viernes, septiembre 30, 2005

Cuento ... final

Aquel amanecer el día se levanto gris, presagiaba tormenta, y algo en tu pecho te hizo temer lo peor, cuando te acercaste al puerto pudiste ver a la gente arremolinándose en la calle como si te estuvieran esperando. Al estar a la altura de ellos, te rodearon, el silencio pesaba como una losa, nadie te decía nada, solo sus miradas que se clavaban como esquirlas, bajaste la mirada, no te sentías culpable de nada y sin embargo no podías mantenerla ante tanta presión. Al final alguien te gritó:” Sabemos que has estado con ella toda la semana, si al final el informe impide que abran la conservera perderemos mucho dinero, hemos empezado a vender nuestros terrenos y ahora no queremos que tu nos lo estropees.”
Algo se quebró dentro de ti, como un árbol que cae ante el ultimo hachazo del leñador, tus amigos, tus vecinos te habían vuelto la espalda, y aquel sentimiento de soledad y de amargura fue invadientote, hasta atenazarte la garganta, hasta cubrir tus ojos de lagrimas, hasta hacerte correr, y mientras corrías hasta tu barco, podías oir los gritos:”Huye, cobarde, te quedaras aquí solo, al final nada podrá detener la construcción de la conservera, imbecil loco, sigue creyendo en tu mundo de fantasías...”
Y ahora que aun resonaban los gritos, caías en tu sillón de tu camarote, mientras la noche como invitada silenciosa era testigo de tu navegar solitario.
Abriste los ojos y pensaste en ella, te habías ido y no le habías dicho ni siquiera un adiós, ni un beso ni una despedida.
Y volviste a sentir aquella inmensa soledad, ese ansia de ser abrazado como un niño, esa mirada que entraba en ti, esa nostalgia de un beso, del roce de unos labios, de una pasión desenfrenada.
A las tres semanas cuando ya la comida había desaparecido de la alacena, regresaste, enfilaste rumbo al puerto. Lo primero que viste fueron unos camiones y grúas, al final la conservera se estaba construyendo. Atracaste el barco, nadie salió a recibirte, nadie había echado en falta tu ausencia, te resignaste ¿por qué aquella vez iba a ser diferente? Pesadamente descendiste por el camino que llevaba a tu casa con la mirada perdida en la mar, con el corazón perdido en el recuerdo de ella. Los siguientes días los pasaste trasladando las pocas cosas que tenias de tu casa al barco, habían vendido el terreno, allí construirían un parking. Al tercer día de tu vuelta, cuando ya vivías en el barco, fue cuando sonó la campana, fue cuando me volviste a ver, fue cuando te vi llorar por primera vez, y corrí a besarte ante tu sorpresa, y sentí el palpitar de tu corazón en mi pecho.
Desde que te fuiste, había esperado tu regreso, volví a entregar y defender el informe pero la votación en el consistorio fue negativa, se argumentaron los puestos de trabajo y la riqueza que se crearía para la zona.
El resto ya lo sabes, aquella misma noche hicimos el amor y volviste a llorar entre mis brazos. Al amanecer enganchamos tu barco al camión y nos fuimos de allí sin mirar atrás, con toda una vida por delante.
Y ahora te miro, ahí dulcemente dormido mientras escribo, tu historia, mi historia.. te quiero.

jueves, septiembre 29, 2005

Un cuento ... Parte 1

Tenias la cara aplastada contra aquel cristal circular que era la ventana de tu camarote, que era aquel camarote de tu barco, que era tu barco el que era tu mundo.
Todo estaba oscuro, la noche había cubierto, un día mas, como si hubiese vestido de luto la luz del sol, tus ojos intentaban ver mas allá y solo podían percibir el pequeño brillo de las estrellas y el reflejo de la luz del palo mayor sobre las aguas. Estabas solo, te sentías solo, pero eso era algo que siempre habías hecho, no recordabas desde cuando, quizás desde siempre. Te hacías echo a la mar solo y volvías a los dos o tres días, unas veces tu rostro reflejaba el llanto de aquellos días, otros solo era el cansancio.
Cuando volvías, atracabas el barco al amanecer, descendías lentamente y te encerrabas en tu casa hasta el atardecer, luego con paso firme te dirigías a la taberna abrigado por una amplia sonrisa y allí volcabas todo tu interior, reías, charlabas... la gente te quería.
Seguías intentando observar algo a través de aquella ventana, podías oír el zumbido del motor rompiendo las olas, mientras te dirigías a ninguna parte, tus ojos buscaban y buscaban, los cerraste lentamente y te dejaste caer en el sillón, por tu mente fugaces imágenes del pasado pasaban. Recordabas aquel día que te levantaste, cerraste la puerta y dejando las llaves a la señora del hostal del pueblo, le diiste: “Cuide mi casa, algún día volveré”. Te alejaste del pueblo, de su mar y te perdiste en el camino hacia la ciudad. Al principio todo te pareció grande y maravilloso, aquellas luces que iluminaban las calles, esos majestuosos edificios de cristal que se alzaban hasta casi rozar las nubes, te embriagaron y como el alcohol te sumieron en un estado de euforia. Pasabas los días recorriendo las calles, observándolo todo y por primera vez sentiste que habías encontrado lo que tu corazón siempre te había estado demandando.
Siguieron los días, los meses y los años, poco a poco aquel sentimiento se fue cubriendo con un velo de nostalgia y de tristeza.
Habías hecho amigos, si, pero te sentías vacío, habías encontrado el amor, si, pero sentías que este moría en cada amanecer de igual manera que tu ser se iba con cada caída de sol. Y tu sonrisa se fue apagando, aunque se disfrazara de día, tu sabías que al caer la noche tu disfraz quedaría colgado en el perchero hasta el día siguiente, que volverías a vestirte con el.
Así hasta que una mañana, sin decir nada volviste a aparecer por el pueblo, recogiste las llaves con un simple “He vuelto” y retomaste tu vida. Nunca fue lo mismo, seguís siendo aquella persona sonriente que irradiaba un halo de enigmático misterio entre feliz y risueño, sin embargo el que se paraba a mirarte al fondo de los ojos podía ver un lago de añoranza quieto y tranquilo.
Volviste a la mar, salías en tu barco por la mañana, temprano saludando a tus compañeros de faena y al caer la tarde volvías cargado con la pesca de la jornada, a veces vendías toda la mercancía y entonces te emborrachabas en la taberna invitando a todo el mundo, cuando el resto de las embarcaciones volvían mas vacías que tu, les decías donde estaban los bancos de peces, otras, repartías tu pesca entre los demás, quedándote solo con lo suficiente para ti. Tú eras así, y a pesar de que mucha gente intentaba hacerte ver que perdías el tiempo actuando de esa manera, que tu barco envejecía como tu sin cuidarte, simplemente te encogías de hombros y reías.
Un atardecer, al amarrar el barco al puerto viste una figura desconocida en el rompeolas, las calles se encontraban vacías y cuando descargaste los cajones en la lonja nadie se acerco a tomarlos y pesarlos. Fuiste al centro de reunión y al llegar pudiste oír gritos, abucheos, protestas y aplausos. Entraste, el ambiente cargado de humo empaño tus ojos. Todos callaron al verte llegar, pausadamente te dirigiste a la tribuna, te sentaste, no dijiste nada, no preguntaste nada, hasta que alguien se levanto y dirigiéndose a ti te dijo: “ Van a construir una fabrica conservera, es el final de nosotros quieren comprar los terrenos, casa por casa” No pestañeaste, no te inmutaste, con tu tranquilidad habitual te levantaste y dijiste “Y que? Si todos permanecemos aquí nada podrán hacer, hemos vivido desde siempre, nuestros abuelos y sus abuelos ya pescaban aquí, si todos somos uno al final tendrán que marcharse”.
La gente asintió, y por fin en el ambiente se dibujo una sonrisa. Fuisteis a la taberna y allí tácitamente todos brindaron contigo jurando resistir hasta el fin. Cuando esa noche volviste a casa rompiste a llorar, sabias que era el principio del fin, y lloraste desconsoladamente como un niño.
A la mañana siguiente un poso de resaca en tus ojos delataba la larga noche que habías sufrido, recordabas los últimos tiempos en la ciudad y parecía que ahora estos volvían a por ti.
Sonó el timbre de la puerta, abriste y apareció ante ti como si de algo mágico se tratase, aquella mirada te desnudo, atravesándote como un cuchillo atraviesa la mantequilla. Se presentó, era del Consejo de Medio Ambiente y estaba allí para elaborar un informe sobre el impacto medio ambiental de la construcción de la conservera. Le habían dicho que tu eras la persona indicada para mostrarle las playas y la mar.
Pasaste una semana junto ella, la ilustrabas sobre las aves que anidaban en los riscos principalmente Albatros y al atardecer salías a la mar. Poco a poco un brillo empezó a reflejase en tus ojos, te estabas enamorando de nuevo y el temor anidó en ti, el temor a verla marchar, y no dijiste nada y no hiciste nada y callaste, solo te limitabas a sumergirte en su mirada, a buscar un roce, el mínimo contacto. Y por las noches cuando yacías en la cama tu mente volaba a sus brazos y te imaginabas entre ellos, como si fueran un puerto que acogiera tu barco, un abrazo que lo cubriera todo, que te inundara de besos y así hasta que los parpados caían por el peso del sueño. .....



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Mañana la 2 y última parte.

miércoles, septiembre 28, 2005

Hoy




Intuyo que habrá mas noches oscuras, negras como el abismo más profundo del océano,
Sé que días de cielo azul, se vuelven grises y lluviosos, caminos que se empinan y se vuelven pedregosos.

A veces me siento como esos viejos boxeadores que han caído a la lona, una , dos tres veces, y ya ninguna fuerza puede lograr que suban de nuevo los guantes, y bajan los brazos, a la espera de la campana.

Y sin embargo, de alguna extraña manera, hay otro asalto, otro ring, otra lona, y te calzas los guantes y vuelves al combate.


Recuerdos de amaneceres, de sábanas calientes, de olor a café recién hecho.

lunes, septiembre 26, 2005

Y alli estaba entre los riscos...

Y alli entre riscos estaba otra vez, otro dia, otra mañana más. Jugueteaba con las rocas iba y venia, las rodeaba y las gotas de mar salado en su romper contra aquellas paredes subian trepaban por mi y volvían a caer en su union con el mar otra vez, una y mil veces más.

Y me cansaba de estar haciendo siempre lo mismo, el sol me calentaba y me hacia ascender y entonces mi predilección era irme a por los albatros y gaviotas, ellos desplegaban sus alas y se dejaban llevar por mi, alli suspendidos en el aire me sentia poderoso, los sostenia los elevaba y luego ellos se dejaban caer en un picado impresionante sobre el mar para atrapar a algun pececillo, pero al cabo de un rato esto tambien me aburria...

Queria algo mas, sabia de mis posibilidades y tenia tanto que dar, tanto que entregar que aquello me parecian banalidades. Cosas de niños....

Me fui hacia Eolo, le pedi algo mas, algo que pudiera satisfacer mis ansias por sentir, por dar, pero me contesto que no estaba en su mano, que las cosas son y a veces vienen y a veces se van.

Y volvi a mis riscos y volvi a mi playa, mas cuando ya caia la tarde vi aparecer un barco con su vela desplegada, rompiendo la mar con el viento a su favor, y quise ser ese viento que llevaba ese barco y no aire entre riscos...

Pero a veces el viento es traicionero, como lo es Eolo, y el barco dio un viraje inesperado, ví como intentaba arriar la vela, pero ya era demasiado tarde, se dirigia a toda velocidad contra los riscos. Salí de mi cobijo y sople y sople intentado alejar aquella frágil barca en manos del gran viento, pero fue imposible y presencie impasible como se fundia contra las rocas como la mar abrazaba cada pedacito de aquella barquita y lo devoraba.

Enfurecido le pregunte a Eolo ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué? Pero él solo hizo un gesto como si asi fueran las cosas... y me llené de rabia, y me llené de venganza y de ira, y me fui tornando en viento y me fui tornando en huracán y la rabia contenida y el odio guardado de tanto tiempo se conviertió en una fuerza descomunal y entré en la tierra y arrasé campos y valles, y pasé por montañas y alla por donde iba todos me temian, mas con el paso del tiempo, me dí cuenta de lo inútil de mi acción y todo lo que en mi era furia se convirtió en melancolia y todo lo que en mi era rabia se convirtió en añoranza y me volví tormenta y lloré y mis lagrimas fueron lluvia que regó campos secos campos yermos, e intenté con ello si acaso paliar tanta ira tanta venganza.

Y volvi a mi lugar donde tan protegido me sentia, y Eolo me llamo y me dijo: “Ves? Las cosas son, a veces puedes hacer que cambien, y a veces sólo dejarlas estar” – “Pero yo sé que tengo tanto dentro, tanto que me desborda, que pide salir....” – “Entonces, busca tu camino...”

Y un atardecer cuando revoloteaba con las gaviotas y con los albatros, la vi aparecer en la playa, con la mirada perdida en la mar, con su imagen blanca, con su imagen solitaria . Y deje gaviotas y albatros y me introduje en el mar, y me convertí en brisa llevando conmigo olor a salitre, llevando conmigo mil historias del mar, y me enrede en su pelo y acaricié su rostro y jugué en sus vestidos, y pude ver que esto le gustó, por el brillo de sus ojos por la inmensidad de su sonrisa, y fue feliz y fui feliz, llevando olor a mar, historias de la mar....

Y así de esa manera, cada atardecer vuelo por la playa, llevando conmigo ese olor, esas historias, y revoloteo y me hundo y me precipito y me pierdo y vuelvo y soy, soy lo que siempre quise ser,........ brisa marina.

Miedos II parte

- A envejecer.
- A que se borren mis recuerdos.
- A no decir no.
- A sentirme lejos.
- A que las metas que me puse sólo sean una tela de araña.
- A mi mismo.
- A la soledad.
- A llorar.
- A perder la ilusión.

domingo, septiembre 25, 2005

Domingo tarde



Cae la tarde, las luces se apagan y es otro domingo, ¿por que los domingos por la tarde suelen ser tan lapidarios? es como si de pronto uno se despertase de un corto sueño, y de bruces te diera la realidad en la cara. Y aún así queda una vaga esperanza, las luces caeran de nuevo y el sueño nos envolverá hasta dejarnos dormir, y en ese viaje, quizas encontremos otros mundo.

PD: despertador mañana por favor suena más tarde, déjame en ese sueño, que aún no quiero despertar.

martes, septiembre 20, 2005

Sueños son ... el final.




Para todos aquellos que aún a sabiendas que mañana es el dia del final del cuento, un regalo .... aqui lo teneis quizas no os guste pero......


De pronto, me ví delante de su puerta, llamando, se tomó un tiempo para abrir, y cuando lo hizo, no vi en su mirada ningún reflejo de sorpresa, era como si me estuviera esperando.
- Hola. Me dijo
- Hola. Le conteste.

Vi una sonrisa en sus ojos. Mientras me indicaba que pasase. Recogió mi abrigo y me acomodé en el sofá.

- ¿por qué tengo la sensación de que nunca llegare a sorprenderte?
- Si que lo haces. Pero intento no esperar nada, así cuando las cosas llegan son mas alegres con una capacidad de ilusionarte mayor, no puedes caer en la vana esperanza de esperar por que si no llega puedes desesperarte. No sabría que vendrías, pero te esperaba.

Sus palabras volvían a abrazarme, a acunarme alejándome de todo el mundo exterior, me narcotizaban.

- ¿No vas a preguntarme por que he venido?
- No, no lo haré, tendrás tus razones, para estar aquí e imagino que me las vas a contar, espera y pongo algo de beber, que quieres
- Ponme un güisqui con hielo, por favor.

Sirvió dos copas, puso una suave música de fondo y se acomodó a mi lado, su rodilla rozaba levemente mi brazo, quizás el no lo sintiera, pero a mi me llenaba de calor.

- ¿Cómo haces para que me sea tan fácil abrirme a ti? No me había pasado con nadie.
- Es fácil, más de lo que la gente cree sólo hay que saber escuchar y yo ahora te escucho.
- Voy a dejar a mi marido.

Esta vez pude percibir un rastro de sorpresa en su rostro, esperé que me lo reprochara pero en cambio:

- ¿Estas segura de ello, lo sabe él?

- No, aún no se lo he dicho, temo hacerle daño, pero nuestra vida en común ha tocado a su fin, pienso que es lo mejor para los dos, él se merece ser feliz, recobrar lo que era antes y yo buscar mi lugar.

Tomó mi mano, suavemente, acariciándola.

- ¿ De verdad crees que no hay solución ?
- No, no la hay. Al menos yo ya lo siento así, le quiero por que es el hombre con el que he vivido muchas cosas bellas, pero la ilusión la he perdido, y no creo que ya fuera capaz de recuperarla, es tiempo de pensar en mi, y buscarme.
- Si es así, hazlo, no lo dejes, háblalo, espero que él comprenda lo que sucede entre los dos.

La imagen de mi marido, mirándome sorprendido por mi decisión, me llenó, le vi desangelado y me eché a llorar.
Él me abrazó. Cerré los ojos mientras le sentía pegado a mi, su calor, giré mi cabeza buscando su boca, la encontré cálida y le besé con furia con rabia contenida, mientras él me devolvía el beso.
Mis manos acariciaban su espalda mi pecho notaba la agitación de su respiración, cuando sentí que lentamente se apartaba de mi,
Abrí los ojos y me encontré con los suyos mirándome fijamente, húmedos.

- No puedo, no podemos, en este momento no, sentiría que me estoy aprovechando de tu situación, y no podría perdonarme jamás que llegaras a tener alguna duda de ello.
- Pero....
- Es mejor así, ardo en deseos de hacer el amor contigo, de abrazarte de besarte de sentir tu cuerpo junto al mío, de despertarme y ver que duermes a mi lado, pero eso ahora no puede ser. A veces creo que estoy maldito, hice cosas que nunca pensé que haría, hice daño quizás sin desearlo sin saberlo pero lo hice y ahora de una manera u otra se me niega el enamorarme, el volver a sentir, el disfrutar de un beso de ir de la mano de un abrazo, y esas cosas son pequeños dardos que van rasgándome el alma, lentamente a jirones, y me envuelvo en mis cuentos y mi mundo, intentado resolver todas mis dudas, en busca quizás de lo que nunca encontraré, ... y tú, tú tienes un camino por delante, unos sueños, unas ilusiones, quizás en algún cruce de caminos nos volvamos a encontrar y ese sea nuestro momento. Ahora debes marcharte... por favor.

Le miré, con toda la desolación que veía en él y a la vez con todo el amor que me estaba ofreciendo, le besé suavemente en los labios, cogí mi abrigo, y cuando salía le dije:

- Te buscaré en el café y hablaremos, esto no puede terminar aquí.

Salí al frió de la noche, el viento azotó mi cara, de alguna extraña manera agradecí no haber hecho el amor con él, quizás eso me hubiera impedido mirar a los ojos a mi marido.

....

Fue duro, hablarle a mi marido, para él su mundo se vino abajo, pero terminó comprendiendo que era la única solución , no podía retenerme y no nos merecíamos hacernos daño.

Volví al café a los pocos días, me senté y cuando llegó la hora del cuenta cuentos, apareció otra persona, lo busqué con la mirada y vi al camarero que me hacía una señal, me acerqué a la barra.

- ¿Esta usted esperando al anterior cuenta cuentos verdad?
- Si
- Creo que esto es para usted.

Era una pequeña hoja, doblada y arrugada tan destartalada como lo era él.
La abrí, me senté y leí:

A veces, solo a veces, un simple rayo de sol entre las nubes te ilumina la razón
A veces, solo a veces, la lluvia empapándote, arrastra las penas y se las lleva.
A veces, solo a veces, una sonrisa se dibuja y lo cambia todo
A veces solo a veces, una simple mirada te desnuda y te enamora
A veces y solo a veces, un simple detalle lo es todo

Y ese todo se convierte en rayo de sol
y ese todo se convierte en lluvia
en sonrisa,
en mirada,
y lo es y será y lo que fue volvió y fue todo.

Gracias por darme más de lo que te imaginas, recuerda, quizás un día en un cruce de caminos...

Lloré. Pero lo que él me había entregado no me lo arrebataría nadie.

- Señorita, perdone aquí ha dejado un CD también.

Lo tomé. Lo puse en mi disc-man, eran sus cuentos, narrados por él.



Dos días después, tomaba mi coche, hacia el norte en busca de un pueblo chiquito al lado del mar, me había despedido de mi trabajo, con el dinero que me dieron podría empezar de nuevo, y mientras el aire daba en mi cara podía escucharle:

“Hoy te voy a contar la existencia de una estrella, una estrella donde iremos esta noche, sólo con cerrar los ojos, podrás ver a la Sra. Bacells, al farero, al águila que no esperara para llevarnos a una laguna donde podrás respirar bajo el agua, al puerto de los piratas donde vara su barco rodeado de sirenas, y quizás sólo quizás llegues a conocer a Ribory el gnomo que cuida el corazón de la estrella.....”


y fin.

Sueños son Final

Sólo recordaros a todos los que habéis seguido este relato que mañana, subiré el final.

Gracias a los que me leeis y a los que dejais aquí un poquito de vuestro tiempo poniendo algún comentario. Me anima a seguir.


Besitos y abrazos.

Un paseo desde el metro



Uno de los momentos mas esperados del día es cuando me bajo del metro en la estación de Tribunal, aprovechando los últimos coletazos del verano, es un lujo poder volver a casa andando desde allí.

Sale en mi la faceta mas voyeur, y con mis cascos me sumerjo en un mundo sonoro y visual.
Altos y bajos, guapas y menos guapas, camisetas y camisas, pantalones, faldas, pirsing,ombligos al aire, oscuros, pijos, blancos, negros, mulatos, sonrisas, móviles en la oreja, miradas, sueños e ilusiones, tiendas, discos dvds en el suelo, gentío todo ello en una calle, sólo en una, Fuencarral. Luego como si de un rio se tratase fluyo a la Gran Vía amplias avenidas, donde la riada de gente se diluye aún más, pero no por ello pierde su interés, al final cuando dejo atrás la Plaza mayor y ruedo cuesta abajo por la calle Embajadores, todo se queda en un recuerdo en un leve murmullo, aquí los chinos y sus tiendas abundan, pero ya el paseo se convierte en el deseo de llegar a casa, en el recuerdo de lo visto y sentido en ese trayecto que día a día se convierte en ilusión.

lunes, septiembre 19, 2005

Sueños son ¿final?

Y entonces.....


¿que crees que sucedió?, ¿que pasó cuando se abrió la puertam llegó a entrar, habló con él? ....

Aún no está escrito el final pero quiero saber tu opinión y como te gustaría que fuera este, anímate y escríbemelo.

viernes, septiembre 16, 2005

Sueños son parte 14

- Voy a dejarle.
- ¿de que me estas hablando?
- Voy a dejar a mi marido, mi vida no funciona
- ¿Pero que me estas diciendo, te has vuelto loca? ¿Te engaña?
- No, no es nada de eso, sólo que me he dado cuenta que no me gusta mi vida, siento como me deslizo por una pendiente y creo que es hora de frenar la caída, de levantarme y mirar al frente.
- No digas tonterías, debe ser alguna depresión, ya sabes este tiempo lluvioso nos entristece a todos, ¿algún problema en el trabajo? ¿habéis discutido? Sabes que todo pasa, un mal día lo tiene cualquiera.
- Quisiera que me comprendieras, pero no voy a luchar por ello, he venido a contarte lo que me sucede, puedes entenderlo o no, pero la decisión está tomada, no quiero hacerle daño y sé que más tarde o mas temprano me iría y cuanto mas deje pasar el tiempo peor sería para los dos.
- ¿Cómo se llama él? Por que ahora no me irás a decir que no le dejas por otro.
- Si, es cierto pero no lo dejo por otra persona, simplemente conocí a alguien que me ha abierto los ojos, me ha hecho volver a sentir que la vida no la vive nadie por ti.
- Pero tú estas loca, tirar tus años de matrimonio, por una locura, ¿qué piensas que a veces yo no me siento igual? Pero eso pasa y luego la vida continua, anda déjate de locuras, tómate unas vacaciones con tu marido y verás que todo vuelve a su cauce.

Por un instante odié a mi hermana con toda mi alma, como si ello pudiera borrar toda la sensación de abandono que sentía. La miré y en el fondo me compadecí de ella, ahora veía su vida de otra forma, no iba a juzgarla pero sentí lo lejos que estábamos la una de la otra.


- Déjalo estar así, sólo quería que lo supieras, ahora por favor me gustaría quedarme sola.

Y mi hermana se fue mirándome totalmente sorprendida sin saber que hacer sin saber que decir. Mientras ella desaparecía por el asfalto mojado por la lluvia, descubrí un atisbo de sonrisa en mi cara, empezaba a sentirme más ligera y ese sólo era el primer paso.

Miré a mi alrededor, un hombre leyendo el periódico, dos mujeres charlando, y tres parejas, las observé detenidamente y me hundí en mis hipótesis, me gustaba imaginar la historia de las personas según las veía, una afición que había ejercitado en el metro.
Una de las parejas, se besaban con pasión, denotaban que no llevaban mucho tiempo juntos, las miradas se clavaban el uno en el otro las manos, esa sensación de que no hay nada alrededor de ellos simplemente su mundo. Me hizo recordar, otros tiempos que ahora añoraba. Y sentí la necesidad de volver a verle, de oírle, de sentirle cerca.

De pronto, me ví delante de su puerta, llamando, se tomó un tiempo para abrir, y cuando lo hizo, no vi en su mirada ningún reflejo de sorpresa, era como si me estuviera esperando.

miércoles, septiembre 14, 2005

Sueños Son Parte 13

Lloré por mi, lloré por él, lloré por mi vida.
Y lo hice calladamente, sin que nadie pudiese percatarse de ello, como lloran las personas que se sienten solas, que aún tienen una esperanza.

Mientras seguía hablando, mis ojos se perdieron en él, aquella imagen algo desaliñada, con sus pelos despeinados, con sus gafas caídas, con su voz que dejaba caer las palabras lentamente, aquella imagen que despedía seguridad, a mi me hacía sentir insegura sabiendo que era solo una manera mas de ocultar su interior.

No esperé a que terminara, no me sentía con fuerzas de tenerle a mi lado, salí del café y antes de cruzar la puerta vi su mirada, asentía, no había en ella sorpresa o decepción, sólo conformidad con lo que hacía.

Me alejé paseando, llovía, una fina lluvia mojaba mi cabeza, pero no me importaba, quería sentirla cayendo sobre mi, quiera tener la sensación de volver a ser niña y correr bajo la lluvia saltando en los charcos. Mi paseo me llevó hasta la plaza mayor, la gente corría a los soportales y su imagen me transportó a cualquier plaza mayor de cualquier otra ciudad, cuando uno está viajando, cuando uno observa todos los detalles para impregnarse de ellos, y siente un brazo que te rodea, y sientes una mirada que te dice - ¿Te gusta este lugar?- Y sientes sus labios en los tuyos. Así me sentía yo en esos momentos, mirando la lluvia caer, con el cielo gris sobre mi Madrid, sobre mi corazón.

Dejé pasar dos semanas, el tiempo todo lo cura, me decía a mi misma, y me perdí entre lecturas, en mi trabajo, en reuniones con amigos tan superficiales que terminaba la noche vomitando.

Una noche, en casa, frente al televisor, él me dijo:

- Cariño, te veo distante, lejana desde hace unos días, estas y no estas, no sé que es lo que te ocurre pero me gustaría hablar de ello.

Me cogió de sorpresa, sabía que me había encerrado en mi misma, pero no estaba preparada para afrontar una conversación así, directamente con él.

- Estoy cansada, el trabajo, el otoño, ya sabes como me afecta
la lluvia, me deprime.

El me miró y calló, sabía que no le había dicho la verdad, y eso me hacía sentir mal, pero ¿cómo explicarle que la vida que llevábamos me estaba asfixiando lentamente, que me sentía en una jaula de oro, un pájaro sin alas? Seguramente le dolería, su mundo se vendría abajo, el mío ya lo estaba.
Quizás todo se había mantenido como un castillo de naipes, algo ficticio que yo, ni quería, ni deseaba ver, y ahora un ligero soplo, una brisa había tirado aquella estructura.

¿Qué hacer? ¿Qué camino tomar?

Y recurrí a la solución más fácil, llamé a mi hermana y quedé con ella en un café, no le dije el motivo de nuestra cita, ella tampoco se sorprendió, me sentía algo extraña y esperaba que como hermana mayor fuera corriendo a contarle lo que me sucedía.

Y me senté enfrente de ella, palabras sueltas mil veces dichas corrieron entre las dos, hasta que por fin me decidí.

lunes, septiembre 12, 2005

Sueños son Parte 12

Dejé pasar el fin de semana, bebí más de lo acostumbrado para que mi mente no diera mas vueltas de las necesarias, e intenté dormir el máximo tiempo posible, ¿estaba intentando fugarme de la realidad?, sinceramente, si.
Menos mal que llegó el lunes y me sumergí en el trabajo, la huida fácil, pero aquella noche, en la cama, oyendo como él dormía, pensaba en si ir de nuevo al café, ¿qué historia tendría para contar? ¿intentaría que quedásemos otra vez?. En el fondo, deseaba verle, y escucharle. Y me dormí con mi imagen en la mesa viendo como narraba una de sus historias....

A las siete de aquel martes dejé el trabajo decidida a ir al café, convencida que era dueña de mis actos, y que de igual manera que había decidido ir, podría dejarlo todo en cualquier momento.
Esa tarde el café estaba lleno, no había parado de llover en todo el día y la gente se refugiaba allí. Pensé que quizás aquello fuera una señal, que debería irme sin arriesgarme a jugar un juego del que quizás no era del todo consciente. Pero él me vio y me señaló una mesa reservada. Me senté, pedí mi café, y me dispuse a dejarme ir, a perderme en esa hora que se estaba convirtiendo en mi mundo paralelo.

Le miré a los ojos, me miró. Y su sonrisa sacudió mi corazón. Miré a mi alrededor por si alguien se había percatado de mi rubor y por un momento me sentí como una niña de quince años ante su primer amor.

Y empezó su cuento, y empecé a escucharle.

“...estaba sentado en la playa, era un día como otro cualquiera cuando ya el verano empezaba a acabar. septiembre alzaba sus manos atrapando esos últimos días, y fue entonces cuando le vi. Quizás había estado allí mas días, pero era ahora cuando repare en él, era un chiquillo de unos 5 o 6 añitos, llevaba una caja plateada entre sus manos, daba dos pasos, se detenía, miraba al mar, y se sentaba en la orilla removiendo la arena.
Miré a mi alrededor, parecía que nadie se percataba de su presencia, pero había algo en aquel niño que me atraía, le seguí observando.
Removía la arena como si estuviese buscando alguna cosa, al poco rato abría la caja y depositaba en ella lo que había encontrado. la cerraba, se quedaba mirando pensativo al mar, y se volvía a poner de pie, otros dos pasos y el mismo ritual.

Se me hizo tarde y a pesar de que me intrigaba que era lo que guardaba en su cajita, me marché con la esperanza de volvérmelo a encontrar.
Al día siguiente, nada más llegar a la playa, lo busqué con la mirada pero no estaba, resignado volví a tumbarme para aprovechar los últimos rayos de sol de mis vacaciones.
No tuve noción del tiempo que había pasado pero debía ser tarde, la playa estaba mas desierta que de costumbre, cuando a lo lejos, le vi.
Hacia lo mismo que el día anterior, esta vez me decidí a acercarme, me coloqué detrás de ely asi pude ver como removía la arena y entonces entre sus pequeños dedos apareció una concha tan pequeña que casi no la podía distinguir desde donde estaba, el chiquillo, la lavo quitándole cualquier rastro de arena, abrió su cajita y la guardó. Se quedó mirando el mar unos instantes y volvió a levantarse anduvo dos o tres pasos y se sentó de nuevo, la intriga me pudo y me senté a su lado.

Hola.- le dije.

El contestó a mi saludo, me miró fijamente y sonrió, en sus ojos vi la ternura e inocencia de aquel pequeño, su sonrisa era cálida no había atisbo ninguno de sorpresa o timidez, se diría que me estaba esperando.

Le vi limpiar otra concha y guardarla en la cajita, pero esta solo tenia unas cuantas, cuando si todos los días hacia lo mismo debería estar llena.

- Que haces? - le pregunté
- ¿No lo ve? .- Me dijo.
- Si, ya veo guardas esas conchitas que encuentras en tu caja
- ¿Es eso todo lo que ves?
- ¿Si, hay algo mas?
- Piensa, pero no pienses con tu cerebro piensa desde tu corazón
- No sé que me quieres decir.
- Quizás se te ha olvidado hacerlo, mira, recojo estas conchitas como recuerdo del día que estoy aquí, son el regalo del mar, lo mas hermoso que puedes tener, y eso puede quedarse en el olvido, entonces yo rebusco y rebusco lo que el mar me ofrece y algunos no ven, al limpiarlo de arena quiero reflejar que lo cuido que le presto atención que estoy con la concha y luego lo guardo en el lugar mas preciado para mi, en esta cajita, y allí se que cuando la vuelva abrir estarán. Al final del día devuelvo al mar todas las conchas, en señal de que nada nos pertenece, solo lo tenemos prestado. Y así empiezo el siguiente día hasta que me marche de la playa.
-
Le miré asombrado, y le pregunté:

- ¿Pero si tiras las conchas como te acordaras de ellas?

El me contestó

- ¿Acaso para sentir hay que ver?, ahora tengo que irme, adiós y buena suerte con tu mar.

Desapareció ante mis ojos, no sé por que pero sin quererlo unas lágrimas se deslizaron por mis mejillas, aquel chiquillo había resumido lo que debería ser la vida.

Ahora tumbado en mi cama en el final de mis días, lo recuerdo, recuerdo su mirada, su cálida sonrisa y parece que lo tengo junto a mi, miro en mi mesilla y allí está, me hice mi propia cajita, y al abrirla puedo ver las cosas tan maravillosas y felices que el mar me regaló, nunca me pertenecieron del todo, mas en ella, en esa cajita tienen todas un sitio guardado.

Quizás cuando cierre los ojos, pueda jugar con el niño a coger mas conchas, quizás hasta a chapotear con las olas del mar......”

Yo escuché como iba narrando la historia, y sentía que era él, el niño y el hombre, y dentro de mi, él avanzaba, inexorablemente sin resistencia alguna, como un grito de libertad que surge de las entrañas hasta la garganta.

Y lloré.

miércoles, septiembre 07, 2005

Sueños Son parte 11

Él me miró, quizas no esperase esa contestación, quizás esperaba un poco de comprensión, una respuesta, que yo tambien me lanzase a descubrirme como lo habia hecho él, pero yo no podía, era demasiado para mi.
No intentó retenerme, me sonrió, asintió, tomó mi abrigo y mi bolso y me acompañó hasta el portal.

- espero verte el martes en el café, cuídate.

Cuando giré la cabeza aún seguía en el portal mirándome, tomé un taxi y regresé a mi casa. Mi cabeza daba vueltas y vueltas, ¿hacía donde me dirigía?, tenia una casa, un hogar, una vida que compartía con alguien a quien quería, y sin embargo aquel cuenta cuentos, casi un desconocido había logrado remover mi interior, había encendido los rescoldos de unos sueños, de mil preguntas sin respuesta, de un reto, un resucitar a una vida olvidada.

Abrí la puerta de mi casa, de mi mundo, me sentía segura en él, aunque aun sentía la llamada latente de lo que había mas allá de la puerta que acababa de cerrar.
Y él estaba allí, ajeno a todo lo que pasaba por mi cabeza, ajeno a mi cena, a mi charla a lo que bullía en mi interior.

- ¿qué tal ha estado la cena con tus compañeras?
- Bien , ya sabes cotilleando un poco, y a ti como te fue el día.
- Agotador, tuvimos un retraso en la entrega de unos trabajos y se complicó todo el día. Menos mal que ya pasó. Hoy ponen una película de las que te gustan Meryl Streep encuentra a Robert deNiro en un tren, ella esta casada, y ya sabes...

¿Es que el universo se encarga de recordarle a uno lo que intenta dejar a un lado o es acaso una señal? Me senté junto a él y vimos la película.
Lloré al final de la misma.

- Pero bueno, si la has visto varias veces aún no comprendo que sabiendo el final sigas llorando, ¿vienes a la cama?
- Me quedaré a leer un rato, ve tú.

La verdad es que no me apetecía leer, ni ver la película, solo desaparecer, no tomar ninguna decisión, - Mierda - pensé, si mi vida era tranquila ¿ por que me la había de complicar ?. Aquella noche vacié mi cajetilla de tabaco, para llegar a la misma conclusión que al principio, no tenía por que complicarme la vida, el hecho de haberle visto o ir a escuchar sus cuentos no tenía por que alterar mi existencia, en cualquier momento podría dejar de hacerlo si sentía que alteraba mi existencia. Cuando empezaba a amanecer me quedé dormida.
Desperté bien entrada la mañana, mi marido ya se había marchado, llamé al trabajo y puse una excusa para no ir ese día, necesitaba tomármelo para mi sola. Quería reflexionar sobre lo que me había ocurrido los últimos días y si dejaría que las cosas siguiesen su curso o tomaría alguna decisión al respecto.
Estaba claro que desde hacía un tiempo me estaba cuestionando como se había encarrilado mi vida, pero lo achacaba a la crisis de los treinta y tantos, alguna amiga me apremiaba para tener un bebe, y yo aún quería disfrutar de mi vida sin el cambio que supone traer al mundo un pequeño. Desde entonces pensaba si era lo que había buscado, lo que todos cuando somos jóvenes soñamos que va a ser nuestra vida, quizás el espíritu y la arrogancia juvenil, que nos hace creer dueños del mundo nos den una visión equivocada de lo que es la vida, o era que nosotros mismos con el paso del tiempo vendíamos nuestros sueños por un coche mejor, por una casa en la playa por un puesto en esta sociedad tan artificial. Me debatía en estos pensamientos y en mis sentimientos encontrados, quería a mi marido, pero era ese querer el sentimiento que surgía de haber estado con la misma persona varios años, un sentimiento de conformidad, de decir, esta bien lo que tengo, es una buena persona conmigo, me quiere y hace que mi vida se mueva en una estabilidad que no me altera. ¿era eso lo que realmente yo deseaba?, ahora que avanzaba en la treintena y me daba la sensación de que mi vida se convertía en una línea plana sin alteraciones.
Y había aparecido el cuenta cuentos, sencillo, sin presunciones, sin intentar seducirme, ni llevarme a la cama, simplemente me ofrecía una amistad, un camino nuevo a recorrer donde explorar todas estas dudas, y yo le había seguido, me había dejado seducir por un mundo nuevo y lo que es peor, empezaba a sentir que algo dormido se despertaba de nuevo.
Intenté olvidar estos pensamientos con una ducha, me desnudé y me miré al espejo, observé mi cuerpo, aún conservaba un buen tipo, pensé que el suficiente como para atraer las miradas de más de uno, mis pechos, mi culo, ¿por cuánto tiempo se mantendrían así?. Dejé que el agua se llevase todas aquellas ideas y me relaje un poco, puse algo de gel en mis manos y lentamente lo esparcí por mi piel, me sentía bien, la certeza de estar sola en casa sin nadie que pudiera molestarme, hacía que me abandonase aún más a mis caricias, sin quererlo vino a mi mente el cuenta cuentos, entraba en la ducha, y me tomaba por detrás, besaba mi nuca mientras sus manos se deslizaban por mis pechos con suavidad, sin prisas, aquella sensación me invadió y terminé masturbándome.

lunes, septiembre 05, 2005

Sueños son parte 10

- Te esperé el jueves aunque sabía que no vendrías, que necesitarías tu tiempo para venir, y me alegro que lo hayas hecho. Ahora no digas nada, sólo escúchame, el jueves libro, pero me gustaría quedar contigo para cenar, si puedes deja esta tarjeta al camarero mañana, yo vendré el jueves al mediodía, te espero en esta dirección a las ocho de la tarde.

Me dio un papel doblado, me besó suavemente en la mejilla y se marchó.
Guardé el papel como si se tratase de una fórmula secreta robada por un espía, y cuando llegué a casa entré en el lavabo cerré la puerta con llave y abrí el papel, en él iba escrito a mano una dirección de un piso, y un “te espero, no faltes”. Me tembló el pulso, guardé el papel y preparé la cena. Cuando él llego yo le esperaba con la cena en la mesa, le besé y le miré a los ojos, ¿sería capaz de traicionarle, de tener una cita con otra persona, serian aquellos deseos una forma de serle infiel? Borré esos pensamientos, y pensé que no me preocuparía, aun quedaban dos días y en todo caso lo que debería hacer era excusarme por llegar tarde y sobre todo controlar mis emociones, iría a cenar con el cuenta cuentos, hablaríamos, disfrutaría de la cena y nunca más volvería a verle. ¿era eso real, o sólo intentaba convencerme a mi misma?.

Llevaba la tarjeta en la mano, toda la mañana pensando si la entregaría o no y si al final iría a la cita. ¿Qué tenía que perder? Y si fuese una oportunidad que nunca más se repetiría, había algo en todo ello que hacía sentirme viva de nuevo, la ilusión de ver que podía pasar, el riesgo de llegar hasta la casa de un desconocido, saber si en el fondo era capaz de dar el paso, o de regresar a mi vida, al fin y al cabo dejar la tarjeta no implicaba que tuviera que ir.

Y entregué la tarjeta.

Y me vi llamando a su puerta, aquel jueves, de un mes de otoño, sin saber si el simple hecho de acudir a la cita significaría dar un giro radical a mi vida, de hecho algo ya había cambiado.
Desde que llamé hasta que me abrió, pasó todo un mundo, iba a cruzar el umbral de una puerta y no sabía que podía encontrarme detrás, y si abusaba de mi, si solo fuera su antojo sexual, como podría decir luego que no quise que sucediera si había acudido a su casa libremente, y en el fondo de mi, ¿no le deseaba físicamente?, mis piernas temblaron y mi cabeza me dijo que me fuera, pero algo me empujaba a esperar a que abriera la puerta.

Y la abrió.

Estaba de pie frente a mi, con su sonrisa, me fijé en sus labios, en sus gafas, me saludo con dos besos y me hizo pasar. Su casa era pequeña, y sin embargo daba la sensación de espaciosa. Tomó mi abrigo y mi bolso, lo llevó hasta una habitación y me indicó que me sentara en el saloncito. Tenía la mesa preparada para la cena con un toque romántico pero sin excederse, me sentía violenta e incomoda, y ahora que ya había llegado hasta allí ¿qué?

- Gracias por haber venido, hubo momentos en los que pensé que no lo harías pero ya estas aquí. ¿quieres una copa de vino?
- Si, gracias.
- Bueno, te preguntaras el motivo de mi invitación, la osadía de traerte hasta mi casa, de invitarte a cenar sin conocernos...
- La verdad es que si, me planteé no venir pero la curiosidad me pudo y aquí estoy.
- En realidad, yo también me pregunto que es lo que me impulsó a sentarme contigo y decirte que vinieras, quizás verte dos días en el café que luego fueses al restaurante, pero el detonante fue que me contestaras cuando dije que había llorado después de hacer el amor, en ese momento supe que tienes una sensibilidad mayor que la del resto de la gente, que quizás en ti haya los mismos interrogantes que yo tengo..
- Quizás, ¿pero crees que se los contaría a un desconocido?
- Si, creo que si, y más si es a un desconocido que ha despertado en ti la curiosidad suficiente para hacerte venir hasta mi casa, pero ahora cenemos, hay tiempo para charlar después.

Cenamos, no cocinaba mal, nuestra charla fue algo intrascendental, ya se sabe, trabajas, que cosas te gustan, lo justo para que ninguna pregunta fuera incomoda o inoportuna. Sin embargo todo cambió cuando dejamos la mesa y nos sentamos en el sofá, puso una música de fondo me miró y me habló, como si me estuviese contando un cuento.

“... hace tiempo fui feliz, quizás no completamente, pero si muy feliz o por lo menos lo que yo entendía por felicidad, pero con el paso de los años, las ilusiones se fueron perdiendo, los sueños quedaron atrás y por unos motivos y por otros entré en una gran depresión, me planteé que la vida había llegado a su fin, y me planteé que la muerte no tenia por que ser un punto final, que no era tan malo, entonces me puse una fecha, la llamé “fecha de caducidad”, la fecha en la que me suicidaría, y desde ese momento los problemas empezaron a ser mas pequeños, pero algo se me había perdido en el camino, dejé de sentir.
Llegó la fecha de caducidad y no junté el valor suficiente, por lo que únicamente me dejé llevar, aún quedaba un instinto de lucha dentro de mi y eso me empujaba a seguir adelante, era como una nave en el vacío del espacio, encendía los motores daba un empuje los apagaba y esa inercia me llevaba hasta otro punto. Aprendí de mi separación, y me di cuenta que todo lo que nos ocurre tiene un motivo y un aprendizaje, quizás no paramos mucho a pensar en ello, sólo nos lamentamos de lo ocurrido, cerramos cicatrices e intentamos seguir adelante hasta caer en el mismo error. Empecé a escribir, a hablar de mi, de mis sentimientos a iniciar una búsqueda del amor de mis ilusiones de mis sueños y aún me encuentro en ello, en ese camino, ser cuenta cuentos me ayuda, por que mis historias reflejan parte de mi mundo y poder compartirlas es como ir a un confesionario. No creas que todo es lindo, sigo con mis depresiones, con mis desfallecimientos, y aún a veces me cuestiono si merece la pena seguir, quizás en el fondo el contar mis historias es un escape a no tener a alguien a quien contárselas. Me acostumbré a escuchar y me olvidé de que yo también necesito que me escuchen, por eso te invité a venir.”

Estaba perpleja, no estaba preparada para escuchar tanta sinceridad de un desconocido, estaba desnudando su alma y esperaba que yo hiciese lo mismo, imaginé una cita donde quizás intentaría seducirme con alguno de sus cuentos, que habláramos de los dos, de banalidades, y allí estaba él, delante de mi, casi llorando, compartiendo conmigo sus miedos y su vida, no sabía que hacer ni que decir, me había descolocado por completo y opte por la salida mas fácil.

- Se me ha hecho tarde, ha sido una cena encantadora y me ha gustado compartir contigo esta noche , pero he de irme ya.

viernes, septiembre 02, 2005

Sueños Son Parte 9

Volví a casa envuelta en su olor, en sus palabras y en mis pensamientos, ¿era realmente consciente de lo que estaba haciendo? Me había introducido en un juego del que sabría salir o por el contrario quería entrar en él a sabiendas de que iba a vivir sensaciones y sentimientos de los cuales podría luego arrepentirme.
Recapacité un poco, y me dije a mi misma que si era capaz de entrar seria capaz de salir en cualquier momento, pero en el fondo de mi, algo vibró como si quisiera decirme que iba a pasar una frontera de la cual me sería imposible volver.

En ese momento decidí no ir el jueves al café, si algo había aprendido de los hombres, es que las cosas fáciles no les atraen, además necesitaba tiempo para pensar si mi decisión de verle iba en serio, todo había pasado demasiado deprisa y yo aún guardaba algo de racionalidad en mi corazón.

Dejé pasar el miércoles sin pensar mucho en él, me centré en mi trabajo y en mi casa, pero el jueves mientras se acercaban las siete de la tarde las dudas me asaltaron y unas ganas irresistibles de ir a verle se adueñaron de mi. ¿Y si es su ultima sesión en el café? Seria capaz de dejar pasar una oportunidad así, quizás podría ser la ultima y además no había hecho nada malo ni nada de lo que arrepentirme, solo ir, verle y concretar una cita, ¿qué hay de malo en ello, en tomar un café y en charlar?. Retrasé el trabajo lo suficiente para salir mas tarde de las siete. Cuando llegué a casa me sentía triunfadora, había logrado controlarme, dominar mis instintos, pero esa sensación pasó cuando sentados ante el televisor miré a mi pareja y le vi como se iba durmiendo, las diez y media y él dormía mientras en la televisión volvía aquel horripilante concurso de unos chicos encerrados en una academia, exprimiendo el éxito de una primera versión hasta hacerlo aborrecible. Fue entonces cuando me di cuenta de mi error, había dejado de vivir y de sentir por el simple hecho de creerme capaz de auto controlarme y ahora me arrepentía de ello, aunque ya era tarde, pero recordé sus palabras y me prometí a mi misma no volver a perder la oportunidad de ser feliz aunque fuera un simple instante.

Llegó el viernes e intenté de nuevo ir a cenar al restaurante del coloquio pero esta vez mi pareja se negó, me dijo que de vez en cuando la experiencia no estaba mal pero que dos veces seguidas eran demasiado además, sus amigos, nuestros amigos, vendrían a cenar, yo ya sabía lo que vendría después, copas y mas copas y algún canuto, todo para acabar borrachos, unas risas y despertarse bien entrada la mañana. Y así fue, solo que aquella vez me sentí mas asqueada que las otras veces, me miré al espejo y no me reconocí, había abierto una puerta y ya no podía cerrarla, ¿deseaba pasar así el resto de mi vida? Y lo que más me podía preocupar, ¿aún quedaban en mi ilusiones por las cuales vivir, o simplemente me resignaba a vivir sin esperar nada mas?

Esperé la llegada del martes de igual manera que un niño espera que llegue el recreo para salir al patio a jugar. Y aunque parecía que nunca llegaría, llegó.

Y dieron las siete, y entré en el café y me senté.
Y él entró, y me miró, y me sonrió... y empezó su cuento.

“... había una vez un hombre, en un pueblo, y en el pueblo una estación de autobuses, y en la estación un café. Y el hombre iba todas las tardes a las 5 a tomar allí su café y a ver la gente bajar del autobús, para veinte minutos después volver a retomar su viaje. Y esos veinte minutos era el tiempo en el que el hombre salía del pueblo y vivía en un mundo lejano, escuchaba el acento de los viajeros, oía sus conversaciones y por un momento era capaz de alejarse de los muros de aquel pueblo.
Una tarde mientras tomaba su café y el local se abarrotaba de gente, alguien le pidió si podía sentarse con él, y al levantar la vista vio una bella chica, y aquellos veinte minutos no pararon de charlar y se sorprendió de las cosas que a aquella desconocida él llegó a contarle, más el tiempo pasó y ella tenía que dejarle. La vio volver a tomar el autobús y cuando oyó como este se marchaba, sintió que algo de él también se iba. Pero una voz repitió ¿ puedo sentarme? Era ella, en realidad no viajaba con un destino, sino que huía de un pasado de una relación acabada, un empezar de nuevo.
Y él se alegro ya que de alguna manera aquella chica representaba todos sus sueños, salir del pueblo.
Pasaron los días y se fueron conociendo, aunque en el fondo había un miedo, mas tarde ella se iría y todo acabaría.
Y el miedo de él impidió decirle lo que llegó a amarla, y el miedo de ella le impidió quedarse en aquel pueblo.
Y un día, antes que él fuera a recogerla a su hotel, se marchó.
Ahora aquel hombre llega al café, pide uno y antes de que den las cinco deja su asiento vacío, y pasea su tristeza por el pueblo....”

No sé si aquel cuento iba dirigido a mi, si él lo había seleccionado para cuando estuviese, o fue simplemente casualidad, pero algo había en aquel relato que me hizo llorar, no sólo a mi. Algunos oyentes se acercaron a él y hablaron del cuento, del miedo a romper con lo que llamamos normalidad y a jugarse el tipo. Cuando acabó con ellos se acercó a mi mesa, me pidió cortésmente si podía sentarse y lo hizo.