jueves, febrero 25, 2010

Tres historias

Uno.

Gira la cuchara de madera.
Sobre la mesa de la cocina un libro de recetas.
El vapor de la cacerola impregna todo de un aroma apetitoso.

Ella llora.
Y no es por la cebolla picada que espera a ser echada en la sartén para el sofrito.

Suelta la cuchara, reduce la potencia de la vitrocerámica, y se deja caer en la silla.

¿Cuando, cuando pasó? se pregunta. No hace mucho adoraba cocinar para él, algunas noches cuando la cena estaba casi lista, la dejaba a un lado, se desvestía y le esperaba sólo con un delantal puesto, como el título de aquella película, "el cielo puede esperar", ella le decia:"la cena puede esperar", y hacían en el amor sobre la mesa de esa misma cocina.

Ahora, ni siquiera recuerda cuando fué la última vez que hicieron el amor, ¿es posible casarse enamorada, sentir que la vida te llena y con el paso del tiempo todo se convierte en un vacio, en un dejarse llevar?
Recordó otra película "El graduado", cuando Dustin Hoffman, está en la piscina sobre un flotador y contesta: "voy a la deriva, es tan fácil ir a la deriva..."

De pronto siente un frío que le recorre la espalda, no puede dejar de llorar cuando recuerda el brillo de aquellos ojos, cómo buscaban cualquier rincón oscuro y los cristales del coche se empeñaban, sus cuerpos uno sobre el otro, riendo, con esa sensacion de placer que da el morbo de poder ser descubiertos. Luego aquellos viajes inesperados, fines de semana donde se abría una puerta, se juntaban unos labios, y una mano tiraba de otra para salir corriendo sin destino, simplemente por que el lunes estaba demasiado lejos y había todo un mundo por comerse.

Y siente que el mundo se la ha comido.

Ahora viene a su mente aquella frase de Jim Morrison "A veces basta un instante para olvidar una vida, pero a veces no basta una vida para olvidar un instante"

Se seca las lágrimas, y vuelve a tomar la cuchara, remueve un poco, y prepara el sofrito, piensa en lo que tiene, en que duerme acompañada, en que los tiempos pasados siempre fueron los mejores, y quizás, sólo quizás mañana tenga el valor para decirle como se siente.

Por que basta un instante para olvidar una vida.


Dos.

Habia escrito en su agenda aquella frase de Jim Morrison "A veces basta un instante para olvidar una vida, pero a veces no basta una vida para olvidar un instante"...

Nunca pensó que fuera tan real, menos aún cuando había dejado los restos de su corazón en una casa que ahora le parecía tan lejana. Nadie la había entendido, nadie salió en su defensa, ni siquiera sus amigos, cuantas veces tuvo que oir "si sois la pareja perfecta", cuantas veces tuvo que callarse "... sí, la pareja perfecta de puertas hacia fuera..."
Sintío que se había adentrado en un gélido invierno, que la vida sería sólo un desgranar de días, de semanas, de meses, como si la mirase tras una ventana, ver la vida pasar...

Y sin embargo quién se lo iba a decir, una cita sin más, a regañadientes, por que ¡que coño pinto yo con un tio que no conzco de nada! será como los demás, una copa y a ver si puede llevarme a la cama. Sin embargo, él era diferente, le noté tímido, me llevó a un bar, a un rincón con unos sofás en una planta desde donde se podia ver la barra y el resto del local, supuse que buscaba un lugar intimo donde él se convertiría en el cazador y yo su presa, pero no, sólo quería un lugar tranquilo para charlar, como él me dijo: "para irnos conociendo". Note a veces que su voz temblaba, me habló de sus miedos, de cómo tenia el corazón cosido a navajazos, se abrió ante mi como si estuviera leyendo un libro, al final de la noche, cuando tenía que irme por que pasaba el último autobús sentí el miedo en sus labios, yo espera ansiosa la pregunta, él temía mi respuesta.

"¿Te apetece quedar otro día?", no hubo vacilaciones, "mañana sería genial", y se le iluminó la cara. No sabe que cuando me fuí esa noche, me giré tras una columna, y le ví saltar de alegría, le ví coger su movil y mandar un sms, sóno el mio y leí: "eres un cielo, me lo he pasado genial, dulces sueños un besito"...

Ahora ella se tiene que ir, deja apuntado el trabajo que tiene que hacer a primera hora de la mañana, se acerca a la ventana de su pequeño despacho y y la abre, le ve allí esperandola con la sonrisa de pillo, ella le sonrie, su corazón brinca en su pecho.

Por que el amor es sencillo, sin trabas, sin miedos, y los atrapa cuando uno menos se lo espera, sin que ellos sepan lo que la vida les deparará, por que como decía un aprendiz de escritor, "el amor dura lo que dura el amor"

Tres.

Regresa un día más del trabajo, sube los escalones, mete la llave y se queda parado en el umbral de la puerta. Aquella pequeña estancia es toda su casa, un lugar acogedor.
Enciende la luz, y piensa en la frase que un día oyó en una canción: "las luces siempre encienden en el alma", y rompe a reir cuando añade para sí, las mias deben de ser de bajo consumo...

Cuelga el abrigo en el armario, recoge el vaso del café que se dejó por la mañana y pone algo de música. Se deja caer en el sillón que tiene frente a la televisión, y ese sonido rompe el silencio. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? se pregunta, se siente anclado, como un árbol entre los carriles de una autopista, ve pasar los coches veloces, y el permanece allí, parado quieto, un día y otro y otro y otro más.

Toma su agenda moleskine, un regalo, y lee lo que ha escrito esa mañana en el tren, " A veces basta un instante para olvidar una vida, pero a veces no basta una vida para olvidar un instante", sabe que lo ha leido en alguna parte, pero no recuerda donde, ni de quien es la frase. Pero esa cita lo dice todo, mira las fotos que tiene distribuidas por la habitación, y piensa que sí, que a veces basta un instante para tirar por la borda toda una vida, para perderse lo más hermoso que puede tenerse. ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Todo lo que me he perdido de vivir! En ese momento suena una canción "Sin preocupacion" del Duo Reyli... "me voy en paz si Dios me llama ahora mismo, no pasa nada confieso que me voy tranquilo, no, no existen enemigos ni cuentas que saldar..." y piensa porqué Dios llama a unos y no a él, pero ve las fotos y los pensamientos se borran de un soplo.

Sonrie.
Mañana será otro día.
Y recuerda la frase. "A veces basta un instante para olvidar una vida, pero a veces no basta una vida para olvidar un instante." Y sabe que tiene unos cuantos instantes que nunca olvidará, aunque tambien haya otros por los que olvidaria la vida.

Se levanta, cambia la música, ahora suena algo alegre, se abre una lata de voldamm doble malta, levanta la lata hacia el vacio de la casa y brinda.. brinda por la vida.

jueves, febrero 18, 2010

Palabras

Era un viernes cualquiera de esos en que la tarde muere plácidamente.
Sonaba una balada de Meat Loaf, y una lata de cerveza dejaba un surco de agua bajo ella.

Cerré los ojos y recordé aquella terraza que daba al mar, cuando la noche lo inundaba todo, cuando sobre una túnica azul oscura las estrellas prendian de ella, con todo los sueños por realizar, por que aún había tanto tiempo para hacerlos. realidad.

Llaman a la puerta.
Se abre.
Es él.
Me mira y entra.

En sus ojos hay rastro de lágrimas, en sus manos, como en un nido, se refugian trocitos de su corazón.

Los recuerdos vienen a mi como si fueran de ayer mismo, y sin embargo todo fué hace tiempo y queda ya tan lejano.

Lo abrazo, y él se pierde, corre, huye, intenta desaparecer entre mis brazos, pero no puede, la vida es así, a veces te alza como en una montaña rusa para dejarte caer un instante después.

Y le hablo:

"Nadie nos prepara para cuando alguien nos rompe el corazón, nadie nos enseña como nos va a doler, cuanto nos va a doler, y por muchas palabras que te pueda decir el dolor es tuyo y tú solo lo sientes.
La vida a veces es una línea delgada, como un camino estrecho en un barranco en el cual sólo por desplazar un poco el pie puedes caer, como un coche que entra sólo un poco mas rápido en una curva y cuando quiere darse cuenta ya no puede volver a la carretera, hay errores que se cometen una vez y se pagan toda una vida.
No hay escuelas que nos lo enseñe, no hay hospitales que te cosan tus pedacitos de corazón, ni pastillas que borren tus recuerdos.
Quizás la vida sea un retazo de recuerdos, de vivirlos hasta que duren, como alguna vez leí: "el amor dura lo que dura el amor".
Quizas la vida sea vivir, sentir y recordar.
Podrás disfrutar de tus recuerdos cuando dejen de doler, y aún asi seguiran escociendo un poco, sólo te queda apretar los dientes y seguir.


Eres joven quizas no me entiendas, tienes tanto que aprender, pero mírame a mi, soy ya viejo, he vivido y he sufrido, pero soy feliz.

Ahora el mundo está en tus manos, sientes que puedes con él y nada ni nadie puede enseñarte más, no hagas caso, piensa en los que te quieren y ya han vivido lo que tú ahora vives, todo se calmará y la vida sigue, aunque queden cicatrices en el alma, muchas noches podrás acariciarlas y recordar ese tiempo, quizás dentro de años estes donde yo estoy, diciendo estas mismas palabras... sintiendote feliz.

NO, no me digas que es tu dolor y que no te entiendo, puedo enseñarte mi pecho y como está este viejo y roto corazón.

Pero no te refugies en el dolor, por que vendrán mas amaneceres, y volverás a sentir y creeras que el mundo se detiene, y los sueños dejan su mundo irreal para dejarse atrapar por tus manos, y debes creer que es así , por que los sueños son de aquellos que creen en ellos."

Ha dejado de llorar, sus labios esbozan una pequeña sonrisa y se desprende un callado gracias.
No hay mas que decir, su dolor es sólo suyo, por más que pudiera contarle, nada le haría sentirse mejor.

Le acuno entre mis brazos, la tarde ha muerto ya, y en aquella habitaciñon la vida pasa.

Cierro los ojos, y los recuerdos vienen a mi como si fueran de ayer mismo, y sin embargo todo fué hace tiempo y queda ya tan lejano.

Y Meat Loaf canta: "...si la vida es sólo una autopista,entonces el alma es sólo un coche.Y los objetos en el espejo retrovisor pueden aparecer más cerca de lo que están..."

miércoles, febrero 10, 2010

El mar

Recordaba cuando de pequeño, a la luz de su lamparita que proyectaba peces girando, su padre se sentaba en la cama.
Él le daba un libro, siempre el mismo, y le decía: "léeme"

Aunque hubiera noches que a su padre se le cerraran los ojos, no paraba de leer hasta que el pequeño dormia.

Siempre el mismo libro.
Un libro del mar y de piratas.

- "Papá ¿tú has visto el mar?
- Si hijo, una vez.
- Y ¿cómo es?
- Es bello... es inmenso, podrías estar días y días mirándolo y nunca sería lo mismo.

El pequeño se quedaba observando el reflejo de los peces en el techo, soñando que un día vería el mar.


Ahora recordaba aquellos tiempos y los echaba de menos, hacía tiempo que no necesitaba que le leyeran para dormir, y sin embargo cuanto le gustaría que así fuera.

Echaba de menos a su padre.

El tiempo había pasado, aún no había podido ir a ver el mar, los estudios, la familia, su vida... cada vez que lo había intentado algo se había interpuesto, y le había dejado con las ilusiones rotas.

Pero él no perdía la esperanza, de vez en cuando abría aquel libro, el libro del mar y los piratas. Y entonces surcaba las aguas, de ese mar que cada noche soñaba.

Un día alguien surgió, oyó hablar de sus sueños, los acarició entre sus palabras, les dibujó alas con sus dedos y él sucumbió.

Tomó su mano...

- Es el momento.- le dijo.
- Tengo miedo.
- Lo sé, pero el miedo sólo debe ser como niebla que se disipa en la mañana.
- He intentado ir más de una vez, ver el mar, pero siempre me encontraba con algo que me detenía, que estrellaba mis sueños contra un muro.
- Hoy lo verás...conmigo.- y le tomó de la mano.
- No me sueltes.
- No lo haré. Cierra los ojos.

Él los cerró, en el fondo de su corazón oyó la voz de su padre: "... es bello... es inmenso, podrías estar días y días mirándolo y nunca sería lo mismo"

- Ahora ya puedes abrirlos.

Y él los abrió, delante de un mar océano, de un azul tan intenso que diríase verde esmeralda.

martes, febrero 02, 2010

La frase

Llegué a aquel pueblo, de casa blancas y acantilados que invitan a volar.
Su playa, larga como un camino que lleva a ninguna parte.
Y sus gentes amables, abiertas, deseosas de que algo nuevo rompa la monotonía de sus vidas.

Buscaba eso, de alguna manera perderme entre el azul del mar y el verde de sus campiñas, aligerar mi mochila, cansada de tanto viaje. Quizás entre aquella paz, podría encontrarme, quizás sólo fuera un punto más en mi camino.
Necesitaba olvidarme en un pueblo olvidado, recuperar las palabras que se habían desparramado entre mis sábanas frías, y volver.

Volver...

Debajo de mi habitación, había un local.
Pero antes dejadme que os ubique un poco, por suerte elegí la casa de una anciana del lugar, la tenía cerrada a pesar de estar en unos de los lugares más privilegiados del pueblo. Sus hijos marcharon para la ciudad y ella prefería vivir en lo que fue el caserío de sus padres, antes de sus abuelos, ¡ cómo podría ella romper con una tradición así ¡

La casa estaba a las afueras del pueblo, ni muy lejos para que nadie viniera, ni lo suficientemente cerca como para pertenecer al pueblo. Se situaba sobre un promontorio desde el que se veía el horizonte despejado, el pueblo a la izquierda, el faro a la derecha y de frente un acantilado. Se podía acceder a la playa por un camino recortado a las rocas, como si una mano gigante hubiera cogido unas tijeras.

Era el lugar ideal.

Sólo me inquietaba aquel local, sus maderas crujían con el viento del atardecer, a veces me recordaban a un llanto lúgubre y solitario. Cuando pregunté en el pueblo, nadie quiso decirme nada, las respuestas eran evasivas, o bien me respondían con un: "antes había una tienda pero se cerró".

Vi como se miraban unos a otros, intentando que sus respuestas tuvieran la coherencia suficiente para acallar mis dudas.
Aquello sólo hizo que se acrecentaran.

Y como en cada pueblo, este también tenía su viejito borracho, fácil encariñarse con él, fácil soltarle la lengua.

Y así fue como en una tarde de otoño, mientras el mar rugía contra el acantilado, aquel viejito, una botella de licor, dos vasos y yo, dieron paso a esta historia...

"... dicen que nadie supo como, ni cuando llegó. Una mañana, sin más, apareció en el pueblo, preguntó por esta casa y por su local, puso el dinero encima de la mesa, y se instaló.

Se le veía cada tarde, casi al anochecer bajar a la playa con uno o dos libros, se sentaba en la arena aún caliente y allí se quedaba horas y horas. Algunas mañanas cuando los pescadores volvían al alba le veían recoger sus libros, y volver a su casa. Decía que le encantaba estar allí, en aquel silencio sólo mecido por el rumor de las olas, mirando las estrellas buscando los cometas, las estrellas fugaces...

Al poco tiempo abrió una tienda, la llenó de flores y libros, algunos los vendía otros los prestaba, y los domingos tomaba uno en sus manos, bajaba a la plaza del pueblo, y lo leía a los niños. Dicen que nos quería, yo sólo sé que se hizo querer.

En su mirada siempre había un pozo de nostalgia, de soledad, nunca contestó a nuestras preguntas sobre su pasado, cuando se las hacíamos sonreía y callaba, pero yo alguna vez vi una lágrima en sus ojos.

En la tienda, sobre la estantería principal depositó una botella de cristal, dentro de ella, como por arte de magia flotaban unas letras, si no recuerdo mal, eran:

" V, O, M, A, E, M, L, R, E, D, D, A, I, I"

Nos contó que hacía tiempo esas letras las guardó, allá donde vivía, en una pequeña frasca de las que aún se echa el vino añejo. Un día alguien entró y formó con aquellas palabras una frase, las dejó sobre la cama, y allí permanecieron, hasta que sin más, una tarde, se encontró las frasca echa añicos y las letras esparcidas por el suelo. Las recogió, juntos a los pedacitos de su corazón, cogió su ropa, sus libros, sus recuerdos, sus sonrisas y sus lágrimas y se fue.
Llegó hasta aquí, y un día puso la botellita en la tienda.

Quizás no fuera su intención, o quizás en el fondo era que sí lo deseaba, pero la gente al ver aquella botella intentaba formar palabras y frases...

"mar, remo, adivinar, al mar me di, volar, dame rima...."

Y él miraba.
Les dejaba hacer.
Luego recogía las palabras y las volvía a meter en el botella, sin decir nada, sólo una sonrisa. Quizás esperando que alguien formara de nuevo aquella frase.

Un día que estaba en su habitación, oyó la campanilla de la puerta de la tienda, unos pasos, unas manos que abren la botella, letras que caen como lluvia sobre la madera... silencio...

Suena la campanilla, se cierra una puerta.
Corrió, pero ya no había nadie en la tienda.
Sobre la mesa la botella yacía como un barco en la mar.

Las letras esparcidas.
Dibujan una frase en la madera.

Una frase. Aquella frase…

No volvimos a saber de él.
Cerró la casa esa misma tarde, cerró la tienda, dejó en ella sus libros, más la botella no estaba.Dicen que siguió las huellas de aquella que formó la frase."

Y esa es la historia de la tienda.

- Pero, y la frase ¿cual es la frase?
- La frase... nadie sabe cual es la frase, sólo esas letras la forman.

Ahora bajo todas las tardes a la playa y dibujo en la arena esas letras esperando que alguien me ayude a encontrar la frase.