domingo, octubre 25, 2009

MI viejito

Hace tiempo...
Hace tiempo que no escribo de él.

Él.
Mi viejito.
Las calles se quedaron vacias, mis paseos se quedaron huecos, la mesa de aquel café Jamaica se quedó vacia... de nuevo.

Y a mis dedos les cuesta escribir sobre él, por que vuelven los miedos, vuelve aquel dolor, vuelve el olor a desinfectante, a silencio de pasillos infinitos, noches eternas que nunca terminan en un amanecer, vigilia en un sofá...

Un día llegó le vi apagado, sus ojos perdidos, su labios se abrieron.

-¿que tal mi amigo?-

Me dijeron un silencio, ese que no trae nada nuevo, roto por un palabra: cancer.

"No vayas a verme, no quiero, dicen que aún están a tiempo, que quizás la quimio me afecte, pero tenemos más cafés pendientes..."

Yo lloraba y él... era él el que me animaba, le miro y suspiro, y veo como vuelven esas noches, rezar cuando ya no queda tiempo, maldecir a un Dios que a veces se olvida de lo que es la justicia, y desear que pese a todo, sólo sea un sueño.

Pero llega el momento, en que la vida se lleva lo que más quieres, y te deja ese vacio que nunca podrás llenar, esa extraña sensación de que lo que parecía eterno ya no está.

El recuerdo de mi padre se cruza con el recuerdo de mi viejito, él aún sigue aquí, cumplí mi promesa y no he ido a verle, aunque algunas tardes como hace años, subía al circular dirección Moncloa, y bajaba frente al hospital Fundación R.Jimenez, alzaba la vista y alli pequeñito veía las habitaciones, desde fuera que distinto parece todo, desde dentro...

Luego alguien con una bata blanca, me decía como se encontraba, y entonces dudaba si subir o no, miraba el ascensor, y daba la vuelta.

Me quedaba el consuelo de pasear por la calle princesa, con mi música, llegar a Plaza de España, cruzarme con miradas y gente que fluye como sombras. Subir hasta Callao, de pronto una mirada, alguien aparta la vista, otro sonrie, y sientes que la vida se abre paso de extraña manera entre la tristeza y el adios, quien sabe si mañana, puede que mañana...

Ayer volví a hacer el camino, bajo el sol de un otoño que ya llegó, visitas de domingo al hospital, y busqué la bata blanca, y por un momento cuando en la pantalla no aparecía su nombre, el tiempo se detuvo, lo suficiente como para sentir un aliento gélido, y luego sus palabras...

"Le han dado el alta, parecer ser que ha tenido suerte, aún tendrá que hacer mucho reposo"

Suerte... buscamos en la palabra "suerte" y a ella nos agarramos como si nos fuera a salvar de un naufragio, "si tengo suerte", " ha tenido suerte", pero tambien la lanzamos la pisoteamos y la odiamos cuando algo no sale bien... "maldita sea mi suerte"

¿Tiene suerte mi viejito? ¿La tuvo mi padre?, no creo, la vida es así, juega entre las esquinas unas veces guiña un ojo, otras se rie, y otras ... desaparece...

Como un juego, unos se mueren cuando mas les gustaría aferrarse a la vida, y otros deseando irse sin que llegue ese tren.

Sólo deseo que un día cualquiera, cuando me asome al viejo café y en su puerta se amontonen los recuerdos, de cafés a toda prisa en mañanas de invierno, de esperas en la boca del metro, una mano me salude, unos ojos me hablen y de sus labios vuelvan a salir aquellas historias que fuí metiendo en mi mochila, como compañeras de viaje, viaje que sólo son paseos por mi Madrid, sin los cuales, quien sabe, problablemente no seria nadie.

viernes, octubre 09, 2009

El coleccionista de rarezas

Había oido hablar de él, pero nunca lo había visto.
Pensaba que era como esas leyendas urbanas, donde alguien dice que le han dicho que un amigo de otro amigo ha visto o vivido algo, pero nunca es el protagonista el que cuenta el suceso.

Y yo escuchaba con atención cuando me contaban cosas de él, pero siempre con incredulidad.

Pero un día...

Iba caminando de vuelta a casa, bajaba por la calle envuelto en mis pensamientos, con los cascos puestos, cuando siento que me agarran del brazo, asustado me giro y ante mi veo a un hombre de unos cuarenta y tantos, con una camisa blanca y unos vaqueros envejecidos. Me sonrie. Me quito los cascos y le saludo.

- Hola, dime..
- Hola. - Me contesta, y acerca a mi cara un botella de cristal vacía, la abre.
- Podrías susurrar algo bonito dentro de la botella, estoy coleccionando frases bonitas.

En ese instante me doy cuenta de que todo lo que había escuchado era real, que aquel personaje al que todos tildaban de loco, existía de verdad, "el coleccionista de rarezas" le llamaban alguno. Su sonrisa me pudo, e inclinandome sobre la botella susurre unas pocas palabras. Él cerró la botella rápidamente, se la puso a la altura de los ojos, la zarandeó un poco, y volvió a sonreir.

- Gracias, ya tengo todo.
- Espera un momento, - le dije - ¿que tienes?
- ¿No lo ves?, susurros, bellos susurros de sueños y nostalgias, te ví y sabía que tú me darías uno, Y aquí esta junto a los que me dieron en la puerta del instituto una chica de bellos rizos morenos, dos chicos, y una mujer con un bebe.

Me quedé mirándole, por un momento quise decirle que la botella estaba vacía, que no había nada dentro de ella, pero ¿quién era yo para romperle sus sueños?, quizás me vendría bien que me diera uno de ellos.

- Y dime, ¿que más cosas coleccionas?, es cierto ¿que tienes cosas que nadie guarda ya?
- Si, siiii, tengo un montón de cosas en mi casa,- parecía un chiquillo excitado - tengo un tarro lleno de besos, una jarrón cerrado para que no rebose de espuma de mar, si acercas el oido puedo oir las olas. Una caja de madera repleta de sueños, en otra botella de cristal tengo un montón de miradas enamoradas, por la noche cuando apago la luz se encienden e iluminan toda mi habitación...
- Pero, ¿ de donde coges esas cosas?
- Uysss, si te fijas hay un monton de sitios de donde cogerlas, las miradas enamoradas las tomo del metro, cuando se miran algunos viajeros que ni se conocen pero coinciden día a día, mes a mes, las tomo del parque del Retiro cuando el sol de otoño aún calienta y deja atrás el verano, del parque donde van los niños a jugar con sus padres y estos los miran para que no se hagan daño... de la estación de Atocha cuando el tren parte y se despiden, de allí cojo muchas cosas. Tengo una jarrita llena de lágrimas de despedida y otra cajita llena de sonrisas de felicidad, tengo una bolsita llena de ritmos de latidos, esa la llené cuando vi a una pareja que fugazmente quedaba en la esquina de una tienda en la estacion de tren, ella llegaba corriendo, él llevaba esperandola un rato, sólo tenían un instante para verse, y yo abría mi bolsa y recogia los latidos de sus corazones, al principio los de él eran rápidos, latidos de espera, y los de ella llegaban cargado de prisas, luego como si existiera un hechizo entre los dos, mientras se besaban, los latidos se acompasaban en uno, mi bolsa se iba llenando de ellos, hasta que ella tenía que salir corriendo de nuevo, él se quedaba mirandola con una sonrisa de felicidad, a él tambien le he cogido para mi colección unas cuantas, y creo que guardé una o dos lágrimas suyas.
Pero no sólo colecciono esas cosas, tengo más, tengo un cajón lleno de hojas de otoño, rojas y doradas, que cuando llega la primavera se visten de verde, guardo gotas de lluvia de los días que hay arco iris, por que cuando las pongo al sol reflejan en mi pared todos los colores.
También tengo guardado bajo llave en un armario, en cajas de zapatos recuerdos, hay recuerdos inolvidables que cuando me siento triste los veo una y otra vez, en otra cajita guardo aquellos recuerdos dolorosos, pero esa caja no la abro, sólo la tengo pra acordarme que también existen.
Y luego una de las cosas que más me gusta es el último cajon de mi cómoda, lo tengo lleno de arena de playa. saco el cajón y esparzo la arena en el suelo suelto un poco de espuma de mar de la jarrita y suelo hacer algún castillo de arena como cuando era niño, luego cojo una pala y vuelvo a guardar la arena en el cajón.
Tengo entre mis libros fotos amarillas de un viaje precioso, a veces cuelgo las fotos de la pared, le pongo su banda sonora y si cierro los ojos estoy allí otra vez.

Estaba mirándole perplejo, no sabia que pensar, si en realidad era un loco, o era la persona más cuerda que había visto en mi vida, me dejé llevar y le dije:

- Si me esperas aqui un momento tengo algo para tu colección.
- ¿Para mi colección? ¿Estas seguro?
- Si, si, espérame un momento.

Corrí hasta casa, solté la mochila, y metí en una bolsa lo que quería darle.
Volví.
Desde lejos le ví, estaba hablando con un viejito, cuando me acerqué me enseñó su bolsillo.

- Mira, mira lo que tengo del ancianito.
-A ver...
- ¿Lo ves? Son gramos de dulzura y de ternura, de paciencia y de experiencia. pero dime ¿que me traes?
- Bueno, no sé si esto llegará a la altura de todo lo que tu coleccionas, pero te traigo una frasca, es mi "frasca de palabras", está llena a rebosar, y puedes abrirla y desparramarlas por el suelo, con ellas puedes viajar, puedes sentirte un guerrero en busca dde tu princesa, o ser un astronauta en una postal de navidad, puedes ... puedes soñar, ¡¡¡ sí, eso soñar !!!

Se quedó un momento mirándome, por un instante pensé que me iba a llamar loco, pero se abalanzó sobre mi, y me abrazó,

- Gracias, gracias, es de los mejores regalos que me han hecho en mi vida, no se como agradecertelo...
- Ya lo has hecho, contándome las cosas que coleccionas, me has hecho sentir

Le dí la frasca, él la tomo y la guardó en la bolsa con todo lo que llevaba, de nuevo me dió las gracias y sonrió.

- Me voy, tengo que ir a casa a dejar todo esto, y colocarlo.
- Si, llévalo con cuidado ¿vale? y espero volver a verte.
- Seguro que sí, muchas gracias de nuevo. Adios, hasta pronto.

No le volvía ver más, cuando conté lo que me había pasado, mis amigos me tomaron por loco, pero yo estaba seguro de que era real.
Unos meses más tarde me encontré con aquel viejito que había estado charlando con él, le pregunté por el chico, su cara se entristeció.

- Dicen que una mañana le encontraron muerto en su habitación, sobre el suelo había un enorme castillo de arena, todo ello decorado con palabras, de la pared colgaban fotos viejas, y un gran arco iris cruzaba la habitación, me dijerón que había un monton de cajas, botellas y jarras abiertas, pero lo más extraño de todo, era que sus ropas estaban empapadas de agua de mar, y que sonreía, sonreía como un niño. quizás es que siempre fué un niño, pero yo no creo que haya muerto, seguro que sigue escondido en alguna esquina del parque, o de la estación del tren con sus bolsas y sus botellas a la espera de guardar algo más para su colección. ¿Y usted que cree?

Por mi rostro una lágrima caía, la atrapé entre mis dedos.

- ¿Yo? yo ceo como usted, que en algún lugar sigue vivo, recogiendo todas esas cosas que nosotros soñamos.

Y saqué del bolsillo una botellita de cristal, metí aquella lágrima y volví a casa.

Sobre las aceras de Madrid, el sonido del mar rompía contra el asfalto.

lunes, octubre 05, 2009

El juego

Había recibido aquel sobre como el principio de un juego.
Todo por ser aceptada en aquel círculo que todos decían que era un privilegio pertenecer.

No fue muy difícil, ella podía presumir de su belleza, y de su cuidado cuerpo, ya sabía que aquello le habría muchas puertas, lo más extraño de todo fue el cuestionario, preguntas extrañas como aquellas que concernían a su vida privada, ¿Tienes novio? ¿Viven tus padres?...
Pero ella hizo caso a la persona que hacía de cicerone, era la única forma de entrar, ir de la mano de alguien.

Una vez que la aceptaron el siguiente paso era esperar ese sobre que tenía entre sus manos, donde el juego daba comienzo.
Abrió el sobre, en sus manos una hoja pequeña temblaba, como si las letras hubieran empezado a bailar.

Leyó la carta, era una invitación a "su" fiesta, una fiesta de presentación. Todo un misterio, pues sólo indicaba el lugar, la hora y la forma en la que debía vestir.

Aquellos días fueron eternos, en su cabeza sólo estaba ese día, esa presentación ,esa fiesta. Sobre la cama yacía el vestido que le habían mandado. Se lo probó sólo una vez, sobre su piel cayó la gasa blanca como lo hace la nieve sobre la cima de la montaña.

Cuando su cicerone fué a buscarla, no pudo frenar un gesto de sorpresa y aprobación, realmente su belleza llamaba la atención, y ese vestido se ajustaba a su cuerpo haciendolo aún más deseable. Ella sonrió maliciosamente.

Él abrió la puerta de aquel coche negro, y con una leve inclinación de cabeza ordenó al chofer que emprendiesen la marcha.
Sirvió dos copas de champan y brindó por esa noche, la noche de su presentación, ella se ruborizó un poco, los nervios se enredaron en sus manos.

Llegarón. Ante ella una gran mansión se alzaba imponente, por los ventanales podía oir las voces y la música de una fiesta que ya había comenzado. Él tomo su brazo y la acompaño hasta la puerta principal, allí la dejó mientras otra persona que ella desconocía la introdujo en el amplio salón, por un instante se hizo un silencio, algunas miradas la recorrieron, sabía que había causado el efecto deseado.

Le fueron presentando a los invitados, algunos de los cuales conocía por la televisión o la prensa, nunca pensó que podría llegar a alternar con tan selecta gente.

El tiempo fué pasando entre presentaciones, y copas de champán, alguno de los invitados se atrevió a tomarla de las manos y sacarla a bailar, lo que ella aceptó complacida.

Cuando de un gran reloj empezarón a sonar las 12 campanas, la música cesó, todo el mundo se mostraba expectante, justo en la última campanada las puertas se abrieron dando paso a un hombre de porte elegante, ella calculó que pasaría de los cincuenta, pero se conservaba bien.

Se acercó a ella despacio, y cuando estuvo a su altura, extendió sus manos, tomó las suyas y la música volvió a sonar.

La gente se abrió en circulo mientras ellos dos bailaban, ella se dejaba llevar, en su cabeza una suave niebla de alcohol iba cubriendo sus sentidos, las manos de él se deslizarón por su espalda descubierta, ella siente calor, un placer extraño que crece en su interior.

Él tira de los tirantes de su vestido que cae al suelo como una hoja de papel, siente rubor pero la niebla avanza en su cabeza y la adormece, siente como él se pega a ella su manos acarician su piel y sus pechos, bajan, los dedos de él se entrelazan en su tanga y de un tirón se lo arranca.

Ella intenta taparse, negarse, pero la niebla se enrosca en sus muñecas, en su brazos, y estos caen dejando ver su desnudez a todo el mundo.

Él la toma y la lleva hacia una mesa donde la tumba, a lo lejos ella oye unos murmullos, pierde la conciencia del momento y el lugar, percibe que aquel hombre se ha desnudado, sus manos acarician su cuerpo, siente sus dedos en su sexo, pequeñas oleadas de placer la sacuden...

Pierde la noción del tiempo, aunque sigue consciente, él la ha poseido, sobre la mesa, descansa y vuelve hacia ella, siente que le separa las piernas le roza suavemente y entra de nuevo en ella.

Se agita sobre ella, la niebla ahora llega cargada de placer, un placer que la recorre, se muerde los labios intentando no gemir.

Una mano acaricia su cuello y siente que la presión va aumentando, intenta pararle pero no puede, el placer se va perdiendo igual que su aliento,
mira a su alrededor, borrosas figuras aplauden. La mano se cierra sobre su garganta, intenta dar bocanadas de aire, con la esperanza de que sólo sea parte de ese misterioso juego, pero el placer ya ha desaparecido, y todo empieza a oscurecerse, todo se vuelve negro...

y la niebla deja paso a la noche oscura.