Llovia.
Cuando me asomé la ventana, llovía.
Un domingo gris y plomizo se abatía sobre Madrid, como si de alguna manera buscara una complicidad con lo que sentia.
Por que dentro de mi, llovia.
Cogí mi chubasquero, mi ipod, y salí a la calle, un domingo más, otro domingo más.
Esta vez no tenía esperanzas de encontrarme con el viejito, el día invitaba más a permanecer en casa, le imaginé con un cafe caliente, y algun dulce, mientras desde su butacón miraria las calles casi vacias.
Caminé despacio, con la mirada baja, como si de esa manera todo lo que venia delante se fuera apartando a mi paso.
Pensaba en el silencio.
En esos silencios que se cuelan entre los poros de la piel, entre los surcos de las arrugas, y van calando poco a poco, como el agua que caia esa tarde.
Senti el silencio volver, no el silencio que provoca la falta de sonido, el silencio que provoca la falta conocimiento.
Camine dejandome llevar por la musica, evocando otros lugares, otros tiempos, a veces dibujando el futuro simplemente a mi antojo, tal y como me gustaria que fuese.
Llegué a la plaza de Cascorro y subi hasta la Plaza Mayor, me pare a ver la lluvia a través de los focos, una ligera cortina de agua empapaba el adoquinado, sin embargo me sentía bien, era como si a pesar de todo me estuviese empapando de vida.
Entré en la iglesia de san Gines, aun no habia empezado la misa de las 8, el silencio, otro de los silencios, solo era desnudado por un susurro de cantos Gregorianos. Me pierdo un momento, en la efigie de un Cristo crucificado, y le pido y le ruego.. en silencio, como a Judas Tadeo, su efigie parece mirar a los que alli en silencio, le hablamos.
Volvi a la calle, la lluvia segui pertinaz, por lo que Arenal estaba casi desierta, pero al fondo sorprendido le vi con un paraguas, caminaba despacio, como si disfrutara del momento.
Me acerqué a la carrera.
- Hola. - él se giró y en cuanto me vió esbozó una de sus sonrisas.
- Hombre hola, no pensaba que hoy anduvieras por aqui con la que cae.
- Ni yo que usted, pasease
- Bueno la verdad la lluvia me encanta, y a mi edad uno no sabe cuantas veces puede disfrutar de dias asi.
- Me deja que le invite a un cafe en san Gines?
- Venga perfecto. Acepto.
Y fuimos a San Gines. La mas famosa chocolateria de Madrid, Con sus mesas de mármol. Aquella tarde habia mas gente de lo habitual, pero encontramos sitio en una esquina apartada.
Como si él en el fondo supiera que lo que yo buscaba era cobijarme una vez más en sus palabras.
Se acercó el camarero y pedimos.
Permanecí un rato callado, sin decir nada, en silencio, mirando aquella cafeteria, donde en una esquina una pareja de viejitos tomaban su chocolate caliente con unos churros, y sin querer me estremecí de emoción y tristeza.
Él lo percibió.
- ¿Que envidia verdad?
- Si. - le dije, mientras mi voz se ahogaba en lagrimas deseosas de derramarse- Tengo la sensación que nunca viviré eso
- Nunca es mucho tiempo.
Y volví a callar.
- Hoy estas muy silencioso, ¿te pasa algo?
- Quizas eso mismo, que pienso en los silencios.
- Ay, chico los silencios, hay tantos, unos que lo dicen todo, otros... otros frios como la noche.
Recuerdo... no te importa que te cuente algo ¿no?
- No, por favor, estoy deseando escucharle
- Pues, como te decia, recuerdo el día que murio mi madre, llevaba enferma un tiempo, estaba en casa, cuando una mañana, al levantarme, todo era silencio, un silencio que atraviesa las paredes y va cubriendo habitación por habitación. Lo recuerdo por que ni siquiera se oía el sonido del campo, de los pajaros o de los perros, dicen que es el silencio que deja la muerte al irse. Subí a la habitación, mi padre sollozaba con la mano de mi madre entre las suyas, me acerqué a él, y toque su espalda, no nos dijimos nada, guardamos silencio, llorando quedamente, el silencio de una pena.
Luego llego el dia del entierro, cuando todo el mundo se va y tu te quedas solo en el cementerio, es otro tipo de silencio, un silencio que recoge, en el que te envuelves, por que es un silencio intimo. Dos días despues estaba en la cama con mi novia, nunca supe si ella quiso hacer el amor conmigo para quitarme la pena del dolor de mi madre, o simplemente por que se sentia atraida y enamorada. La recuerdo por su forma de gemir, casi a voz en grito, sin embargo cuando terminamos, ninguno de los dos dijo nada, y aquel silencio llego cargado de palabras que llovieron en la cama, seguro que si hubiera tenido que decir algo no lo habria hecho mejor que aquel silencio.
Le miré, en sus ojos estaba esa expresión de nostalgia, de esos tiempos donde uno ama con el ardor de la juventud, y eso nunca se olvida.
- Es cierto que hay silencios que duelen y otros que dicen todo.
- Si, asi es , pero hay un silencio que mata, lentamente, que va aniquilando los sentimientos, que te deja abandonado y destruido.
- ¿Y ese cual es?
- Te contaré, por que para mi desgracia lo viví. Recuerdo que seguí con mi novia del pueblo, pero hubo un año que tuve que irme, cuando una cosecha iba mal, debiamos buscar trabajo en la ciudad, o irnos a la capital. Ese año, tuve que irme a la capital.
La despedida fué triste, pero prometimos escribirnos a diario y asi fué hasta que un dia, no recibi ninguna carta, al principio pensé que era un problema de la entrega, pero pasó una semana y luego otra, y ese silencio, el no saber, la impotencia de no tener noticas, te va matando lentamente, sin piedad. Hubo noches que creí enloquecer de rabia y de dolor. Ese silencio casi me mata..., el no saber de ella.
Le mire y quise agarrarle la mano, quise decirle que le comprendia, que no sabía hasta que punto podia entenderle, pero no quise romper ese momento.
- ... al final, uno se recompone poco a poco, aunque en noches sin sueño te preguntes el porque de tanto silencio. Luego supe que su padre habia perdido mucho dinero en unos estraperlos y se habian tenido que trasladar a una ciudad costera, al parecer a ella la convencieron de que lo mejor era romper con todo el pasado, o al menos eso me dijo ella cuando pasado los años me la encontre una vez en el pueblo.
Por eso ahora en mi casa siempre tengo encendida la televisión o la radio, no quiero silencios. Aunque eche de menos esos que dicen tanto.
- Si, esos son los mas hermosos, cuando una mirada puede decirlo todo.
- Y ahora creo que ya he hablado bastante, debo irme.
- Le importa si me quedo yo aqui un rato mas?
- No, que va, acercame mi paraguas por favor... ahh y gracias por el cafe.
- No hay de que.
- Cuidate, y como siempre, hasta luego.
- Cuidese mucho Ud. tambien, espero volver a verle pronto.
- hasta luego.
- Adios.
Y alli me quedo yo, con mis silencios, pensando en silencio, en todos esos silencios, sabiendo que cuando llegue a casa uno de ellos me espera.