martes, julio 05, 2022

Sillas voladoras

Recuerdo aquel viejo que no era tan viejo, pero que sus palabras, siempre tan sabias, le hacían parecer que había vivido mil vidas, que tendría cientos de años en casa surco de su piel.


Recuerdo aquel atardecer, cuando aún el asfalto de Madrid ardía, y las hojas del Retiro habían perdido su color verde, allí sentados en aquel viejo banco de madera, donde él solía contarme sus historias.

Recuerdo aquella historia como si me la estuviese contando ahora mismo...

"...cuando era pequeño, cuando llegaba el viento del sur trayendo el olor a salitre y ese frescor que se te anudaba en la piel, era cuando salía corriendo al descampado a las afueras de mi pueblo, y allí, unas casetas desperdigadas, dos o tres camiones y el grito de los hombres.
Montaban la feria, una feria que duraba solo una semana, una semana que yo esperaba y que se pasaba tan rápido que apenas me daba cuenta.


y ¿sabes? me encantaba montar en las sillas voladoras, a mis padres siempre se lo oculté, quizás por aquella historia de una tía que sufrió un accidente al caerse de la silla, y perdió su riñón.


Guardaba las pesetas en una caja de galletas debajo de mi cama, y cuando ya había anochecido y las luces de la feria brillaban como luciérnagas, cuando la música, las risas, las carreras, era todo lo que uno podía ver y escuchar, yo me ponía en la fila a la espera de subir a aquellas "sillas voladoras" y cuando montaba, cuando montaba extendía mis brazos y simplemente ... volaba...

Recuerdo ver las cosas girar a mi alrededor, y lograr detenerlas en un punto, yo giraba a toda velocidad pero mi alrededor iba despacio casi a cámara lenta y  entonces me dejaba llevar.

Ahora con el paso del tiempo recuerdo aquella atracción y la siento como si fuera la vida, en aquel momento todo pasaba despacio, y ahora si me sentase en esa silla mi alrededor sería solo una mancha borrosa circulando a toda velocidad, intentando detener cada instante, cada momento, como si existiera un botón de "pause", un "cámara lenta".

Cuando volvía casa, mi padre me miraba, fijamente y callado, el día ante de su "marcha", muchos años después, en su cama, me dijo "yo sabia donde ibas y que hacías, nunca se lo dije a tu madre, porque a ella le daba mucho miedo, pero cuando volvías veía el brillo en tus ojos, tu pelo revuelto... intenta no perderlo, intenta volver a ser ese niño de "las sillas voladoras", la vida nos devora lentamente y no nos damos cuenta de que a cada mordisco se nos lleva una ilusión una parte de nuestra infancia, y queremos correr y correr tan deprisa que todo a nuestro alrededor se vuelve desenfocado y borroso..."

Yo paré alguna vez aquella silla, y ahora cuando siento que las alas de murciélago se extienden en la noche y la oscuridad se acerca, quiero decírtelo a ti, siéntate en esa silla, pero no dejes que todo corra, páralo en la medida que sea posible y alarga cada momento, cada instante, por que de la misma manera que los feriantes tras una semana se van, los momentos, la vida, al final levanta el campamento para no volver"