viernes, septiembre 26, 2008

Miedo

Tengo miedo a olvidar que voy olvidando.

Miedo a reinventarme cada dia y olvidar un poco lo que fuí,
calles, lugares, olores empiezan a desvanecerse entre la arena del reloj del tiempo, se entierran alli sin ninguna losa, sin epitafio, sin señal alguna que indique que pasaron y siento miedo.

Miedo a empezar a olvidar que estoy olvidando.

viernes, septiembre 19, 2008

Arco Iris

El sol acariciaba la ventana, corriendo sus rayitos por el cristal como si de una pista de patinaje se tratara.
El café caía lentamente llenando la estancia con su aroma, ella apoyaba sus manos contra la pared de la ducha, el agua se deslizaba por su piel.

Salió con la toalla enrollada a su cuerpo, se sacudió el pelo, y llenó su taza, en la calle la gente como conejos saliendo de su madriguera apuraban el paso al son de las manecillas del reloj.

Bebió un poco, y dejó que su vista se perdiera en la acera.

Empezaba otro otoño, miró a su alrededor, qué pocas cosas habían cambiado, cada año promesas, sueños, la ilusión de que algún día el silencio y el eco de las paredes se rompieran por risas, por gemidos, poder cerrar los ojos bajo un cálido abrazo y dejarse llevar.

Sus ojos saludaron a esos recuerdos, como sólo ellos sabian hacerlo, dejando escapar un rio sobre sus mejillas.

Se acercó a su cómoda y abrió el cajón, alli entre encajes y seda, vió un grupo de cartas, todas con la misma dirección, todas sin enviar, como si hubiera llenado los frascos con palabras, los hubiera cerrado, y olvidado en la alacena.

Las acarició, y los recuerdos se enredaron en sus dedos.

Sintió la caricia de la soledad abrazar de nuevo su corazón, como el invierno se lanza sobre la piel nada más salir de la cama.

Y en aquel cajón encontró su diario, un libro de viaje de pastas negras, donde vertía sus sentimientos.

Lo abrió al azar, y empezó a leer...

" Me siento triste, la lluvía golpea los cristales, la noche se hace dueña del dia y apaga mis fuerzas como si soplara la luz de las velas. Recuerdo los días así cuando dejaba de ser una niña y mi madre resistiendose a aceptarlo, aún venía a taparme a mi cama, se sentaba a mi lado y con el torso de su mano acariciaba mi mejilla, y siempre, siempre que me veía triste me contaba:
"Los días de lluvia nos traen la nostalgia envuelta en sus gotas, y uno cierra los ojos y recuerda esos días de cielo azul donde el sol como si fuera una enorme sonrisa nos viste de pies a la cabeza, pero recuerda mi niña, que para ver lo más hermoso que el cielo te puede regalar, para ver el arco iris como un puente a un mundo mágico, el sol necesita de la lluvia, y la lluvia necesita que el sol juege con sus lágrimas, para que de ellas, se extienda ese puente de color, quizas te sientas triste, pero cierra los ojos y dentro de esa tristeza verás que el sol saldrá de nuevo y sobre ti se dibujara un hermoso arco iris."

Y ella acaricia la página de su diario como si con ello pudiera acariciar a su madre, y entre sus labios florece un pequeño susurro: "si, mama, el arco iris se dibujara.. un día"

Entonces un rayo de sol logra atravesar la ventana y corre raudo hasta su mejilla y atraviesa sus lagrimas estallando en colores, y sobre el espejo se pinta un pequeño y diminuto arco iris.

viernes, septiembre 12, 2008

Tiempo

El calor pierde la batalla contra el tiempo y el alba,
dejando las sábanas llenas de escarcha.

Risas que se desvanecen entre las manecillas de un reloj,
y se estrellan contra la pared, astillandose en ecos perdidos.

Desayunos fríos, un café solitario y con prisas, a pesar que
nadie espera.

Tardes que agonizan lentamente, en una rueda que se repite
día a día, y que muere cuando los párpados echan el cierre.

Silencio que estalla en los oidos, palabras mudas, mordazas del alma.

Aún quedan los platos fríos, en cenas que nunca llegaron, mientras
el microondas calienta los sueños.

Pasos que huyen sobre baldosas de un calendario que desprende sus
hojas como los árboles en otoño.

La puerta se cierra, y la sombra se proyecta en espejos que vieron
imágenes que se pierden en el olvido.

Mañana traerá su luz el alba y con ella se iran estos versos de oscuridad.

miércoles, septiembre 03, 2008

El Rey y la Bruja

Hace mucho, mucho tiempo... ¿o no hace tanto?
Vivía un rey en un solitario castillo.
En su reino había pueblos, caballeros, guerreros, doncellas, pajes, y como no, una malévola bruja que ansiaba el poder del rey.

A los ojos del rey, la bruja era una poderosa alquimista que le ayudaba a sobre llevar el peso de su vida, con sus conjuros y su compañía,
Pero la bruja pasaba más tiempo en su cueva con los brebajes, los rabos de lagartija, ojos de murciélago, polvo de cuerno de unicornio y agua de luna, que con el rey. Por eso a veces el rey, en su solitario castillo deambulaba de un lado a otro, dejando sus quehaceres al margen, tal era la dependencia que tenía de la bruja.

Sin embargo cuando se asomaba a la almena y veia aquellos inmensos campos, en atardeceres dorados, suspiraba por los tiempos en los que él montado en un hermoso corcel se perdía en aventuras. Unas persiguiendo a dragones, otras llegando a remotos países.
Cuando esto pasaba, un cuervo, servil lacayo de la bruja, volaba raudo a decirselo a su ama, la cual corría al castillo, para que así el rey volviera a estar bajo su poder.

Un día, la bruja pensó que perdía mucho tiempo cada vez que tenía que "ensoñar" al rey, asi que abrió su gran libro de conjuros, y en él encontró la solución.
Creó unas gafas con las que el rey solo vería los colores que la bruja quisiera, de esa manera cuando el rey se asomara a su almena ella podría cambiar los atardeceres dorados, por una gama de grises y el rey nunca añoraria más la vida fuera de aquel castillo.

Pero la bruja cometió un desliz, engreida en que ella era todo poderosa, creó unas gafas que el rey no vería, pero se olvidó de que los demás si podrían verla.

Asi llegó a palacio y cuando el rey dormía placidamente, la bruja le puso las gafas.

Desde ese día la bruja controlaba al rey, cuando este se ponía un poco nostalgico, las gafas cambiaban los colores, e incluso con el tiempo la bruja las perfeccionó de tal manera que llegaba a cambiar lo que el rey podía ver, le cambió la realidad.

Nadie en el reino se atrevió a decirle nada al rey, pues este siempre lo negaba, llegó a ser tal su cabezoneria que en el reino decian que el rey habia perdido la razón.

Y llegaron las fiestas al reino y al castillo llegaron caravanas de gente, se instaló un mercado, donde trovadores cantaban hazañas de Oriente, osos enormes retozaban con perros simulando cruentas luchas, malabaristas y payasos ponian una sonrisa en los niños, y cara de asombro en los mayores.
La bruja enrojecía de cólera y envida, pues el rey esos días no se acordaba de ella, y entonces las gafas se pusieron a funcionar y todo aquello que hacía soñar al rey, cambiaba.

Las fiestas tenían su punto álgido en un torneo y una gran cena donde acudia todo el pueblo, el rey la presidía, regadas del vino de la región la gente bailaba, reía, se contaban historias de lejanos lugares, viajes misteriosos, por un dia la felicidad parecia que habitaba entre todos.
Sin embargo ese año el rey no mostraba esa felicidad, veía las cosas segun las gafas de la bruja, esta, para que el rey no viera que tras los muros del castillo hay una vida, pintaba de gris toda la fiesta.

Entonces un niño salió de entre la multitud y se acercó al rey.

- Rey, por que si todo el mundo está feliz, tú estas ahi sentado, sin disfrutar de la fiesta, ¿no te hacen reir los payasos? acaso, ¿los malabaristas no te sorprenden?, ¿será que estas cansado de esas historias de lugares lejanos donde habitan los trolls, y los dragones echan fuego por la boca?

- Yo no veo nada de eso, solo siento el frío de la noche, la soledad que se cierne fuera del castillo, la gente que bebe y come y habla, donde dices que estan los payasos, y los malabaristas, que me hablas de cuentos de paises lejanos..??

De pronto sin que nadie pudiera evitarlo el niño alzó su mano y cogió las gafas del rey, y ante los ojos del rey apareció un mundo nuevo, y vió a los malabaristas y se rió con los payasos, y vió en su corazón las historias de aquellos paises lejanos.

La bruja viéndose al descubierto, huyó en su cobardía y nunca más volvio al reino.

Y el rey, desde ese dia, supo que tras las murallas de su castillo sigue habiendo un mundo a la espera de descubrir.

martes, septiembre 02, 2008

El Guerrero

Ascendió por la ladera, desde allí podia ver el valle al atardecer, cuando el sol teñía todo de rojizo, como si envidiara a los campos inundados de sangre de mis enemigos y de mis compañeros.

Podía oir el bramido de la batalla, choque de escudos, cuerpos contra cuerpos, gritos de ánimo, y sollozos de angustia.

Miró al cielo y creyó ver en el, la sonrisa de los dioses, divirtiéndose ante el espectáculo que los mortales, sin ser consciente de ello, les estaban ofreciendo.

Se quitó la armadura, preso de una rabia contenida, y con toda la ira floreciendo de sus labios les gritó:

"Es esto lo que quereis? decidme, es esto? ver el sufrimiento, y el dolor?, pues aquí me teneis, si mi muerte puede satisfacer vuestros deseos ,tomadla, y dejad que esto termine ya.

Tomó su espada teñida en sangre y se lanzó a la carrera, los pocos valientes que salieron a su paso se encontraron con la muerte antes de lo imaginado, cercenó la cabeza del primero, y girando sobre si mismo hundió su espada en el estómago del segundo, fué avanzando viendo la mirada sorprendida de aquellos que osaban lanzarse a medir sus fuerzas.

Y sintió el dolor de la muerte pasar a su lado, y por un breve instante recordó el dolor que él habia provocado, ojos llorando su ausencia, y su traición, intentó borrar ese recuerdo, por que sabía, que si allí seguían abrirían la puerta a otros recuerdos.

Se concentró en el fragor de la batalla, el sol avergonzado se escondía mientras el cielo se cujaba de estrellas y el campo anegado de cuerpos narraba lo cruenta que era la batalla.

Pocos enemigos quedaban ya, el sabor de la victoria, de una paz deseada besó sus labios, cuando un compañero gritó: "victoria", él se giró, bajó su espada, y sintió quepor fin habia llegado la hora, que su hogar estaba cerca, que todo había acabado.


Nunca supo de donde vino esa flecha, sólo sintió una punzada que le atravesó el pecho, cerró los ojos un instante, mientras caia de rodillas, no quería morir asi, abrió de nuevo los ojos y ante él, el cielo estrellado brillaba de forma especial, sintió frio y soledad, quizas era como debía acabar, y en el fondo supo que volvía a su casa, mientras las estrellas se iban apagando.

Todo se tornó oscuro.
Y sólo sintió paz.