Pintaba sus cuadros de un gris apagado.
Sus fotos amarilleaban en algún cajón olvidado.
Su sonrisa guardada en el bolsillo.
Y la música era un eco lejano que rebotaba en las paredes.
Entonces alguien le susurró al oido: "A veces basta con un deja que ocurra"
Y sus cuadros se llenaron de color.
Las fotografias saltaron a las paredes.
La sonrisa se cosió a su boca... (llena de besos)
Y la música... la música no dejo de sonar NUNCA.
Basta con un DEJA QUE OCURRA.
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