domingo, octubre 10, 2010

El principe cobarde y el dragón vegetariano

3 parte final

No muy lejos de allí, el príncipe abrió los ojos, en la oscuridad del humo había tropezado con una rama cayendo al suelo. Vio una gran sombra, a unos metros estaba el cuerpo de dragoncito, sintió miedo, pero el fuego pronto le alcanzaría. Se levantó, cogió su espada, y lentamente se acercó al dragón.

-“Está muerto”- se dijo, viendo asomar la flecha, justo cuando se inclinó sobre el cuerpo, dragoncito abrió los ojos, el príncipe pegó un salto y se alejó. Dragoncito le miraba fijamente.

-“¿Porqué me habéis disparado? Yo sólo buscaba mis hierbas, nunca he hecho daño a nadie”- se decía.

El príncipe al ver que el dragón seguía inmóvil, y viendo que el fuego se acercaba más y más, cruzó corriendo a su lado, huyendo de allí. No se había alejado mucho cuando sintió una gran pena.

-“No puedo dejarlo allí, se quemará, está herido”. A pesar del miedo que sentía, regresó.

Dragoncito intentaba moverse, pero tenia el ala rota y una de las patas muy mal herida. Vio llegar al príncipe y aunque hubiera deseado lanzarse sobre él, no tenía fuerzas.

-“No te voy a hacer daño, debemos ayudarnos para salir de aquí, sino moriremos por el fuego”- le decía el príncipe.

Con mucho miedo acercó sus manos al cuerpo, al ver que el dragón no impedía que lo tocara, empezó a empujarlo.

-“Vamos, yo sólo no puedo, tienes que ayudarme a levantarte, deprisa”

Dragoncito entendió lo que intentaba hacer el príncipe, reunió las pocas fuerzas que le quedaban y con la ayuda del príncipe logró ponerse en pie.

Ambos anduvieron hasta que llegaron a la orilla del río, lo cruzaron, y se refugiaron entre las rocas, allí el fuego no llegaría.

El padre de dragoncito estuvo volando en círculos esperando ver salir a su hijo del fuego, el fuego y el humo no le dejaban acercarse más, cuando, por fin el fuego se fue apagando, descendió todo lo que pudo en busca de dragoncito.

Anochecía, y aunque no quería darse por vencido, las heridas y la poca luz, hicieron que el dragón diera la búsqueda por perdida, su hijo había muerto por culpa de los humanos, en cuanto se sintiera con fuerza quemaría todos los pueblos que se le pusieran por delante. Hundido y triste regresó a contar lo que había pasado al resto de los dragones.

Mientras en la cueva el príncipe se acercó a dragoncito.

-“Siento lo que te ha pasado, pero no podemos dejar que devoréis nuestros rebaños, sin ellos nosotros moriríamos.”

Acarició su lomo, sintió frío, y se echó a su lado. Dragoncito cerró los ojos y un profundo sueño le invadió.

El príncipe se despertó cuando el sol le dio en la cara, era ya mediodía, el dragón seguía allí, con los ojos abiertos mirándole fijamente.

-“Vaya estas despierto y no me has atacado, quizás no seas tan malo como pareces, ummm déjame ver, habrá que sacarte la flecha y te dolerá un poco”

Agarró la flecha con las dos manos y tiró fuerte, dragoncito gimió cuando sintió como la flecha salía de su ala.

-“Esto está mejor, ahora iré a por unas hierbas para curarte la herida”.

Al rato volvió con unas cuantas hojas y raíces, las partió con la espada y las trituró con unas piedras haciendo un pasta con la que tapo la herida.

-“¿Te sientes mejor?”

Dragoncito movió la cabeza, le era extraño que aquel ser hubiera intentado matarle y sin embargo ahora lo cuidaba.

-¡Que raros son estos humanos!.- pensó.

De la bolsa el príncipe sacó unas frutas que había encontrado, y se puso a comer, Dragoncito al verlas abrió la boca, con lo que asustó al príncipe.

-“Te curo, y ¿ con estas me pagas?”

Dragoncito gruño ligeramente, y el príncipe adivinó que también debería tener hambre.

-“No tengo fuerzas para cazar, pero si quieres aquí tienes algo de fruta, aunque dudo que te guste”

En cuanto puso la fruta en la boca de dragoncito este se las zampó de un bocado.

-“Bueno, bueno, vaya si tienes hambre”.

-“En cuanto tenga las fuerzas suficientes he de volver al castillo, ahora este dragón está débil, pero no sé lo que me hará cuando se recupere”- Se dijo el príncipe.

Pasaron el día en la cueva, cuando cayó la noche el príncipe encendió una pequeña fogata a la entrada de la cueva.

-“Nos dará calor”- le dijo al dragón.

Era ya medianoche cuando el príncipe oyó unos aullidos, la fogata se había consumido, se asomó y con la luz de la luna pudo ver la silueta una manada de lobos, volvían de cazar, y entre sus presas había varias ovejas.

Una ráfaga de aire llevo el olor del humano hasta los lobos, estos soltaron la caza y se dispusieron en formación de ataque.

El príncipe vio como los lobos se iba acercando, le habían olido, el miedo se apoderó de él, no tenía salvación, cogió su espada y la alzo gritando con todas sus fuerzas con la esperanza que esto asustara a los lobos. Pero lo único que hizo fue despertar a Dragoncito, al ver que los lobos se estaban acercando se levantó, se puso detrás del príncipe y rugió con todas las fuerzas que tenía.

Los lobos sorprendidos de que allí hubiera un dragón huyeron a toda prisa.

El príncipe se asustó, pero al ver que el dragón volvía al interior de la cueva, comprendió que le había salvado la vida.

-“Nunca imaginé que un dragón me salvara de los lobos, eres muy extraño ¿sabes?, pero te estoy agradecido”

Salió de la cueva, fue a recoger algún resto de carne que habían dejado los lobos en muestra de agradecimiento. Se la puso cerca de la boca de Dragoncito, pero este arrugó la nariz y empujó la carne lejos.

-“No puedo creerlo, ¿no te gusta la carne, o es que estas enfermo?

Sacó otra pieza de fruta, le tendió la mano y entonces Dragoncito con toda delicadeza la cogió y se la comió.

-“Un dragón que no come carne, ¡no puedo creérmelo!”

Pasaron los días, en el castillo todos lloraban la muerte del príncipe y clamaban venganza.

-“No esperaremos a la primavera, es hora de atacar, ya sabemos en donde se hallan, iremos preparados, en una semana saldremos en su búsqueda”- Dijo el rey en cuanto Erik narró la muerte de su hijo.

En la montaña también lloraban de tristeza, habían perdido al pequeño dragón, ahora no se atrevían a volar hasta el bosque, y esperaban que en cualquier momento llegaran los humanos.

En aquellos días surgió una profunda amistad entre Dragoncito y el príncipe, jugaban dentro de la cueva, y empezaban a salir con cierto recelo. El príncipe recogía raíces y frutas, mientras el dragón ejercitaba sus alas.

-“Al final los humanos no son tan malos, quizás si nos conociéramos podríamos evitar que estemos en lucha” – pensaba Dragoncito.

Poco le duró ese pensamiento a Dragoncito, a lejos se oía el retumbar del ejercito del rey que se acercaba.

-“Van a atacar vuestro nido”- le dijo el príncipe – “Tendríamos que avisarles, no quiero que haya guerra entre nosotros”

Dragoncito olisqueó el aire, y enseguida entendió las palabras del príncipe, como si supiera lo que tenía que hacer, bajó su cuello y con la cabeza empujó al príncipe, indicándole que subiera a su lomo.

Volaron, el príncipe no podía creer que estuviera sobre aquel dragón. Divisaron el ejercito del rey, que proseguía la marcha sin descanso, y cuando sobrevolaban el bosque, algo les dejó helados de miedo.

Abajo, una gran manada de lobos se dirigía hacia las tropas del rey, se habían reunido lobos de todas las comarcas de alrededor, su fuerza sería imparable, poco tendría que hacer el ejercito si aquella jauría los atacase por la noche.

-“Tenemos que hacer algo, no puedo dejar que mi padre muera sin ayudarle”- dijo el príncipe.

Dragoncito sabía que aunque muriesen muchos lobos, los humanos también sucumbirían, y entonces poca caza les quedaría a los dragones.

Batió con fuerza las alas, y voló con todas sus fuerzas hacía la montaña.

El príncipe sintió miedo, una cosa era estar junto a aquel dragón, pero que sería de él cuando el resto lo vieran.

No tuvo que esperar mucho tiempo, Dragoncito volaba como nunca lo había hecho y se acercaban a las montañas.

Cuando llegaron, Dragoncito dejó al príncipe al pie de las mismas. Estaba claro que no quería llegar con él, no sabía como podría reaccionar su padre.

En el nido, todos los dragones se hallaban reunidos, la caza cada vez era menor, habían visto que los lobos estaban acabando con toda la comida y encima aún temían la llegada de los humanos. El padre de Dragoncito seguía sumido en la tristeza.

-“Creo que lo mejor es que volemos lejos de aquí, busquemos otro lugar”- dijo.

-“Sabes que ahora eso sería imposible, no tenemos muchas fuerzas, además donde iremos, tú lo dices por que con la pérdida de Dragoncito, ya nada te importa”

El gran dragón gruño, y avanzó hacia el que acababa de hablar.

-“Para, no podemos luchar entre nosotros también, además no le falta razón, desde la pérdida de Dragoncito no eres el mismo”- habló el dragón más anciano.

En ese momento se hizo un gran silencio, se oyeron unos pasos, y un bufido de alegría retumbó en la cueva. La madre de Dragoncito no podía creer lo que veía, en la entrada caminando estaba su pequeño hijo.

Se formó un gran revuelo, nadie creía que pudiera seguir vivo después del encuentro con los humanos. Todos querían saber que había pasado.

-“No hay tiempo para que os cuente lo que ha pasado, los humanos están cerca de aquí, y van a ser atacados por la mayor manada de lobos que hayamos visto, hemos de ayudarles”

- “Mejor, así no tendremos que luchar contra ellos”, “Que nos importa a nosotros la suerte de los humanos”. “Estas loco, el ataque te ha dejado sin cordura, o es por que sólo comes vegetales”. Le decían sin parar.

-“Un momento, si aún estoy aquí es gracias a que un humano me salvo la vida, me cuidó y sanó mis heridas, esperad”- Y salió en busca del príncipe.

El príncipe estaba aterrado cuando Dragoncito le depositó dentro de la cueva, podía oír como resoplaban y gruñían y aunque no entendiese el idioma de los dragones, sabía que no estaban muy contentos con su presencia.

-“No todos los humanos son malvados, como no todos los dragones comemos carne”- dijo dragoncito- “Los lobos vana a atacar al ejercito, y siendo tan numerosos, probablemente acaben con ellos, después de eso, que nos quedará a nosotros, acabaran con toda la caza, y quién sabe si encima nos echarán la culpa”

-“Y que propones”- le preguntó su padre.

-“Que les ayudemos a vencer a los lobos, que les demostremos que no tenemos nada contra ellos”- contestó Dragoncito.

-“¿Y si no nos creen?, ¿y si después de ayudarles quieren acabar con nosotros?

-“No os preocupéis por eso, iré junto al hombre y comprenderán”

-“Es un plan arriesgado, pero eso mejor que irnos de aquí”- dijo el anciano dragón.

Dragoncito miró al príncipe, y le ofreció de nuevo su cuello, este no sabía que iba a pasar, pero cuando vio que tras ellos volaban los demás dragones entendió que aún podía haber una solución.

Mientras los lobos se hallaban cerca del ejercito, se habían posicionado detrás y a los lados, a la espera de que cayera la noche para atacar. No querían acercarse mucho para que no les vieran.

Los dragones volaron lo mas alto posible, para que el ejercito no les viera, en cuanto divisaron a los lobos, descendieron, los soldados al verlos dieron la voz de alarma, el rey dio la orden de protegerse bajo los árboles y que los arqueros formaran en línea de ataque.

De pronto sobre un pequeño dragón vio a su hijo, no podía creerlo.

-“General dé la orden de no disparar, mi hijo está sobre un dragón.”- dijo el rey entre lágrimas.

-“Eso es imposible mi rey”

- “Fíjese bien, sobre aquel pequeño dragón”

El general vio que era cierto, el príncipe montaba sobre un dragón, ¿pero eso significaba que no les iban a atacar?

-“¡Arqueros, no disparen hasta nueva orden!. Les gritó.

Todos temían que el príncipe fuera un argucia de los dragones para atacarles, pero estos sobrevolaron al ejercito sin hacer nada.

En cuanto hubieron sobrevolado sobre los humanos, los dragones lanzaron sus llamaradas, los lobos sorprendidos por el ataque comenzaron a huir.

Tal fue la locura de aquel ataque que los lobos corrían de un lado para otro separándose unos de los otros.

Poco tiempo duró aquella lucha tan desigual, cuando acabó los dragones volvieron a su nido, todos menos uno, como había dicho Dragoncito, este volaba hacía donde estaba el rey.

Rápidamente los soldados rodearon al rey para defenderle.

-“Esperad, los dragones nos han salvado de los lobos, esperad un momento.”- dijo el rey.

Dragoncito se posó suavemente, el príncipe descendió de su lomo, y corrió hacia su padre. Los soldados vitorean la valentía del príncipe.

-“Mi rey, padre, os ruego no ataquéis a los dragones, ellos no son los que mataron a las ovejas, ni siquiera han atacado a los humanos, este dragón”- dijo señalando a Dragoncito- “ha salvado mi vida, creo que se merece un respeto”

El Rey escuchó a su hijo, cuando este terminó de hablar le abrazó.

-“Mi hijo, aquel al que muchos a escondidas llamabais el príncipe cobarde, nos ha salvado la vida, él y los dragones. Desde hoy ordeno que en este reino los hombres vivan en paz con los dragones”

Dicho esto, todo fueron gritos y abrazos al príncipe. Este se acercó a Dragoncito, y le abrazó.

-“Gracias, gracias por salvarme la vida, y por salvar nuestro reino”.

Desde aquel día los hombres vivieron en armonía con los dragones, el rey ordenó que dejaran un bosque para que los dragones pudieran cazar en libertad, y los dragones a su vez mantuvieron lejos a los lobos.

Muchos días Dragoncito volaba hasta el castillo, y allí el príncipe montaba sobre él.

Nadie más llamó cobarde al príncipe, ningún dragón volvió a reírse de Dragoncito.

Y fín.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Hambre y melancolía,
de que la luna esté llena,
de amoríos y alegrías,
soy el príncipe de la dulce pena"

Besitos

suspiro dijo...

ME HA ENCANTADOOOOOO. GENIAL.
Besitos

Masakoy dijo...

Lo que me estoy perdiendo. Voy al principio.