Cerré la puerta tras de mí, pero si te he de ser sincero, lo
que realmente sucedió es que me cerraron la puerta, sin más, de un día para
otro.
Tras aquella puerta dejaba
colgando de las paredes, en marcos ya vacíos, toda una vida, en la cama, con las sábanas aún calientes,
quedaban entre sus pliegues el sudor del amor, las caricias, los gemidos, y
aquellas noches, largas noches de insomnio y de escarcha.
En la cocina aún caliente el café empezaba a enfriarse, en
aquellas tazas que seguramente nadie ya podrá beber de ellas.
De mi mano cuelga una maleta, tan vieja como yo, tan cargada
como mi alma, oigo los gritos en la calle, pero son sólo ecos lejanos, piedras
que se lanzan al viento, ¿pero quién puede hacer daño al viento con una piedra?
Al salir a la calle la luz de un foco me deslumbra, alguien
me pone un micrófono en la boca, ahora soy noticia, dentro de unas horas no
llegaré a ser ni un recuerdo.
Camino por la calle, las palmadas en el hombro, los abrazos,
las palabras de ánimo se han quedado en el asfalto camino de la alcantarilla.
Sólo soy un desahuciado más.