lunes, septiembre 05, 2005

Sueños son parte 10

- Te esperé el jueves aunque sabía que no vendrías, que necesitarías tu tiempo para venir, y me alegro que lo hayas hecho. Ahora no digas nada, sólo escúchame, el jueves libro, pero me gustaría quedar contigo para cenar, si puedes deja esta tarjeta al camarero mañana, yo vendré el jueves al mediodía, te espero en esta dirección a las ocho de la tarde.

Me dio un papel doblado, me besó suavemente en la mejilla y se marchó.
Guardé el papel como si se tratase de una fórmula secreta robada por un espía, y cuando llegué a casa entré en el lavabo cerré la puerta con llave y abrí el papel, en él iba escrito a mano una dirección de un piso, y un “te espero, no faltes”. Me tembló el pulso, guardé el papel y preparé la cena. Cuando él llego yo le esperaba con la cena en la mesa, le besé y le miré a los ojos, ¿sería capaz de traicionarle, de tener una cita con otra persona, serian aquellos deseos una forma de serle infiel? Borré esos pensamientos, y pensé que no me preocuparía, aun quedaban dos días y en todo caso lo que debería hacer era excusarme por llegar tarde y sobre todo controlar mis emociones, iría a cenar con el cuenta cuentos, hablaríamos, disfrutaría de la cena y nunca más volvería a verle. ¿era eso real, o sólo intentaba convencerme a mi misma?.

Llevaba la tarjeta en la mano, toda la mañana pensando si la entregaría o no y si al final iría a la cita. ¿Qué tenía que perder? Y si fuese una oportunidad que nunca más se repetiría, había algo en todo ello que hacía sentirme viva de nuevo, la ilusión de ver que podía pasar, el riesgo de llegar hasta la casa de un desconocido, saber si en el fondo era capaz de dar el paso, o de regresar a mi vida, al fin y al cabo dejar la tarjeta no implicaba que tuviera que ir.

Y entregué la tarjeta.

Y me vi llamando a su puerta, aquel jueves, de un mes de otoño, sin saber si el simple hecho de acudir a la cita significaría dar un giro radical a mi vida, de hecho algo ya había cambiado.
Desde que llamé hasta que me abrió, pasó todo un mundo, iba a cruzar el umbral de una puerta y no sabía que podía encontrarme detrás, y si abusaba de mi, si solo fuera su antojo sexual, como podría decir luego que no quise que sucediera si había acudido a su casa libremente, y en el fondo de mi, ¿no le deseaba físicamente?, mis piernas temblaron y mi cabeza me dijo que me fuera, pero algo me empujaba a esperar a que abriera la puerta.

Y la abrió.

Estaba de pie frente a mi, con su sonrisa, me fijé en sus labios, en sus gafas, me saludo con dos besos y me hizo pasar. Su casa era pequeña, y sin embargo daba la sensación de espaciosa. Tomó mi abrigo y mi bolso, lo llevó hasta una habitación y me indicó que me sentara en el saloncito. Tenía la mesa preparada para la cena con un toque romántico pero sin excederse, me sentía violenta e incomoda, y ahora que ya había llegado hasta allí ¿qué?

- Gracias por haber venido, hubo momentos en los que pensé que no lo harías pero ya estas aquí. ¿quieres una copa de vino?
- Si, gracias.
- Bueno, te preguntaras el motivo de mi invitación, la osadía de traerte hasta mi casa, de invitarte a cenar sin conocernos...
- La verdad es que si, me planteé no venir pero la curiosidad me pudo y aquí estoy.
- En realidad, yo también me pregunto que es lo que me impulsó a sentarme contigo y decirte que vinieras, quizás verte dos días en el café que luego fueses al restaurante, pero el detonante fue que me contestaras cuando dije que había llorado después de hacer el amor, en ese momento supe que tienes una sensibilidad mayor que la del resto de la gente, que quizás en ti haya los mismos interrogantes que yo tengo..
- Quizás, ¿pero crees que se los contaría a un desconocido?
- Si, creo que si, y más si es a un desconocido que ha despertado en ti la curiosidad suficiente para hacerte venir hasta mi casa, pero ahora cenemos, hay tiempo para charlar después.

Cenamos, no cocinaba mal, nuestra charla fue algo intrascendental, ya se sabe, trabajas, que cosas te gustan, lo justo para que ninguna pregunta fuera incomoda o inoportuna. Sin embargo todo cambió cuando dejamos la mesa y nos sentamos en el sofá, puso una música de fondo me miró y me habló, como si me estuviese contando un cuento.

“... hace tiempo fui feliz, quizás no completamente, pero si muy feliz o por lo menos lo que yo entendía por felicidad, pero con el paso de los años, las ilusiones se fueron perdiendo, los sueños quedaron atrás y por unos motivos y por otros entré en una gran depresión, me planteé que la vida había llegado a su fin, y me planteé que la muerte no tenia por que ser un punto final, que no era tan malo, entonces me puse una fecha, la llamé “fecha de caducidad”, la fecha en la que me suicidaría, y desde ese momento los problemas empezaron a ser mas pequeños, pero algo se me había perdido en el camino, dejé de sentir.
Llegó la fecha de caducidad y no junté el valor suficiente, por lo que únicamente me dejé llevar, aún quedaba un instinto de lucha dentro de mi y eso me empujaba a seguir adelante, era como una nave en el vacío del espacio, encendía los motores daba un empuje los apagaba y esa inercia me llevaba hasta otro punto. Aprendí de mi separación, y me di cuenta que todo lo que nos ocurre tiene un motivo y un aprendizaje, quizás no paramos mucho a pensar en ello, sólo nos lamentamos de lo ocurrido, cerramos cicatrices e intentamos seguir adelante hasta caer en el mismo error. Empecé a escribir, a hablar de mi, de mis sentimientos a iniciar una búsqueda del amor de mis ilusiones de mis sueños y aún me encuentro en ello, en ese camino, ser cuenta cuentos me ayuda, por que mis historias reflejan parte de mi mundo y poder compartirlas es como ir a un confesionario. No creas que todo es lindo, sigo con mis depresiones, con mis desfallecimientos, y aún a veces me cuestiono si merece la pena seguir, quizás en el fondo el contar mis historias es un escape a no tener a alguien a quien contárselas. Me acostumbré a escuchar y me olvidé de que yo también necesito que me escuchen, por eso te invité a venir.”

Estaba perpleja, no estaba preparada para escuchar tanta sinceridad de un desconocido, estaba desnudando su alma y esperaba que yo hiciese lo mismo, imaginé una cita donde quizás intentaría seducirme con alguno de sus cuentos, que habláramos de los dos, de banalidades, y allí estaba él, delante de mi, casi llorando, compartiendo conmigo sus miedos y su vida, no sabía que hacer ni que decir, me había descolocado por completo y opte por la salida mas fácil.

- Se me ha hecho tarde, ha sido una cena encantadora y me ha gustado compartir contigo esta noche , pero he de irme ya.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no pueden ser diarios???, va excelente....
campos....

Anónimo dijo...

podrian... pero el encanto está en saber esperar... y hacerse de rogar.

gracias campos :)