Descuelgo
el teléfono, su voz llega desde el otro lado del hilo telefónico
vestida de nostalgia.
-
Hola - me dice, y sus palabras se descuelgan de su boca como lo haría
la lluvia que cae de una hoja.
-
Hola, tengo la sensación de que algo te pasa...
-
Bueno... ¿sabes? creo que ya sé por qué te llamo, hablar contigo
es como si en el fondo acompañaras mi soledad, me
acompañas a estar sola, por que no hay peor cosa que sentirse sola,
no es estar sola, sino sentirse sola, y me siento sola cada vez que
rozo el otro lado de mi cama y sólo hay escarcha.
Hay soledad
en mi cocina, cuando sólo tengo que cocinar para mi, cuando lleno de
vino solo un vaso, cuando mi cintura añora unos
abrazos por detrás mientras me besan
el cuello.
Hay soledad en mi mesa, esa mesa de madera que
desnudé un día y tirita de frío.
Hay soledad en las
películas que veo por que no tengo un hombro donde apoyarme ni un
cuerpo al que abrazarme cuando de la tele salta un miedo.
Hay
soledad en el silencio del acto de apagar la tele y caminar a la
cama, sin poder comentar como ha sido el programa, o la pelí, sin
poder besar un sueño de buenas noches,
Hay
soledad en el abrazo que doy a mi almohada como si ella fuera su
sustituto.
Hay soledad en mis pasos por las calles, que a veces
suenan a hueco, por que no hay un destino, no hay principio ni final,
no hay una despedida por que no hay una bienvenida. hay soledad en mi
amanecer, cuando me estiro en la cama y siento el frió de la
ausencia, de su voz de su mirada, de unos
besoa
de buenos días, del olor a café
Hay soledad en los viernes
por la noches por que ya no hay planes, hay soledad en los sábados
por que no tengo con quien remolonear en la cama sintiendo que el
lunes está tan lejos que quizás nunca llegue.
Me siento como
esos relojes de arena que miden el tiempo por los granos que pasan de
un lado a otro, sólo que esta vez nadie girará el reloj para que
vuelvan a caer, cada grano de arena es un momento que no volverá un
momento cargado de soledad.
Y hay soledad en mis recuerdos que
cada día que pasa se enturbian más en mi mente como si se fueran
desenfocando perdiendo en algún lado de mi cerebro al que cada vez
más me cuesta llegar…
-
Siento oírte decir eso, por que sé que hay soledades que son
difíciles de llenar, de igual manera que hay soledades que acompañan
por que gracias a ella podemos encontrarnos, yo sólo soy un contador
de historias, si quieres puedo contarte una para que así al menos
este ratito no te sientas tan sola.
-
Gracias…
-"Había
una vez un hombre que se sentía tan solo como quizás te sientas tú
ahora, había tenido la suerte de amar, se decía, pero nunca llego a
comprender que uno se pierde pensando en lo que no se tiene cuando
debe pensar en lo que tiene, y así sin verlo, sin desearlo se quedó
solo.
Caminaba todos los días, maldiciendo su mala suerte,
aunque en el fondo él sabía que no era cuestión de mala suerte,
sino de que uno tiene lo que se busca, uno de esos días que se creía
el ser mas triste de la tierra pasó por delante de la puerta de un
gran hospital, y sin saber por qué, entró.
Recorrió los
pasillos mirando las habitaciones, oyó lamentos, y oyó rezos, vio
lágrimas pero también vio esperanza y sonrisas, algunas de esas
habitaciones estaban llenas de gente que iban a visitar a sus
parientes, otras sin embargo solo guardaban a los enfermos que
intentaban dormir para que la estancia en el hospital se les hiciera
mas corta.
Al rato salió del hospital pensando en la soledad de
estar tumbado en la cama hora tras hora sin que nadie fuera a
visitarles.
entonces tuvo una idea, al día siguiente volvió al
hospital y entró en una de las habitaciones en las que no había
visitantes, se presentó y le dijo al enfermo, "hola, soy tu
acompañante de alquiler", el enfermo le miró extrañado "¿es
una broma? ¿una terapia nueva del hospital?" "No"
contestó él, simplemente creo que no es bueno estar solo todos los
días y yo tengo tiempo me gustaría alquilar mi tiempo para
acompañarle. "Ya .. vale... pero cuanto me va a cobrar
por ello...", inquirió el enfermo, "nada, sólo le pido
que si alguna vez yo termino en un hospital usted me alquile su
tiempo". Al enfermo le pareció algo extraño aquel trato, pero
eso era mejor que no estar sólo todo el día.
Y de aquella
forma aquel hombre llegaba por las mañanas al hospital y alquilaba
sus horas, una por paciente, hasta que terminaba el horario de
visitas.
Dicen que estuvo cinco años visitando todos los días
el hospital, hasta que un día cuando estaba alquilando una de sus
horas, entró una chica en la habitación, "hola, ¿eres tú el
visitante que se alquila?" le dijo, él la miró sorprendido, "
sí soy yo, ¿por qué?". "me gustaría hacer lo que tú
haces, y no sé a quien dirigirme, y me llegó que había
alguien que ya lo hacía... y aquí estoy"
Dicen que
fue de esa forma que crearon una asociación, voluntarios que
alquilan su tiempo, solitarios que apagan su soledad, sabiendo que el
día que ellos puedan estar en una cama de hospital también tendrán
compañía."
-
Es una bonita historia…
-
Lo es, pero no quiero que te lo tomes como una moralina por lo que me
has contado, lo que sientes es como la sombra que todos tenemos
cuando luce el sol, hay que aprender a convivir con ella, quizás
algún día tu sombra pueda ser como la de Peter Pan y abandonarte
por haga llegado alguien que la descosa de tus pies.
-
Gracias, quien sabe... al menos tú me acompañas a no estar sola, un
beso contador de historias.
-
Un beso y dulces sueños.
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