miércoles, septiembre 14, 2005

Sueños Son Parte 13

Lloré por mi, lloré por él, lloré por mi vida.
Y lo hice calladamente, sin que nadie pudiese percatarse de ello, como lloran las personas que se sienten solas, que aún tienen una esperanza.

Mientras seguía hablando, mis ojos se perdieron en él, aquella imagen algo desaliñada, con sus pelos despeinados, con sus gafas caídas, con su voz que dejaba caer las palabras lentamente, aquella imagen que despedía seguridad, a mi me hacía sentir insegura sabiendo que era solo una manera mas de ocultar su interior.

No esperé a que terminara, no me sentía con fuerzas de tenerle a mi lado, salí del café y antes de cruzar la puerta vi su mirada, asentía, no había en ella sorpresa o decepción, sólo conformidad con lo que hacía.

Me alejé paseando, llovía, una fina lluvia mojaba mi cabeza, pero no me importaba, quería sentirla cayendo sobre mi, quiera tener la sensación de volver a ser niña y correr bajo la lluvia saltando en los charcos. Mi paseo me llevó hasta la plaza mayor, la gente corría a los soportales y su imagen me transportó a cualquier plaza mayor de cualquier otra ciudad, cuando uno está viajando, cuando uno observa todos los detalles para impregnarse de ellos, y siente un brazo que te rodea, y sientes una mirada que te dice - ¿Te gusta este lugar?- Y sientes sus labios en los tuyos. Así me sentía yo en esos momentos, mirando la lluvia caer, con el cielo gris sobre mi Madrid, sobre mi corazón.

Dejé pasar dos semanas, el tiempo todo lo cura, me decía a mi misma, y me perdí entre lecturas, en mi trabajo, en reuniones con amigos tan superficiales que terminaba la noche vomitando.

Una noche, en casa, frente al televisor, él me dijo:

- Cariño, te veo distante, lejana desde hace unos días, estas y no estas, no sé que es lo que te ocurre pero me gustaría hablar de ello.

Me cogió de sorpresa, sabía que me había encerrado en mi misma, pero no estaba preparada para afrontar una conversación así, directamente con él.

- Estoy cansada, el trabajo, el otoño, ya sabes como me afecta
la lluvia, me deprime.

El me miró y calló, sabía que no le había dicho la verdad, y eso me hacía sentir mal, pero ¿cómo explicarle que la vida que llevábamos me estaba asfixiando lentamente, que me sentía en una jaula de oro, un pájaro sin alas? Seguramente le dolería, su mundo se vendría abajo, el mío ya lo estaba.
Quizás todo se había mantenido como un castillo de naipes, algo ficticio que yo, ni quería, ni deseaba ver, y ahora un ligero soplo, una brisa había tirado aquella estructura.

¿Qué hacer? ¿Qué camino tomar?

Y recurrí a la solución más fácil, llamé a mi hermana y quedé con ella en un café, no le dije el motivo de nuestra cita, ella tampoco se sorprendió, me sentía algo extraña y esperaba que como hermana mayor fuera corriendo a contarle lo que me sucedía.

Y me senté enfrente de ella, palabras sueltas mil veces dichas corrieron entre las dos, hasta que por fin me decidí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que rabia, que impotencia cuando uno quiere o desea hacer saber al otro como se siente y en muchas ocasiones, aguantamos, actuamos, simulamos... buscando a terceros para decirles como sentimos y que deseamos.. tengo que reconocer que somos unos cobardes ante las situaciones de la vida y que por esa cobardía quizá nos estemos perdiendo muchas cosas.

Anónimo dijo...

No soy persona de evitar situaciones...al contrario, suelo enfrentarme cuanto antes a ellas para resolverlas..por eso imagino que este dichoso cuentecito tan largo y bucólico al estilo del más puro soñador ,romántico empedernido, me está poniendo especialmente nerviosa.Tú deseas tenernos en un tris y lo estás consiguiendo.Me gusta la panorámica ambiental,pero me irritan determinadas actitudes de los "actores"...Hay que prenderles a ambos una mecha encendida en determinado lugar ..a ver si reaccionan.