martes, noviembre 15, 2016

Tranquilidad

El sol había logrado descorrer las cortinas de nubes, que antes de despedirse habian dejado su tarjeta de visita.
Hacía frío, un frío acentuado por la humedad de la lluvia reciente y en el parque del retiro esa sensación solo la apaciguaba el olor a la hierba mojada.
El suelo se había convertido en una alfombra de tonalidades anaranjadas, el color del otoño había tomado posesión del parque.
Caminé, como siempre, con mi música, recordando que a esas horas hacía algún tiempo bajaba a tomar café con los compañeros de trabajo, lo echaba de menos, aunque nada es comparable con caminar por el parque, aún lo echaba de menos.
Lo encontré sentado en un banco, con la mirada perdida, esperando sin esperar.
Me senté a su lado, no hacía falta que le dijera nada, él ya sabía que iba a llegar.

- Llegaste... - me dijo, sin dejar de mirar más allá del seto.
- Sí, aunque no sabía que estarías aquí.
- Hace tiempo que te espero, y sé que llegarías cuando tuvieras que llegar.
- Es verdad, realmente llevo demasiado tiempo sin... me siento como si hubiera caido en el mar, pero no me hundo ni tampoco estoy a flote, me mantengo entre dos aguas, y ahí permanezco indiferente entre si voy al fondo o salgo a la superficie, y el tiempo pasa, dias, semanas, meses, no hay una corriente, ni olas, no hay nada mas que estar entre las aguas, mirando a mi alrededor... sin más.
- Quizás lo veas así pero sigues adelante aunque tengas la sensación de no mover los pies,  quizás sólo estas inmovil porque esperas una señal para elegir un camino, ese camino que quieres que te lleve a esa felicidad que tanto os venden y que aún no entendeis que no existe como tal.
- La felicidad... si, es posible que la hayan envuelto en papel de regalo y lazos pero que cuando lo abres solo encuentres una caja vacía.
- Te voy a contar algo
- Lo esperaba...
- Hace mucho, mucho tiempo, yo por aquel entonces era más joven que tú, estaba en una situación como la tuya, pensando si todo lo que había vivido merecía la pena, y si lo que quedaba por venir iba a merecerlo, ¿dónde se había quedado esa fuerza que me empujaba a saltar de la cama para vivir un día diferente? ¿dónde se habían quedado esas ganas de encontrar la felicidad, la ilusión por descubrir, por soñar despierto? y sin más, lo tuve frente a mi.
Había una puerta de color verde, y tras ella había una escalera de madera que crujía cada vez que la pisabas, y otra puerta que daba a un pequeño apartamento, blanco, muy blanco.
Una mesa circular blanca bajo una lámpara industrial, y un pequeño sofá.
Había un cuarto de baño frío, como solo se puede sentir en las madrugadas de escarcha, y había un dormitorio pequeño,  que se convertía en una isla lejos de todo.
Habían unos balcones con parpados de madera, blancos también.
Y allí, había una tranquilidad que solo podía compararse a cuando los ojos caen por el peso del sueño pero aún eres consciente de que no estas dormido.
Había noches que sólo mesaba unos cabellos, en silencio, en aquel pequeño sofá, y cuando sus ojos se reflejaban en los mios esa tranquilidad lo invadia todo, y habia felicidad en esos momentos, por que la felicidad es cuando , por fin, te sientes tranquilo, tu mente está tranquila no piensa, tu cuerpo está tranquilo no hay cansancio, ni estres, ni agobio, tu mirada es tranquila por que sabe que habra otra mirada para tomarla, y tu corazon está tranquilo por que sabe que se acompasa a los latidos de otro corazón.
Quizás para algunos la felicidad sea otra cosa, pero yo te puedo decir que allí habia felicidad, porque había una tranquilidad inmensa e infinita que lo abarcaba todo...
- ¿Y que pasó?
- Pasó.. que había demasiadas cosas en mi cabeza que terminaron echando esa tranquildad, y todo lo que era se conviertió en un había. pero no te contaba esto por nostalgia o tristeza, sólo quiero decirte que a veces la felicidad son sólo momentos de tranquilidad, no como se entiende estar tranquilo, sino TRANQUILIDAD en mayúsculas cuando todo tu espacio, tu ser, tu espíritu se encuentra en ese estado que ya ni siquiera es terrenal, quizás es solo el preludio a  la tranquilidad de la que hablan los que estan a punto de morir, los que han pasado esa línea y dicen que no quieren regresar porque en ese más allá hay paz, hay tranquilidad, quizás la felicidad que tenemos aqui pueda que sean retazos de esa tranquilidad.
- Creo entenderte, porque muchas veces, la parte más feliz de mi día es cuando me invade el sueño y no hay pasado ni presente, el futuro está en ese cerrar de ojos, en los sueños que van a llegar sin ser consciente de toda la presión, de la rutina del día, de la centrifugadora que es no parar de pensar.
- Así es, deberían enseñar en las escuelas a vivir, a encontrar esa tranquilidad en las cosas, en las personas, enseñarnos a amar, a querer...
- Tengo que irme, he de volver, ahora no puedo estar mucho tiempo sin volver...
- Lo sé, hoy no he podido contarte un cuento, pero la próxima vez lo haré, no tardes, yo tambien te echo de menos
- No sabes cuanto lo hago yo - le digo a mi viejito, que me sonríe al oirlo.

Tomo el camino de regreso a casa, sin mirar atrás, sé que ya no estará en el banco, seguramente estará tras esa puerta de madera, sintiendo y viviendo su tranquilidad.