lunes, octubre 04, 2010

El principe cobarde y el dragon vegetariano

Primera parte, el miércoles la 2 parte

Había una vez un reino lejano, muy lejano, situado al norte donde los inviernos eran fríos y nevados, y el verano corto.

En el reino todos vivían felices, el rey y la reina eran buenas personas, que cuidaban de sus súbditos, les daban tierras para trabajar, recaudaban lo justo y guardaban el grano para los años de mala cosecha.

Los reyes tenían tres hijos, dos hijas y un hijo. Todos recibían la misma educación, pues en aquel reino no había distinción para reinar. Lo único que les diferenciaba era que el chico, era instruido en el arte de las armas.

Al príncipe no le atraía mucho el aprender a luchar, cuando veía a los caballeros con sus increíbles armaduras sentía miedo, mucho miedo.

Por lo que en los torneos que se celebraban siempre quedaba de los últimos, la gente empezó a murmurar sobre la valentía del príncipe y pronto empezaron a llamarle “el príncipe cobarde”.

No muy lejos del reino, en la altas montañas del sur, había un nido de dragones, estos se habían mantenido lejos de los humanos, sabían que en otros países los humanos habían acabado con ellos, creando una leyenda negra sobre ellos, los devoradores de hombres les habían llamado.

Era la época de cría, pero aquel año sólo tres pequeños dragones crecieron. La manada había ido decreciendo con el paso de los años, refugiados en la montaña, su territorio era cada vez más pequeño. Y no había espacio para que la manada creciera, por lo que el número de crías era escaso.

Pronto uno de los pequeños dragones se diferenció del resto, cuando llegaba la hora de comer, dejaba la carne que los dragones encargados de cazar traían y buscaba hierbas y frutos. Todos le miraban extrañados, y temerosos de que con aquella alimentación el dragoncito no creciese, aunque por mucho que se rieran de él, no probaba bocado.

-“Creceré y seré tan fuerte como vosotros, no me hace falta comer carne”.

Y todos los dragones se reían de él, “mira ahí va el dragón vegetariano” le decían.

Aquel invierno fue muy duro, un viento helado adelantó las nevadas a mediados del otoño, cubriendo los campos con un gran manto blanco.

Los reyes abrieron la ciudad amurallada de su castillo, pues muchos poblados se quedaron sin cosecha, los ríos se helaron y era imposible la pesca.

En las montañas los dragones tenían que volar cada vez más lejos para procurarse alimento, aún sabiendo que el peligro de encontrarse con los humanos era cada vez mayor, incluso el pequeño dragón salía con ellos a volar en busca de raíces y algún fruto.

Así fue como les descubrieron.

Sucedió una mañana al amanecer, el pequeño dragón salió junto con su padre en una partida de caza, el padre aún esperaba que su pequeño cambiase la costumbre de comer vegetales y pensaba que yendo con él de caza sería la solución.

Tan concentrado estaba en enseñarle todo lo que sabía de la caza que no se dio cuenta de lo lejos que habían volado, estaban sobre un bosque persiguiendo a unos jabalíes, cuando oyeron los gritos.

Un pastor con sus hijos había salido con las ovejas en busca de algún lugar donde estas pastaran lejos de los campos helados, cuando oyó un fuerte aleteo, levantó la vista y allí en lo alto del cielo vio la sombra del dragón. Empezó a gritar a sus hijos, que alertados por el padre corrieron todos juntos hacia el pueblo dejándose atrás el rebaño de ovejas.

El dragón los vio correr, las ovejas asustadas con tantos gritos se dispersaron por el ladera, hubiera sido fácil cazar a unas cuantas, pero sabía que si lo hacía los hombres irían en su búsqueda y ellos no querían entrar en guerra con los humanos. Atrapó a dos jabalíes mientras el pequeño dragón cogía unas cuantas plantas entre sus garras y unas cuantas moras.

Pero en aquel bosque no estaban solos, el invierno también había sacado a los lobos de sus guaridas y estos, hambrientos, buscaban cualquier presa que fuera fácil. ¡Que presas más fáciles aquellas ovejas asustadas!

Cuando el pastor y sus hijos llegaron al pueblo contaron que habían visto a un dragón, que les iba a atacar y que tuvieron que salir corriendo, nadie les creyó, hacía tanto tiempo que no veían un dragón que pensaban que estos sólo existían en la mente de los guerreros o en la de los trovadores que cantaban sus aventuras. Más cuando fueron a por el rebaño de ovejas y vieron los restos de algunas muertas, el pueblo entero les creyó.

-“Hay que ir al castillo del rey y avisarle”- dijeron algunos.

-“El rey saldrá en nuestra defensa, vendrá con sus caballeros y les darán caza”- dijo otro.

Así que el alcalde y unos cuantos habitantes del pueblo montaron a caballo para informar al rey de que los dragones habían llegado a su reino y habían devorado a las ovejas.

Mientras, en la montaña el padre del dragoncito reunió al consejo de dragones.

- “Los humanos me han visto, pero no ataqué a su rebaño de ovejas, no creo que nos busquen , aunque debemos estar alerta”

Todos asintieron y pusieron unas normas a la hora de salir de caza y de la distancia a la que debían alejarse, así evitarían otro encuentro con los humanos.

continuará...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Peter Pan niño loco
cuándo aprenderás a vivir solo
Peter Pan niño dulce
algo siempre habrá que no te guste
Peter Pan nadie llega
y hay que ser feliz en la escalera
Peter Pan niño inquieto
cuándo aprenderás a estarte quieto"

Besitos

Anónimo dijo...

¡Qué preciosidad de cuentecito, Nico!
Me encanta el mensaje que se puede leer entre líneas y antes de que acabe el cuento.

Espero con ansiosa ilusión el resto del cuentecito.

Besitos varios,

Amber