lunes, diciembre 18, 2023

La moneda

 Madrid se viste de invierno, la gente recorre sus calles envuelta en mil capas, donde solo son visibles unos ojos, ojos que se pierden en pantalla de móviles.

La acera cruje, las manos se esconden, y los pájaros han dejado de cantar. El parque del Retiro se ha desnudado, y el suelo se endurece intentándose proteger de las heladas de la noche.

No muy lejos, le distingo, con un jersey de lana blanco que hace juego a su pelo, y un abrigo de paño.
Su mirada es caliente, igual que su mano cuando me saluda y me indica que me siente a su lado.

- Hola, con el frío que hace, aquí sentado, vas a coger un buen constipado - le digo
- Te esperaba - venga caminemos un poco.

Dejamos a un lado el Palacio de Cristal, caminamos hacia la zona zen del parque, y me invaden los recuerdos de una conversación sobre la hierba, ya muy lejana.

- A veces - le digo - encuentras personas que lucen, que parece que tiene un brillo propio, y quedas cegado por su luz, pero te das cuenta que son como la luna, su brillo no emana de dentro, es simplemente un reflejo, como la luna, quieres desear que su luz y su brillo sea propio, pero tan solo es el reflejo de la luz que le llega del sol.

Me mira, y asiente, pero no alivia mi pena, una pena y una impotencia que muerde fuerte en mi interior.

- Podría contarte una historia, aunque tengo poco que ver con lo que me cuentas, ¿quieres?
- Claro - le contesto, mientras cruzamos un puente de madera, y no puedo contener que una lágrima se deslice por mi mejilla, como lo haría una gota de lluvia en un cristal.

- Hace tiempo, en una calle muy transitada, había en el suelo una moneda, a simple vista parecía un vulgar céntimo. Muchas personas pasaban y ni siquiera se fijaban en ella, otras, la miraban pero no hacían movimiento alguno para recogerla, seguramente pensaban que no merecía la pena el esfuerzo de agacharse para recoger un centimito, y así aquella moneda permaneció tirada en la calle un día entero.
Hasta que una persona llegó, se agachó y la recogió, la miró por unos instantes y se la guardó en el bolsillo.
Cuentan que la tuvo un tiempo en su bolsillo, que de vez en cuando  metía la mano y la acariciaba, hasta que un día la sacó y se fijó que aquella moneda, aquel céntimo era diferente y esa diferencia es la que le daba un valor incalculable.

Se quedó mirándome, esperando que le dijera algo.

- Así es, a veces  no nos damos cuenta de que la vida nos pone delante ante cosas, personas, que no sabemos valorar,  incluso la vida nos da esa oportunidad y la dejamos pasar,  y es cuando surge la pregunta a algunos, de ¿porqué la vida te pone delante de oportunidades que cuando la tienes en la mano se pierde como si fuera arena entre los dedos? Dime, mi viejo amigo.

- No hay respuestas a eso, yo al menos no la tengo, solo sé que duele ...

Y si, duele y mucho, quizás la vida sea eso a veces lo que nos enseña llega a través de un dolor, que puede ser insoportable, pero hasta eso llegar a pasar con el tiempo, aunque deje cicatrices que nunca se olvidan.

Le dí un abrazo a mi viejo, le desee unas felices navidades, allá donde fuera a celebrarlas, y tomé el camino a casa, me abroché el abrigo, y me perdi por las calles de Madrid

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