas frutas que había encontrado, y se puso a comer, Dragoncito al verlas abrió la boca, con lo que asustó al príncipe.

-“Te curo, y ¿ con estas me pagas?”

Dragoncito gruño ligeramente, y el príncipe adivinó que también debería tener hambre.

-“No tengo fuerzas para cazar, pero si quieres aquí tienes algo de fruta, aunque dudo que te guste”

En cuanto puso la fruta en la boca de dragoncito este se las zampó de un bocado.

-“Bueno, bueno, vaya si tienes hambre”.

-“En cuanto tenga las fuerzas suficientes he de volver al castillo, ahora este dragón está débil, pero no sé lo que me hará cuando se recupere”- Se dijo el príncipe.

Pasaron el día en la cueva, cuando cayó la noche el príncipe encendió una pequeña fogata a la entrada de la cueva.

-“Nos dará calor”- le dijo al dragón.

Era ya medianoche cuando el príncipe oyó unos aullidos, la fogata se había consumido, se asomó y con la luz de la luna pudo ver la silueta una manada de lobos, volvían de cazar, y entre sus presas había varias ovejas.

Una ráfaga de aire llevo el olor del humano hasta los lobos, estos soltaron la caza y se dispusieron en formación de ataque.

El príncipe vio como los lobos se iba acercando, le habían olido, el miedo se apoderó de él, no tenía salvación, cogió su espada y la alzo gritando con todas sus fuerzas con la esperanza que esto asustara a los lobos. Pero lo único que hizo fue despertar a Dragoncito, al ver que los lobos se estaban acercando se levantó, se puso detrás del príncipe y rugió con todas las fuerzas que tenía.

Los lobos sorprendidos de que allí hubiera un dragón huyeron a toda prisa.

El príncipe se asustó, pero al ver que el dragón volvía al interior de la cueva, comprendió que le había salvado la vida.

-“Nunca imaginé que un dragón me salvara de los lobos, eres muy extraño ¿sabes?, pero te estoy agradecido”

Salió de la cueva, fue a recoger algún resto de carne que habían dejado los lobos en muestra de agradecimiento. Se la puso cerca de la boca de Dragoncito, pero este arrugó la nariz y empujó la carne lejos.

-“No puedo creerlo, ¿no te gusta la carne, o es que estas enfermo?

Sacó otra pieza de fruta, le tendió la mano y entonces Dragoncito con toda delicadeza la cogió y se la comió.

-“Un dragón que no come carne, ¡no puedo creérmelo!”

Pasaron los días, en el castillo todos lloraban la muerte del príncipe y clamaban venganza.

-“No esperaremos a la primavera, es hora de atacar, ya sabemos en donde se hallan, iremos preparados, en una semana saldremos en su búsqueda”- Dijo el rey en cuanto Erik narró la muerte de su hijo.

En la montaña también lloraban de tristeza, habían perdido al pequeño dragón, ahora no se atrevían a volar hasta el bosque, y esperaban que en cualquier momento llegaran los humanos.

En aquellos días surgió una profunda amistad entre Dragoncito y el príncipe, jugaban dentro de la cueva, y empezaban a salir con cierto recelo. El príncipe recogía raíces y frutas, mientras el dragón ejercitaba sus alas.

-“Al final los humanos no son tan malos, quizás si nos conociéramos podríamos evitar que estemos en lucha” – pensaba Dragoncito.

Poco le duró ese pensamiento a Dragoncito, a lejos se oía el retumbar del ejercito del rey que se acercaba.

-“Van a atacar vuestro nido”- le dijo el príncipe – “Tendríamos que avisarles, no quiero que haya guerra entre nosotros”

Dragoncito olisqueó el aire, y enseguida entendió las palabras del príncipe, como si supiera lo que tenía que hacer, bajó su cuello y con la cabeza empujó al príncipe, indicándole que subiera a su lomo.

Volaron, el príncipe no podía creer que estuviera sobre aquel dragón. Divisaron el ejercito del rey, que proseguía la marcha sin descanso, y cuando sobrevolaban el bosque, algo les dejó helados de miedo.

Abajo, una gran manada de lobos se dirigía hacia las tropas del rey, se habían reunido lobos de todas las comarcas de alrededor, su fuerza sería imparable, poco tendría que hacer el ejercito si aquella jauría los atacase por la noche.

-“Tenemos que hacer algo, no puedo dejar que mi padre muera sin ayudarle”- dijo el príncipe.

Dragoncito sabía que aunque muriesen muchos lobos, los humanos también sucumbirían, y entonces poca caza les quedaría a los dragones.

Batió con fuerza las alas, y voló con todas sus fuerzas hacía la montaña.

El príncipe sintió miedo, una cosa era estar junto a aquel dragón, pero que sería de él cuando el resto lo vieran.

No tuvo que esperar mucho tiempo, Dragoncito volaba como nunca lo había hecho y se acercaban a las montañas.

Cuando llegaron, Dragoncito dejó al príncipe al pie de las mismas. Estaba claro que no quería llegar con él, no sabía como podría reaccionar su padre.

En el nido, todos los dragones se hallaban reunidos, la caza cada vez era menor, habían visto que los lobos estaban acabando con toda la comida y encima aún temían la llegada de los humanos. El padre de Dragoncito seguía sumido en la tristeza.

-“Creo que lo mejor es que volemos lejos de aquí, busquemos otro lugar”- dijo.

-“Sabes que ahora eso sería imposible, no tenemos muchas fuerzas, además donde iremos, tú lo dices por que con la pérdida de Dragoncito, ya nada te importa”

El gran dragón gruño, y avanzó hacia el que acababa de hablar.

-“Para, no podemos luchar entre nosotros también, además no le falta razón, desde la pérdida de Dragoncito no eres el mismo”- habló el dragón más anciano.

En ese momento se hizo un gran silencio, se oyeron unos pasos, y un bufido de alegría retumbó en la cueva. La madre de Dragoncito no podía creer lo que veía, en la entrada caminando estaba su pequeño hijo.

Se formó un gran revuelo, nadie creía que pudiera seguir vivo después del encuentro con los humanos. Todos querían saber que había pasado.

-“No hay tiempo para que os cuente lo que ha pasado, los humanos están cerca de aquí, y van a ser atacados por la mayor manada de lobos que hayamos visto, hemos de ayudarles”

- “Mejor, así no tendremos que luchar contra ellos”, “Que nos importa a nosotros la suerte de los humanos”. “Estas loco, el ataque te ha dejado sin cordura, o es por que sólo comes vegetales”. Le decían sin parar.

-“Un momento, si aún estoy aquí es gracias a que un humano me salvo la vida, me cuidó y sanó mis heridas, esperad”- Y salió en busca del príncipe.

El príncipe estaba aterrado cuando Dragoncito le depositó dentro de la cueva, podía oír como resoplaban y gruñían y aunque no entendiese el idioma de los dragones, sabía que no estaban muy contentos con su presencia.

-“No todos los humanos son malvados, como no todos los dragones comemos carne”- dijo dragoncito- “Los lobos vana a atacar al ejercito, y siendo tan numerosos, probablemente acaben con ellos, después de eso, que nos quedará a nosotros, acabaran con toda la caza, y quién sabe si encima nos echarán la culpa”

-“Y que propones”- le preguntó su padre.

-“Que les ayudemos a vencer a los lobos, que les demostremos que no tenemos nada contra ellos”- contestó Dragoncito.

-“¿Y si no nos creen?, ¿y si después de ayudarles quieren acabar con nosotros?

-“No os preocupéis por eso, iré junto al hombre y comprenderán”

-“Es un plan arriesgado, pero eso mejor que irnos de aquí”- dijo el anciano dragón.

Dragoncito miró al príncipe, y le ofreció de nuevo su cuello, este no sabía que iba a pasar, pero cuando vio que tras ellos volaban los demás dragones entendió que aún podía haber una solución.

Mientras los lobos se hallaban cerca del ejercito, se habían posicionado detrás y a los lados, a la espera de que cayera la noche para atacar. No querían acercarse mucho para que no les vieran.

Los dragones volaron lo mas alto posible, para que el ejercito no les viera, en cuanto divisaron a los lobos, descendieron, los soldados al verlos dieron la voz de alarma, el rey dio la orden de protegerse bajo los árboles y que los arqueros formaran en línea de ataque.

De pronto sobre un pequeño dragón vio a su hijo, no podía creerlo.

-“General dé la orden de no disparar, mi hijo está sobre un dragón.”- dijo el rey entre lágrimas.

-“Eso es imposible mi rey”

- “Fíjese bien, sobre aquel pequeño dragón”

El general vio que era cierto, el príncipe montaba sobre un dragón, ¿pero eso significaba que no les iban a atacar?

-“¡Arqueros, no disparen hasta nueva orden!. Les gritó.

Todos temían que el príncipe fuera un argucia de los dragones para atacarles, pero estos sobrevolaron al ejercito sin hacer nada.

En cuanto hubieron sobrevolado sobre los humanos, los dragones lanzaron sus llamaradas, los lobos sorprendidos por el ataque comenzaron a huir.

Tal fue la locura de aquel ataque que los lobos corrían de un lado para otro separándose unos de los otros.

Poco tiempo duró aquella lucha tan desigual, cuando acabó los dragones volvieron a su nido, todos menos uno, como había dicho Dragoncito, este volaba hacía donde estaba el rey.

Rápidamente los soldados rodearon al rey para defenderle.

-“Esperad, los dragones nos han salvado de los lobos, esperad un momento.”- dijo el rey.

Dragoncito se posó suavemente, el príncipe descendió de su lomo, y corrió hacia su padre. Los soldados vitorean la valentía del príncipe.

-“Mi rey, padre, os ruego no ataquéis a los dragones, ellos no son los que mataron a las ovejas, ni siquiera han atacado a los humanos, este dragón”- dijo señalando a Dragoncito- “ha salvado mi vida, creo que se merece un respeto”

El Rey escuchó a su hijo, cuando este terminó de hablar le abrazó.

-“Mi hijo, aquel al que muchos a escondidas llamabais el príncipe cobarde, nos ha salvado la vida, él y los dragones. Desde hoy ordeno que en este reino los hombres vivan en paz con los dragones”

Dicho esto, todo fueron gritos y abrazos al príncipe. Este se acercó a Dragoncito, y le abrazó.

-“Gracias, gracias por salvarme la vida, y por salvar nuestro reino”.

Desde aquel día los hombres vivieron en armonía con los dragones, el rey ordenó que dejaran un bosque para que los dragones pudieran cazar en libertad, y los dragones a su vez mantuvieron lejos a los lobos.

Muchos días Dragoncito volaba hasta el castillo, y allí el príncipe montaba sobre él.

Nadie más llamó cobarde al príncipe, ningún dragón volvió a reírse de Dragoncito.

Y fín.

miércoles, octubre 06, 2010

El principe cobarde y el dragón vegetariano

2 parte, el viernes el final de este cuentecito

En el castillo el alcalde informaba al rey.

-“Nos atacaron unos dragones, aquí hemos traído los restos de las ovejas para que vea su majestad que no mentimos. Le pedimos que salga en defensa de su pueblo”.

El rey mira los restos de las ovejas, y piensa que es un buen motivo para salir a dar caza a aquellos dragones que invaden su reino, así su hijo podrá demostrar que no es el príncipe cobarde como le llaman.

-“No debe preocuparse alcalde, ordenaré a mis caballeros para que salgamos a la caza de esos dragones e incluso mi hijo cabalgará a mi lado, no descansaremos hasta que la paz vuelva a su pueblo, mientras tanto, si alguno de sus habitantes quiere venir a vivir a la ciudad, puede hacerlo”

El alcalde se dio por satisfecho, tenía la palabra del rey.

El pequeño príncipe no quiere ir, odia cazar y siente miedo cuando piensa que se adentraran en el bosque que se hará de noche y los dragones le devoraran, pero no puede defraudar a su padre, sabe que le llaman cobarde y ve en su mirada la pena que ello le produce. Muy a su pesar irá.

A la mañana siguiente el rey, los caballeros armados y su hijo salieron en busca de los dragones.

Recorrieron varios pueblos entre los vítores de la gente, el rumor de que el reino estaba siendo atacado por dragones se extendió por cada esquina del territorio, algunos se unían al pequeño ejercito.

Llegaron al bosque donde habían sido atacadas las ovejas, acamparon y pasaron varios días patrullando sin que ningún dragón apareciese. Los soldados empezaban a impacientarse y los aldeanos que se habían unido al ejercito volvieron a sus casas con las manos vacías.

- “Tendremos que cruzar el bosque e ir hacia el sur, hacia las montañas, seguro que allí es donde se refugian” – dijo el rey.

- “Pero Sire eso esta muy lejos del castillo, si algo ocurriese tardaríamos días en volver a defenderlo.”

- “Tienes razón general, por lo la tropa se dividirá, pide voluntarios para ir a la montaña, mi hijo irá con ellos, y yo volveré al castillo”

Cuando los soldados se enteraron que el príncipe sería el que mandase a las tropas en vez del rey, pocos se presentaron voluntarios, temían que con su cobardía les llevara a una muerte segura. Más el mejor amigo del príncipe un caballero que montaba un gran alazán negro se adelantó, mis soldados y yo mismo iremos con el príncipe. El rey sonrió, las tropas gritaron de júbilo, el problema estaba solucionado.

En las montañas del sur, los dragones eran ajenos a todo lo que se les venía encima, habían reducido su campo de caza y no se aventuraban más allá de lo necesario. En el bosque, los lobos al ver que los dragones no cazaban por allí salieron de sus guaridas y empezaron a atacar de noche a los rebaños de los pueblos de alrededor.

Todos creyeron que los dragones estaban más y más cerca, y el pánico se apoderó del reino.

El rey volvió a su castillo, no sin antes dejar en cada pueblo unos cuantos soldados para que los defendieran.

Mientras tanto el príncipe había cruzado el bosque, y siguiendo el curso del río helado, se acercaba a las montañas, nunca nadie había llegado tan lejos.

El camino se hacía lento, los soldados ateridos de frío caminaban muy despacio y cada poco tiempo tenían que parar y calentarse con fogatas, la moral de la tropa caía.

-“Con este frío será imposible que luchemos contra los dragones, las armaduras se hielan y casi nos es imposible andar”

El príncipe comprendió que así nunca vencerían, por lo que los reunió a todos.

-“No quiero que nadie luche en vano, bajo estas condiciones es imposible que lleguemos a las montañas y venzamos a los dragones, mi orden es que el ejercito regrese, Erik el caballero y 5 soldados voluntarios vendrán conmigo hasta encontrar el nido de los dragones, así regresaremos en primavera y les atacaremos”

Todos agradecieron la idea del príncipe, aunque rehuir la batalla pudiera suponer un acto de cobardía, era lo mejor que podían hacer.

Por segunda vez el ejercito se dividió, quedando tan sólo el príncipe, su amigo Erik y los cinco soldados. Siguieron la ruta del río, despacio, en alerta, ya que no estaban lejos de las montañas y en cualquier momento podían ser atacados.

En la montaña, dragoncito no tenía hierbas ni frutos, por lo que se decidió a salir a buscar alimento. Sabiendo que se reirían de él, no dijo nada, y se marchó.

Estaba tan distraído buscando sus hierbas que no se fijó en el grupo de hombres que hacían guardia, estos corrieron a avisar al príncipe, se ocultaron entre los árboles esperando que aquel dragón descendiese un poco.

-“Deberíamos seguirle, seguro que nos llevará hasta el nido”- dijo el príncipe, sintiendo que le miedo le paralizaba todo el cuerpo.

-“Será mejor atraparlo, luego podremos llegar hasta el nido pero así al menos habremos acabado con uno”. – dijo Erik, a la vez que tomaba su arco y apuntaba a dragoncito.

-“¡No!, espera …- le gritó el príncipe, pero ya era demasiado tarde, la flecha surcaba veloz el aire en busca del corazón de dragoncito.

Este oyó el grito del príncipe y en el último momento se giró, la flecha rozó su pecho clavándose en una de sus alas. Sintió un dolor agudo, perdió fuerza y empezó a caer.

-“A por él”. Grito Erik, y todos echaron a correr en la dirección donde estaba cayendo dragoncito.

El pequeño dragón caía y caía, por más que batiera sus alas le era imposible remontar el vuelo, se dejó invadir por el dolor, y cerró los ojos.

Chocó contras unos árboles, rompiendo las ramas, que amortiguaron su caída.

El príncipe, Erik y los soldados, se acercaban al lugar donde yacía dragoncito, cuando una llamarada surgió del cielo, el padre de dragoncito al ver que este no estaba había salido en su busca, desde la altura había visto todo lo sucedido, descendió rápidamente, soltando fuego por su gran boca para que los soldados no llegasen hasta donde se encontraba su hijo.

El fuego separó al príncipe de Erik y el resto de los soldados, estos al ver llegar al otro dragón prepararon sus arcos y sus escudos.

-“Disparad sin parar”- les gritó Erik, el dragón intentó escapar de aquella pequeña nube, lanzó otra llamarada pero no logró quemar las flechas, herido, voló más alto para que no le alcanzaran.

El fuego había prendido en la hojarasca seca, rápidamente creció cercando a los soldados, Erik ante la imposibilidad de cruzarlo decidió retirarse, en el último momento pudo ver entre el humo el cuerpo del príncipe junto al dragón. Cuando llegaron hasta el campamento, el bosque era una inmensa bola de fuego.

-“Nuestro príncipe ha muerto como un valiente, le he visto entre el humo caer muerto junto al dragón, volvamos al castillo, llevemos la mala noticia al rey y volvamos en primavera para acabar con los dragones”

Recogieron las tiendas de campaña, y partieron hacia el castillo.

lunes, octubre 04, 2010

El principe cobarde y el dragon vegetariano

Primera parte, el miércoles la 2 parte

Había una vez un reino lejano, muy lejano, situado al norte donde los inviernos eran fríos y nevados, y el verano corto.

En el reino todos vivían felices, el rey y la reina eran buenas personas, que cuidaban de sus súbditos, les daban tierras para trabajar, recaudaban lo justo y guardaban el grano para los años de mala cosecha.

Los reyes tenían tres hijos, dos hijas y un hijo. Todos recibían la misma educación, pues en aquel reino no había distinción para reinar. Lo único que les diferenciaba era que el chico, era instruido en el arte de las armas.

Al príncipe no le atraía mucho el aprender a luchar, cuando veía a los caballeros con sus increíbles armaduras sentía miedo, mucho miedo.

Por lo que en los torneos que se celebraban siempre quedaba de los últimos, la gente empezó a murmurar sobre la valentía del príncipe y pronto empezaron a llamarle “el príncipe cobarde”.

No muy lejos del reino, en la altas montañas del sur, había un nido de dragones, estos se habían mantenido lejos de los humanos, sabían que en otros países los humanos habían acabado con ellos, creando una leyenda negra sobre ellos, los devoradores de hombres les habían llamado.

Era la época de cría, pero aquel año sólo tres pequeños dragones crecieron. La manada había ido decreciendo con el paso de los años, refugiados en la montaña, su territorio era cada vez más pequeño. Y no había espacio para que la manada creciera, por lo que el número de crías era escaso.

Pronto uno de los pequeños dragones se diferenció del resto, cuando llegaba la hora de comer, dejaba la carne que los dragones encargados de cazar traían y buscaba hierbas y frutos. Todos le miraban extrañados, y temerosos de que con aquella alimentación el dragoncito no creciese, aunque por mucho que se rieran de él, no probaba bocado.

-“Creceré y seré tan fuerte como vosotros, no me hace falta comer carne”.

Y todos los dragones se reían de él, “mira ahí va el dragón vegetariano” le decían.

Aquel invierno fue muy duro, un viento helado adelantó las nevadas a mediados del otoño, cubriendo los campos con un gran manto blanco.

Los reyes abrieron la ciudad amurallada de su castillo, pues muchos poblados se quedaron sin cosecha, los ríos se helaron y era imposible la pesca.

En las montañas los dragones tenían que volar cada vez más lejos para procurarse alimento, aún sabiendo que el peligro de encontrarse con los humanos era cada vez mayor, incluso el pequeño dragón salía con ellos a volar en busca de raíces y algún fruto.

Así fue como les descubrieron.

Sucedió una mañana al amanecer, el pequeño dragón salió junto con su padre en una partida de caza, el padre aún esperaba que su pequeño cambiase la costumbre de comer vegetales y pensaba que yendo con él de caza sería la solución.

Tan concentrado estaba en enseñarle todo lo que sabía de la caza que no se dio cuenta de lo lejos que habían volado, estaban sobre un bosque persiguiendo a unos jabalíes, cuando oyeron los gritos.

Un pastor con sus hijos había salido con las ovejas en busca de algún lugar donde estas pastaran lejos de los campos helados, cuando oyó un fuerte aleteo, levantó la vista y allí en lo alto del cielo vio la sombra del dragón. Empezó a gritar a sus hijos, que alertados por el padre corrieron todos juntos hacia el pueblo dejándose atrás el rebaño de ovejas.

El dragón los vio correr, las ovejas asustadas con tantos gritos se dispersaron por el ladera, hubiera sido fácil cazar a unas cuantas, pero sabía que si lo hacía los hombres irían en su búsqueda y ellos no querían entrar en guerra con los humanos. Atrapó a dos jabalíes mientras el pequeño dragón cogía unas cuantas plantas entre sus garras y unas cuantas moras.

Pero en aquel bosque no estaban solos, el invierno también había sacado a los lobos de sus guaridas y estos, hambrientos, buscaban cualquier presa que fuera fácil. ¡Que presas más fáciles aquellas ovejas asustadas!

Cuando el pastor y sus hijos llegaron al pueblo contaron que habían visto a un dragón, que les iba a atacar y que tuvieron que salir corriendo, nadie les creyó, hacía tanto tiempo que no veían un dragón que pensaban que estos sólo existían en la mente de los guerreros o en la de los trovadores que cantaban sus aventuras. Más cuando fueron a por el rebaño de ovejas y vieron los restos de algunas muertas, el pueblo entero les creyó.

-“Hay que ir al castillo del rey y avisarle”- dijeron algunos.

-“El rey saldrá en nuestra defensa, vendrá con sus caballeros y les darán caza”- dijo otro.

Así que el alcalde y unos cuantos habitantes del pueblo montaron a caballo para informar al rey de que los dragones habían llegado a su reino y habían devorado a las ovejas.

Mientras, en la montaña el padre del dragoncito reunió al consejo de dragones.

- “Los humanos me han visto, pero no ataqué a su rebaño de ovejas, no creo que nos busquen , aunque debemos estar alerta”

Todos asintieron y pusieron unas normas a la hora de salir de caza y de la distancia a la que debían alejarse, así evitarían otro encuentro con los humanos.

continuará...