jueves, junio 12, 2014

Quédate a dormir

Estoy sentado al borde de la cama.

- Quédate a dormir.

No dice nada, tumbada en la cama.
Me desnudo y me abrazo a ella.

Suave y mullida, abrazo la almohada, otra noche.

Otra noche que se queda a dormir.

Ajedrez

Como cada tarde, desde que estoy en paro, bajo al parque del Retiro, allí en un rincón apartado, bajo unos chopps y unos olmos hay unas mesas de ajedrez envejecidad por el transcurso del tiempo, la humedad y el calor.

Como cada tarde cuando las sombras caen sobre los tableros dibujados en la mesa, se acercan unos viejecitos, sacan de sus cajas de maderas, torres, caballos y peones, alfiles, rey y reina.

"Hoy juego con las blancas" - dice uno.
"No empieces otra vez con el gambito de dama" - le contesta el otro.

Me fijo en un anciano que saca sus fichas de un paño, con todo mimo las coloca sobre la mesa como si fueran de cristal.
Las negras y las blancas.

Me acerco, y le saludo, el me contesta amablemente.

- ¿Puedo? - le digo.
- Claro, ¿sabes jugar?
- Algo sé. - le contesto
- Ya somos dos.
- Me llamo Carlos.
- Yo Javier, sientate - me dice - ¿blancas o negras?

Y empezamos a jugar, despacio, pensando cada jugada, casi como  profesionales.
Las sombras van corriendo sobre la mesa, el alfil amenza a la reina, pero el caballo apoyado por la torre contraresta el ataque.
El anciano sonrie.

- Lo siento, se me ha hecho muy tarde y debo irme.
- No te preocupes Alberto.- me dice el anciano- mañana continuaremos la partida.
- Mi nombre es Carlos.
- ¡Ay! hijo perdona, esta cabeza, ya me falla la memoria, ¿volveras mañana?
- Si - le contesto - no faltaré.
- Entonces continuaremos la partida, eres un buen jugador.

Al día siguiente, llego al rincón del parque, Javier está sentado y cuando me acerco tiene las piezas desplegadas ¡¡tal y como dejamos la partida!!

- Hola Carlos
- ¿Perdona te conozco?...

Me quedo parado, es imposible, no me reconoce y sin embargo las piezas están dispuestas tal y como dejamos la partida.

- Jugé ayer contigo, dejamos la partida tal como está ahora...
- ¡Ah! si.. perdona, mi memoria no anda bien...
- No te preocupes ¿jugamos?

Y jugamos, al quinto movimiento me hizo jaque mate.

Catecismo

Aún recordaba aquella figura lastimera de un bello hombre ensangrentado, clavado en la cruz.
Los rezos de primera hora de la mañana,la rigidez de Sor  Fulgencia, que no permitia ni una carrera por el pasillo camino al patio de aquel colegio de monjas.

Aún recordaba como había sido educada, esperando a un amor que cuando llegó se desvaneció tan pronto, como tan pronto llegó él con olor a otro perfúme.

Y los anclajes de aquella educación la retuvo veinte años, veinte años envueltos en pañales, olor de comidas en la sartén, de frío en las sábanas, de piernas abiertas mientras él se desfogaba y ella miraba como se descorchaba el techo, al igual que su vida.

El matrimonio es para toda la vida, le decía su madre, y  si acaso pronunciaba la palabra sexo una lápida de silencia caia sobre ella.
Sin embargo en la calle, en las revistas, en la televisión, el sexo palpitaba, la palabra infiel, separación o divorcio, era mas frecuente que el bajar todos los dias a comprar una barra de pan.

Todo sucedió aquel primer domingo de octubre, cuando el nuevo párroco, un chico joven la confesaba.
"Ama a tu prójimo como a ti mismo" le dijo, "si no te amas a ti no puedes amar a nadie, Dios nos regaló la vida, esto no es un valle de lágrimas, no hay nada malo en que quieras vivir, el matrimonio no es una cadena a la que debas estar sujeta de por vida".

Aquello trastocó su existencia, "no es un valle de lágrimas.." ,"ámate a ti misma..." se repetía.

Y un día metió su vida en la maleta, dejó el viejo catecismo sobre la mesilla y cerró la puerta tras de sí.

El piano

Abrió la tapa con sumo cuidado, como si de un bebé se tratara, cuando le va a cambiar el pañal.
Ante ella  las 88 teclas del piano relucian como si fuera la primera vez que vieran la luz.
Posó los dedos sobre ellas deslizandolos, sin presionar, mientras el piano seguía mudo.

Levantó las manos y las dejó caer, con el primer "do" él cerró la puerta tras un te quiero que se perdió en el aire, con el "re"  colgó los recuerdos en el tendedero de su memoria,  el "mi" trajo una casa cerrada donde alguien un extraño retira el cartel de "se vende", rozó el "fa" como si con ello pudiera llevarse la lágrima que surfeaba en su mejilla, el "so" trazó una sonrisa en su boca, "la" se conviertió en el el aleteo de un pájaro que lograba llevarla lejos de allí, y por último el "si", un si quiero, un si puedo un si que borraba los si hubiera, si fuera,  y si...

Con ellos compusó su última melodía, una que supo que nunca llegaría a superar.

Cerró el piano y descalza, bailó sobre él.