lunes, julio 23, 2012

Una canción


Desenfundó.
En aquella esquina que olía a prisas, a indiferencia.
Desvistió su guitarra, acomodó la funda y soltó sobre ella unas monedas.
Suspiró cansado, pero al menos nadie tiene que decir lo que tengo que hacer o dejar de hacer, pensó.
Deslizó los dedos por las cuerdas y estas fueron despertando.

La gente empezó a pasar por grupos, como si abrieran las compuertas de una presa y salieran a raudales.
Oían pero no escuchaban.
Miraban pero no veían.

A veces caía alguna moneda. otras alguna chiquilla rebosante de hormonas coqueteaba con la mirada,  con la inocencia tan corta como su falda.

Mientras cantaba:

"Hay silencios que lo son todo, un torrente de palabras.
Hay silencios que lo dicen todo.
Hay silencios que valen mas que mil palabras, que con ellos uno se viste y se desnuda.
hay silencios esperados y deseados, por que no hace falta decir más.
Hay silencios luminosos y de colores...."

Levantó la vista y sus ojos se encontraron con una mirada dulce, limpia, su pelo teñido de rojo fuego danzaba sobre sus hombros, le sonrió al pasar, él equivocó una nota mientras ella se perdía en las escaleras metálicas y terminaba su canción:

A veces, sólo a veces un simple rayo de sol entre las nubes te ilumina la razón.
A veces, sólo a veces la lluvia empapándote, arrastra las penas y se las lleva.
A veces, sólo a veces una sonrisa se dibuja y lo cambia todo.
A veces, sólo a veces, una simple mirada te desnuda y te enamora.

Al día siguiente él vuelve a estar en la esquina.
Tintineos de monedas, sonrisas e indiferencia, y el día transcurre como el agua corre en busca del mar.
Un fulgor rojo, y la misma mirada se acerca, guiña un ojo y coje el micrófono.
Se da la vuelta

- ¿Te importa?
- No - respondes.

Ella te indica una melodía y tu guitarra obedece al baile de tus dedos, ya no ves a la gente pasar, por que tú tocas para ella y ella canta para ti.

Cuelga el micrófono, tras dos canciones,  sonríe te da las gracias y se despide.

No dices nada, pero te escuchas susurrar: " Hay silencios luminosos y de colores".

Al día siguiente estas allí de nuevo en tu rincón, de la misma parada de metro.
No aparece.
El día muere.
Y cuando empiezas a recoger, alguien se ofrece a ayudarte.

- Gracias por dejarme cantar, ¿puedo invitarte a una cerveza?

Madrid se envuelve en su pijama, la luna se mira en los charcos que dejan los camiones de la limpieza.

Hay dos sombras que deambulan por las calles estrechas del centro, hay música en sus palabras.

Cuando ella sube a tu casa, tú deslizas el tirante de su camiseta, tus dedos recorren su piel como lo hacen con las cuerdas de la guitarra.
Dibujas un pentagrama, y ella entona una melodía diferente.

Pasan los días, entre  canciones en el rincón de la estación, y bailes desnudos bajo  acordes de  caricias.

Y una tarde cuando él recoge su guitarra, ella le espera al pie de las escaleras mecánicas

- Me voy.
- ¿Te vas?.
- Si, es la hora.
- ¿Buscaras mis canciones?
- Debajo de la mesa, las que se desparramaron, en los peldaños de estas escaleras, en el balcón donde tendimos los sueños. ¿ No miraras las faldas de las chicas?
- No, sólo buscare las canciones.
- Espero que las encuentres
- Yo tambien.
- Te quiero.
- Y yo. 
- Cuidate.
- Cuidate tu tambien. ¿Nos veremos?
- Si, sabes que si, cuando encuentres el acorde apropiado en tu guitarra.

viernes, julio 13, 2012

La guerra


El sol caía a plomo.
Mudo testigo de lo que en breve presenciaría.

Sudaba.
En aquel hueco al que llamaba trinchera, mi miedo y yo. ¿quien, a pesar de todo, no tendría miedo?
Mi madre diría que soy un niño, pero  ya no lo soy.
Alguien me contó que hasta los valientes tienen miedo.

Me asomo, intentando que no me vean, sobre el campo la hierba crece, a pesar del calor, a pesar de la batalla.
Hay un silencio,  el silencio que precede a la guerra.

Me sudan las manos, me aferro a mi arma, "He de salir, he de salir" me digo, pero mis piernas no responden.

Oigo sus gritos, vienen a por mi, y sin pensarlo salto de mi agujero apunto mi arma y disparo.

Un chorro de agua sale de mi escopeta Black.950, e impacta en la camiseta de mi hermano, pero mi primo
no tiene ninguna compasión y siento como me moja la cabeza.

Mi madre grita: "Vamos niños dejad de jugar  y a merendar..."

Pero yo ya no soy un niño.

martes, julio 10, 2012


Yacían en el suelo las fotos de aquel viaje.
Con su castillo y el verde de su jardín.

Sobre la mesa, desparramadas, las notas que había ido dejando formaban un puzzle de sentimientos.
Crepitaba una vela y las sombras reflejadas en la pared bailaban una bachata.

No había otra luz en la habitación y del equipo de música un violín y un piano respiraban música.

La puerta estaba abierta, nadie quedaba ya , sólo el aroma que dejó en el aire su perfume.

jueves, julio 05, 2012

Sin título

Las lágrimas caen por la mejilla como el arado crea surcos en la tierra. 
Una mano negra y fría aprieta su corazón hasta hacerlo tan chiquito como una habichuela. 
Sus sueños, sus ilusiones yacen desparramadas por el frío suelo de su caja de cerillas. 


Siente que atrás quedaban los castillos de naipes que había intentado construir, y que el simple soplo de la puerta al cerrarse los ha derribado. 
 Le ahoga el silencio. 


Y las letras que él tanto amaba se haban convertido en afiladas dagas que penetran profundo como un hacha en la mantequilla. 
Quizás nunca aprendió a querer cuando alguien dice te quiero, quizás nunca le enseñaron. 
 Pero siempre quiso, siempre sintió y siempre amó. 


 Algo se muere en el alma.. dice la canción. 


 Abre su arcón, donde tiene los recuerdos, los besos, las caricias, donde tiene las nubes de verano, la espuma de olas de mar, el frió y el humo y unas setas, el olor a especias, a la sonrisa pintada en rostros morenos,a la nieve y a vino caliente, a oriente y a occidente. 
Y sus dedos los rozan suavemente como haría una madre a su bebe. 
 Entorna el arcón pero no lo cierra, sabe que los recuerdos saldrán a danzar una y otra vez, una y otra vez. Las lágrimas caen por su mejilla y la luz se va apagando poco a poco en un fade out

lunes, julio 02, 2012

Emails

Levantó la tapa de su portátil, abrió la bandeja de correo y allí estaba el símbolo de correo nuevo.
Movió el ratón, puso el puntero sobre el icono e hizo click.
Mientras leía  aquella colección de palabras, en su rostro se dibujaba una sonrisa.

Hizo click en el botón de responder, y empezó a escribir.
Sus dedos bailaban sobre el teclado, igual que lo hacía su corazón en el pecho.

Cuando terminó guardó el correo en una carpeta de su ordenador, cogió el teléfono y llamó a su amigo.

- Me ha escrito de nuevo, estoy como loca, le he dicho que tenemos que quedar le he invitado a venir... aunque me dice que aún es pronto, que ya nos veremos.
- Pero si ni siquiera le conoces, hace nada que has empezado a escribirte con él, y no creo, sinceramente, que ahora debas, ya sabes... hace tan poco tiempo que pasó
- Lo sé, pero él parece tan dulce, tan sensible, y ha llegado en el momento justo, necesitaba algo así.
- ¿estas segura? no quiero que pienses que trato de desilusionarte pero...
- déjalo, no sigas, ya sé que te preocupas por mi, pero me siento feliz de nuevo
- Como tú quieras, aunque creo que deberíamos hablar.
- Vente, te enseñaré sus correos.

Aquella tarde, ella rebosa de alegría mientras le lee los correos, se entusiasma con cada palabra con cada frase, su amigo calla y asiente.

- ¿quieres que prepara algo para cenar? - le dice.
- Bueno, mientras ¿puedo leer los correos?
- Si claro, ya verás  ¡ qué encanto es!

Mientras ella se va a la cocina, él trastea con el ordenador, busca en el servidor de correos,  apunta una IP, chequea otra dirección, y al final sus sospechas son ciertas, los correos llegan desde el mismo portátil.

Ella entra con la cena, él sonríe.

- Si, si que parece un encanto. - Le dice aunque él sabe es ella misma la que se escribe.