domingo, diciembre 31, 2023

Maldito cabrón

 

  • Te vas.
  • Si, me voy...
  • Y no se si alegrarme, si te echaré de menos, si has sido mi amigo o alguien que vino a joderme un poco más.
  • Eso te lo dejo a ti.

¿Sabes? Cree una frasca de "buenos momentos y otros no tan buenos", al final que ahora que te vas, miro su contenido y hay más "no tan buenos" que "buenos", pero si tuviera que ponerlos en una balanza, sin duda se inclinaría por los buenos momentos, pesan más, me han dado más,..

...Han sido... un viaje inolvidable...

Y sin embargo me has quitado más de lo que me hubiera gustado, en un momento dado, cuando me enseñaste tu cara bonita, esa que dibujas con tu sonrisa, ¡quién no se puede rendir a tu sonrisa! te lo di, con cicatrices, con marcas, cosido a retales, y cuando lo tuviste jugaste con el como si fuera un montaje de lego, y me lo devolviste con las piezas desperdigadas, ahora cuando te vas, y empiezo a montarlo de nuevo, tengo la sensación de que te llevas alguna de las piezas guardada en tu bolsillo, y habrá otro hueco más sin rellenar, y de alguna extraña manera, que aún no atisbo a comprender, se que la voy a extrañar, que la echaré mucho, mucho de menos.

Gracias por el desfibrilador, aunque luego me dejaras en paro cardiaco.
Gracias por dejar que sigan junto a mi, esas personitas que me dan la vida.
Gracias por esos momentos que me has regalado, no se si envueltos en papel de tornasol, para deslumbrarme y luego has acabado llevándotelos, en ese juego que tanto te ha gustado jugar conmigo, ahora te doy, ahora te quito.

Te odio por todo lo que te llevas y me da miedo pensar que aunque pensé que lo tuve, no voy a tenerlo más.
Te odio porque me prometiste muchas cosas que luego se las llevó el viento.
Te odio porque con el frío de Enero te prometí muchas cosas que se han quedado en el olvido.
Te odio porque cuando me regalaste lo que tu y yo sabemos aceleraste tanto las agujas del reloj, que no me di ni cuenta, y se pasó tan, tan rápido, que  parece que solo fue un sueño.
Te odio porque me gustaría pensar que podría reiniciarte para volver a tomar, coger, sentir, atrapar, guardar, rehacer, decir, cambiar, reír, llorar, abrazar, besar, bailar, volver a besar y volver a bailar, todo aquello y todas las veces que no lo hice, que se me murieron las ganas en los brazos del miedo.
Te odio pero te quiero, aunque tenga la sensación de que me has maltratado más de lo que deberías.
Te odio por el daño que me has hecho, pero te quiero porque ese daño fue por los regalos que me hiciste.

Vete, vete ya, no se si te echare de menos, o te extrañaré toda una vida. pero se que nunca te olvidare.
Vete 2023 antes de que me arrepienta, antes de que te eche a patadas.

Y cuando vayas a cerrar la puerta, acuérdate de lo que te llevas de mi, de esas piezas de lego.
Y deja la puerta entre abierta que llega tu hermano.

Y si, no digas nada, ven dame un abrazo maldito cabrón. me jodiste bien jodido, y aún así... te quiero.

martes, diciembre 26, 2023

Encuentro

 Recuerdo la primera vez que quedé contigo, una de esas cita a ciegas, donde nunca sabes lo que vas a encontrar, quizás parodiando a Forrest Gump es como abrir una caja de bombones y meter en ella la mano sin verlos, quizás tengas la suerte de encontrar el que te gusta, quizás te toque alguno relleno de lo que más odias.


Sin embargo, aquel día yo metí la mano en la caja y desde el primer mordisco que di al bombón, siempre en sentido figurado, por que el primer mordisco tardó un tiempo en llegar, supe que era mi sabor favorito, un exquisito bombón de tres chocolates, que se derretiría en mi boca lenta, muy lentamente como lo hace la nieve en los abrazos de los primeros rayos de sol.

Nuestro encuentro, a parte de formalidades, de preguntas de formulario,  transcurrió como esos juegos de tenis en que los dos rivales pelotean en el fondo de la pista, sin ninguno querer subir a la red, por miedo a una bola alta, un pase in shot, sin embargo, quizás por esa deformación que tienen aquellos que les gusta la fotografía,  y que nunca te pregunté si a ti te pasó lo mismo, yo no dejaba de buscar gestos, gestos en tus dedos cuando hablabas dibujando las palabras, gestos en el movimiento de tus labios, en esa lenta cadencia que los sumía en un tango, gestos en el suave aleteo de tus pestañas que cual diafragma de una cámara se abrían y cerraban para dejar ver aquel pozo imenso como un océano que eran tus ojos, he de reconocer que algunas de tus  palabras se me perdieron en el funicular de tu mirada, hipnotizado, como si pudiera montarme en ese funicular y dejarme llevar donde simplemente tú quisieras.

Maldije a aquel que inventó el reloj, y acordándome de Einstein y sus teorías, quedó demostrado que el tiempo no es como lo conocemos sino como lo vivimos, a veces raudo como la velocidad de la luz, otras lento como un diapasón marcando el ritmo.

Sin embargo pese a la brevedad de aquel momento, que quizas fuesen horas y vaya usted a saber si lo fueron, no hay sensación tan opuesta como la que deja un encuentro así, las infinitas ganas de volver, la rabia contenida porque ese momento se quedó atrás y aún quedan horas para que llegue otro, diferente, si, pero prometedor.

No os cansaré con mi segundo encuentro, el recuerdo que tengo de aquel, no fueron sus palabras, aunque si las recuerdo como se deslizaban de entre sus labios, como lo hace un riachuelo cuando se deshielan las primeras nieves, lo que más recuerdo fueron aquellas infinitas, otra vez la palabra infinita, las infinitas ganas de besarte, de acercarme lentamente a tu boca susurrando "quiero besarte", con ese temblor que produce el miedo a si te gustaría que lo hiciera.
No hay nada comparable a ese momento, a que el deseo, a que la mirada se quede enganchada en su boca, y sientas como se desboca el ritmo cardiaco, como lentamente te desplazas en tu asiento para estar más cerca, más cerca, más cerca...

No, no os diré si llegué a besarla, eso se queda entre ella y yo, pero sí os diré que  como decía aquel bolero "aunque pasen más de mil años en la boca llevaré sabor a ti"

lunes, diciembre 18, 2023

La moneda

 Madrid se viste de invierno, la gente recorre sus calles envuelta en mil capas, donde solo son visibles unos ojos, ojos que se pierden en pantalla de móviles.

La acera cruje, las manos se esconden, y los pájaros han dejado de cantar. El parque del Retiro se ha desnudado, y el suelo se endurece intentándose proteger de las heladas de la noche.

No muy lejos, le distingo, con un jersey de lana blanco que hace juego a su pelo, y un abrigo de paño.
Su mirada es caliente, igual que su mano cuando me saluda y me indica que me siente a su lado.

- Hola, con el frío que hace, aquí sentado, vas a coger un buen constipado - le digo
- Te esperaba - venga caminemos un poco.

Dejamos a un lado el Palacio de Cristal, caminamos hacia la zona zen del parque, y me invaden los recuerdos de una conversación sobre la hierba, ya muy lejana.

- A veces - le digo - encuentras personas que lucen, que parece que tiene un brillo propio, y quedas cegado por su luz, pero te das cuenta que son como la luna, su brillo no emana de dentro, es simplemente un reflejo, como la luna, quieres desear que su luz y su brillo sea propio, pero tan solo es el reflejo de la luz que le llega del sol.

Me mira, y asiente, pero no alivia mi pena, una pena y una impotencia que muerde fuerte en mi interior.

- Podría contarte una historia, aunque tengo poco que ver con lo que me cuentas, ¿quieres?
- Claro - le contesto, mientras cruzamos un puente de madera, y no puedo contener que una lágrima se deslice por mi mejilla, como lo haría una gota de lluvia en un cristal.

- Hace tiempo, en una calle muy transitada, había en el suelo una moneda, a simple vista parecía un vulgar céntimo. Muchas personas pasaban y ni siquiera se fijaban en ella, otras, la miraban pero no hacían movimiento alguno para recogerla, seguramente pensaban que no merecía la pena el esfuerzo de agacharse para recoger un centimito, y así aquella moneda permaneció tirada en la calle un día entero.
Hasta que una persona llegó, se agachó y la recogió, la miró por unos instantes y se la guardó en el bolsillo.
Cuentan que la tuvo un tiempo en su bolsillo, que de vez en cuando  metía la mano y la acariciaba, hasta que un día la sacó y se fijó que aquella moneda, aquel céntimo era diferente y esa diferencia es la que le daba un valor incalculable.

Se quedó mirándome, esperando que le dijera algo.

- Así es, a veces  no nos damos cuenta de que la vida nos pone delante ante cosas, personas, que no sabemos valorar,  incluso la vida nos da esa oportunidad y la dejamos pasar,  y es cuando surge la pregunta a algunos, de ¿porqué la vida te pone delante de oportunidades que cuando la tienes en la mano se pierde como si fuera arena entre los dedos? Dime, mi viejo amigo.

- No hay respuestas a eso, yo al menos no la tengo, solo sé que duele ...

Y si, duele y mucho, quizás la vida sea eso a veces lo que nos enseña llega a través de un dolor, que puede ser insoportable, pero hasta eso llegar a pasar con el tiempo, aunque deje cicatrices que nunca se olvidan.

Le dí un abrazo a mi viejo, le desee unas felices navidades, allá donde fuera a celebrarlas, y tomé el camino a casa, me abroché el abrigo, y me perdi por las calles de Madrid

La Hoja y la Estrella

Un árbol.
Unas ramas.
Y en las ramas unas hojas.

Una estación.
Primavera, verano, otoño.

Otoño.
Y las hojas caen.

Con una ligera brisa, llevándoselas lejos de allí.

Lejos. Muy lejos.

Sólo una hoja.
Una hoja sólo.
Que se aferra al árbol.
Árbol que tiene sus raices clavadas en la tierra y no se mueve.

Pero al final la hoja cae, amarilla, en un leve balanceo hasta al suelo, lo mas cerca del tronco, abandonando la rama, sin dejar al árbol.

Arriba.
Un poco más arriba.
Más aún.

Una estrella cae.
Simplemente cae, por que si, da igual porqué, pero cae.

Y cae al lado de la hoja.
No mas allá, justo al lado.

viernes, diciembre 15, 2023

¿El final?

Abrió su armario y eligió la mejor ropa que tenía. Sin duda era una ocasión única y especial.
Se alisó la camisa, y frente al espejo se dió los últimos retoques con un suave maquillaje,
una ligera sombra de ojos y un leve toque de carmín en sus labios.

Él se había ido,dejando tras de si una estela de silencio y soledad.
La puerta se había cerrado, como se apaga el día cuando el sol muere tras el horizonte.

Sonaba su artista preferido en aquel aparato viejo de música, que todo le mundo le decía debía cambiarlo por un reproductor de ipod. Sin embargo ella no veía en el solo la antigüedad, sentía las horas que la
había acompañado cuando bailaba en la oscuridad.

Pensó en todo el tiempo que había pasado, los años transcurridos, el sabor agrio de la decepción, de
volver a sentir que a pesar de todo el camino recorrido, del bagaje, del cúmulo de sentimientos, enseñanzas y experiencias, estaba otra vez sola, y por primera vez desde que se lo dijera sintió el aliento frío del miedo en su espalda.

Intentó no llorar, pero unas lagrimas traicioneras se asomaron al balcón de sus ojos, mientras su viejo equipo susurraba: 
".. Good night, it's allright Jane. I'll meet you tomorrow night on Lover's Lane.
 We may find it out on the street tonight baby Or we may walk until the daylight maybe.."

Abrió la puerta, dejó que el aire frío de la noche se enredara en su pelo, sonrió y sin volver la vista atrás,
se lanzó a vivir.

lunes, diciembre 11, 2023

Acordes

 Una canción


Desenfundó.
En aquella esquina que olía a prisas, a indiferencia.
Desvistió su guitarra, acomodó la funda y soltó sobre ella unas monedas.
Suspiró cansado, pero al menos nadie tiene que decir lo que tengo que hacer o dejar de hacer, pensó.
Deslizó los dedos por las cuerdas y estas fueron despertando.

La gente empezó a pasar por grupos, como si abrieran las compuertas de una presa y salieran a raudales.
Oían pero no escuchaban.
Miraban pero no veían.

A veces caía alguna moneda. otras alguna chiquilla rebosante de hormonas coqueteaba con la mirada, 
con la inocencia tan corta como su falda.

Mientras cantaba:

"Hay silencios que lo son todo, un torrente de palabras.
Hay silencios que lo dicen todo.
Hay silencios que valen mas que mil palabras, que con ellos uno se viste y se desnuda.
hay silencios esperados y deseados, por que no hace falta decir más.
Hay silencios luminosos y de colores...."

Levantó la vista y sus ojos se encontraron con una mirada dulce, limpia, su pelo teñido de rojo fuego danzaba sobre sus hombros, le sonrió
al pasar, él equivocó una nota mientras ella se perdía en las escaleras metálicas y terminaba su canción:

A veces, sólo a veces un simple rayo de sol entre las nubes te ilumina la razón.
A veces, sólo a veces la lluvia empapándote, arrastra las penas y se las lleva.
A veces, sólo a veces una sonrisa se dibuja y lo cambia todo.
A veces, sólo a veces, una simple mirada te desnuda y te enamora.

Al día siguiente él vuelve a estar en la esquina.
Tintineos de monedas, sonrisas e indiferencia, y el día transcurre como el agua que corre en busca del mar.
Un fulgor rojo, y la misma mirada, sin embargo se acerca, guiña un ojo y coje el micrófono.
Se da la vuelta

- ¿Te importa?
- No - respondes.

Ella te indica una melodía y tu guitarra obedece al baile de tus dedos, ya no ves a la gente pasar que os mira, por que tú tocas para ella
y ella canta para ti.

Cuelga el micrófono, tras dos canciones,  sonríe te da las gracias y se despide.

No dices nada, pero te escuchas susurrar: " Hay silencios luminosos y de colores".

Al día siguiente estas allí de nuevo en tu rincón, de la misma parada de metro.
No aparece.
El día muere.
Y cuando empiezas a recoger, alguien se ofrece a ayudarte.

- Gracias por dejarme cantar, ¿puedo invitarte a una cerveza?

Madrid se envuelve en su pijama, la luna se mira en los charcos que dejan los camiones de la limpieza.

Hay dos sombras que deambulan por las calles estrechas del centro, hay música en sus palabras.

Cuando ella sube a tu casa, y tú deslizas el tirante de su camiseta, tus dedos recorren su piel como lo haces con las cuerdas de la guitarra.
Dibujas un pentagrama, y ella entona una melodía diferente.

Pasan los días, entre  canciones en el rincón de la estación, y bailes desnudos bajo  acordes de  caricias.

Y una tarde cuando él recoge su guitarra, ella le espera al pie de las escaleras mecánicas

- Me voy.
- ¿Te vas?.
- Si, es la hora.
- ¿Buscaras mis canciones?
- Debajo de la mesa, las que se desparramaron, en los peldaños de estas escaleras, en el balcón donde tendimos los sueños.
- ¿ No miraras las faldas de las chicas?
- No, sólo buscare las canciones.
- Espero que las encuentres
- Yo tambien.
- Te quiero.
- Y yo. 
- Cuidate.
- Cuidate tu tambien.
- ¿Nos veremos?
- Si, sabes que si, cuando encuentres el acorde apropiado en tu guitarra.

Ausencia

 Las primeras luces del alba, atraviesan las rendijas de la persiana y bailan sobre las sábanas anunciando un nuevo día.

Él estira el brazo intentando encontrarla, aún a sabiendas que no está, que nunca ha estado allí, por más que lo desease.
 Siente un ligero pinchazo en el pecho, y su interior se rompe un poco más


"No quiero", se dijo, pero en el fondo sentía que podría ser así


Él lo sabía, no había mentiras, ni medias verdades, lo tomaba así o no, era  como decía su madre "hoy para comer lentejas o las comes o las dejas".


Se levantó de la cama y bajó del todo la persiana, las luces del alba dejaron de bailar en sus sábanas, cerró los ojos, estiró el brazo, y se dijo "no quiero acostumbrarme a tu ausencia".