viernes, abril 20, 2012

En el andén

7.15 de la mañana.
Se levanta despacio, como si la noche sólo hubiera sido un leve suspiro y no le hubiera dado tiempo a cerrar los ojos.
El agua de la ducha corre por su piel, mientras el olor a café recién hecho termina de despertarlo.

Se viste, y sale a la calle. 
No tarda mucho en llegar a la estación, baja al anden  número 4.
Sobre los railes el tren parado asemeja a una ballena varada en la arena.

Él esta quieto mirando a la ventanilla, como un soldado que espera le llamen otra vez para volver al frente, como el marino que mira la mar a la espera
que se calme y volver a navegar, como el agricultor que mira al cielo esperando que las nubes del horizonte traigan la lluvia.

No hace ningún gesto, sin embargo todo el mundo pensaría que se está despidiendo de alguien, o bien que espera que alguien llegue.

Suena un pitido, la vieja ballena traquetea sobre los railes, y empieza a alejarse.
Él mira como se va, hasta que en sus retinas sólo queda un anden vacío.

Un vacío y una lágrima.
Gira sobre sus talones, sube por las escaleras mecánicas, nunca se para en ellas simplemente sube.
Vuelve a su casa con esa sensación de que alguien ha hundido su mano en su pecho arrancando de cuajo todo lo que en el había.

Son las 7.15 de la mañana. El despertador suena.
Se levanta, se ducha y sale de casa.

No mucho más tarde en el andén 4, frente al tren  miara a la ventanilla  como un soldado que espera le llamen otra vez para volver al frente, como el marino que mira la mar a la espera que se calme y volver a navegar, como el agricultor que mira al cielo esperando que las nubes del horizonte traigan la lluvia.

No hace ningún gesto, no saluda despidiéndose, no abre los brazos para quien llega, sólo se queda hasta que el tren ha desaparecido de su vista.
Y se gira sobre sus talones y sube por las escaleras mecánicas, nunca se para en ellas simplemente sube.

Sabe que algún día alguien regresará en ese tren.

viernes, abril 13, 2012

Torpeza

Nadie entendía por que había cambiado de trabajo, y más aún por aquel.
La pérdida había sido dura, pero tanto como para ese cambio tan radical.

Sin embargo él era feliz, le habían enseñado el respeto a la familia y a los muertos.
Limpiaba la zona 23F.
Con sumo cuidado quitaba la hojarasca y el polvo, tiraba las flores secas y cada último domingo de mes,
sobre aquellas 25 lápidas que componían la zona 23F ponía una rosa roja en recuerdo de su padre.

Si el torpe del cura no hubiera tropezado tirando las cenizas de su padre al viento, su vida no habría cambiado.

Ahora su padre yace sobre la zona 23F.

lunes, abril 09, 2012

La decisión

Los rayos del sol se desnudaban entre las hojas de los árboles.
La primavera me  abraza mientras estoy sentado en el banco de mi parque.
Con una mano sujeto un libro, con la otra acaricio su nuca.
Ella se gira.
Me mira y sonríe. Hay paz en su mirada.

Sonrio, y una luz blanca, brillante lo inunda todo...todo se desvanece.

En la habitación un pitido estridente suena sin parar.
La enfermera esconde la jeringuilla, y se enjuga las lágrimas, mientras se aleja de la cama.
-"He cumplido su último deseo".

Médicos y enfermeros llegan corriendo y rodean la cama.
Nada se puede hacer.

Cuando salen de la habitación, la enfermera oye a su paso:

- "¿Has visto su sonrisa? Ha muerto feliz,  es lo mejor que le podía pasar, su agonía era insoportable."

Ella esboza una pequeña sonrisa.