lunes, enero 25, 2010

Sin título

Sentía el frío de las sábanas donde antes habia un cuerpo que las calentaba.
El crepitar del la vela jugaba con las sombras reflejadas en los cristales del armario.

Afuera llovía.
Las gotas golpeaban los cristales como si llamasen para entrar.

El frió se deslizo por su piel. Abrió los ojos.

Miró a su alrededor, por un instante sintió mas vació en su interior que en aquella casa.
Se puso una camiseta y encendió la cafetera.

Sobre la mesa un lápiz, en sus manos un papel.

"Extraño tus ojos y tu forma de sonreir.
extraño tus manos y la forma en la que me acaricias.
Extaño tu olor y tu presencia llenándolo todo.
Extraño tu calor apagando el frío de mi cama.
Extraño tu música y la forma en la que me miras.
Extraño tu sentido de humor y la forma que me haces reir.
Extraño pelearme contigo, por que extraño la forma que tienes de reconciliarte.
Extraño leer cada letra que coses en palabras.
Extraño tu fortaleza y la forma con que encaras la vida.
Extraño los vioajes de los que hablabamos a lugares nunca visitados.
Extraño tu forma de mirar a los niños, y como juegas con ellos.
Extraño tus días cuando son mis días.
Extraño tu presencia aún cuando estas, poque sé que algún día te irás."

Dejó la hoja de papel sobre la almohada.

Afuera llovía.
Las gotas seguían llamando en la ventana.

El papel estaba sobre las sábanas, lo tomó y leyó:

"Ójala te convirtieras en la protagonista sin fín de mis sueños.
Ójala fueras el humo de mis cigarros.
Ójala pudiera dibujarte con la yema de mis dedos.
Ójala me supieras a mar, un mar verde tan intenso que es azul esmeralda.
Ójala me acunes en los vaivenes de tu cintura.
Ójala anides entre mis labios, acarciandolo con tus palabras
Ójala pudiera guardar tus caricias para luego arroparme con ellas.
Ójala alquiles un rincón de mi corazón de renta vitalicia.
Ójala te quedaras para siempre al final del arco iris.
Ójala fueras principio y final.
Ójala..."

Sus ojos llovian.
las gotas llamaban a la puerta de su corazón.

jueves, enero 14, 2010

Mi viejito

Domingo.
Diciembre.

El centro de mi ciudad hierve bajo el frío de este invierno, las nubes bajan a acariciar el asfalto, y yo intento esconderme en mi abrigo mientras subo hacia la Puerta del Sol.
Aún hay puestos en el rastro a medio montar, los más madrugadores se calientan las manos frotando una contra otra, no muy lejos de allí, un puesto de castañas asadas, que ya no tiene nada que ver con los del pasado, deja su aroma inconfundible, hasta aquí llega la globalización.

A pesar de la hora ya hay decenas de ojos escrutando los puestos, ávidos por encontrar los regalos de navidad, pero la crisis hace mella y son más los que miran que los que compran.

hace tiempo sentía un cosquilleo interior cuando llegaban estas fechas, ahora solo veo espacios vacios, marketing, y recuerdos envueltos entre el mazapán y el turrón.

La Plaza Mayor estalla en colores, sus puestos iluminan los adoquines mojados, alguien me toca el hombro.

Es él. Mi viejecito.
La enfermedad ha dejado su huella, le veo demacrado, ha perdido algo de aquel brillo de sus ojos, pero su sonrisa es la misma que siempre.

Me toma del brazo y con un simple movimiento me indica que le acompañe.

Entramos en el café de San Ginés, pide por mi, dos chocolates y una ración de churros.
Me mira por si digo algo, pero no no abro la boca, me basta la satisfacción que recorre las arrugas de su rostro.

- Estaba deseando verte, - me dice- tengo que pedirte perdón.
- ¿Perdón, por que?
- Por que desde que enfermé y me hospitalizarón no he querido que me vieras, me he mostrado muy egoista contigo, sé que has pasado por el hospital, pero has respetado mis deseos y te lo agradezco, pero ...
- No debe pedirme perdón por nada, la mejor noticia que tengo de usted, es verle aqui, de nuevo.
- Bueno, pero quiero dártelas, y quiero contarte el motivo, si quieres...
- Si así lo desea.

Y empezó a contarme sus motivos.

- ... cuando me dijeron que aquellas manchas eran un tumor, y que debían hacerme una biopsia, me asuste, aunque pensé que aún era pronto para temer lo peor, esperé a los resultados y cuando se confirmó que eran malignos pero que podían operarme, todo cambió para mi.
Los recuerdos aquellos que deje encerrados, yaciendo, a la espera, despertaron, y me abracé a ellos, en aquellos días eran lo que me mantenía a flote, aunque dolieran, aunque terminara llorando por ellos en cada rincón, era lo que me hacia sentir que seguía vivo, vivo para desear la muerte, para que ese dolor desapareciera de una vez para siempre, y volver a ella.
Contaba los días para la operación, la vida no tenía ya sentido para mi, pues esperaba que aquello sólo fuera la puerta que me devolviera a sus brazos, que los recuerdos dejaran de serlo, para sentirla de nuevo, para estar con ella, allá donde ella quiera que esté. La vida pasó de ser lo mas hermoso a una jaula que me axfisiaba. Sólo me importaba morir.

Recuerdo el día que me bajaron a quirófano, sonreia, iba feliz, los camilleros y las enfermeras me miraban con extrañeza, una operación así no era cuestión de tomarsela a broma, como yo hacía, pero no sabían mis motivos, no sabían que yo veía su sonrisa esperandome una vez más.

Cuando desperté de la anestesia y los médicos me dijeron que la operación había sido todo un éxito, me eché a llorar, los odié como nuna antes había odiado a nadie. Y me cerré al mundo exterior, no quise verte a ti, no quise recibir visitas, sentía que la gente me quería pero me negué a sentir ese amor, hubo personas que al poco tiempo se cansaron, se cansaron de darme, de quererme, de dejar todas sus fuerzas en mi, y recibir a cambio amargura y desilusión.
Yo los veía llegar cargados de sonrisas y de cariño, pero rebotaban en aquel muro que me había levantado, no quería sufrir más dolor que el físico. Y de alguna manera los fuí echando de mi vida. como te eché a ti.

- Pero a mi no me echaste, creía...

- No creas nada, es así como te lo cuento. Una noche, ya en casa , en la soledad de mis sueños, me vi en una poza, hundido, mirando la luz que se veía desde abajo, me era imposible alcanzarla, me fuí haciendo a esa oscuridad, y cuando alquien me tendía sus manos para alzarme las rechazaba una y otra vez.
Aquel sueño duró varias noches, al principio me alteraba, luego terminé acostumbrándome a el. Hasta que una noche, ella volvió a mis sueños, mi esposa estaba allí, me acerqué a ella, le dije que sentía no estar a su lado, que aquellos maltidos médicos nos habían vuelto a separar, y ella se echó a llorar. Pensé que era por la soledad de no estar juntos de nuevo, pero levantó sus ojos, y sin decir nada me abofeteó. Me quedé sorprendio, en silencio, hasta que ella me habló:

"Te quiero. Sólo yo sé cuanto te he querido, pero ahora no te reconozco, no sé quien eres, aquella persona que me sonreía y corria a besarme. Me llegaba tu amor, tanto, que a veces sentía que me iba a explotar dentro, y eso hacia que cada vez más me enamorase de ti, de la forma en que me acariciabas el pelo, de la manera que tomabas mis manos, o me besabas. Ahora ¿quien eres? rechazas a las personas, has secado todo lo que cultivamos, ya nadie llega a tu corazón, no les dejas, y se van cansados y agotados, y ese no eres tú. No eres la persona a la que espero."

Me desperté sobresaltado, empapado en sudor, llorando, y en silencio le prometí que volvería a ser aquel que ella conoció. Aún deseo encontrarme de nuevo con ella, con su sonrisa, con el brillo de sus ojos, con sus labios, pero ese día llegará mas tarde o más temprano, pero no lo adelantaré, ahora quiero sentir todo lo que me dan, sin condiciones y en la medida de lo posible devolverlo, por eso quiero pedirte disculpas, y espero que este café, bueno esta vez chocolate, sea el principioi, de nuevo, de muchos más.

Mis ojos se habían hunmecido, sólo pude abrazarle estar asi junto a él y dejar que lo que sentiamos en ese momento fluyera.

Hablamos de muchas cosas, de política, de la crisis, de la navidad, de la vida...

Y cuando volvía a casa, en este domingo de Diciembre, pensé en cuan alto era el muro que yo tambien había construido.