Se sentó delante de aquel hombre que lucía una bata blanca inmacualda.
Le miró a sus ojos y le dijo: "señor estoy enfermo, no tengo sueños".
El
hombre de la bata blanca, sonrío, dejando ver unos dientes tan blancos
como su bata, "no se preocupe, soy el mejor doctor de la ciudad, le
prometo que volverá a tener sueños".
Aquello fue le principio de
un camino largo y tortuoso, le pincharon, le hicierón tomar pastilas de
cien colores diferentes incluso llegaron a raparle la cabeza entera, le
pusieron unas ventosas y sintió como aquella descarga eléctrica recorria
su cabeza.
Pero seguía sin sueños.
El doctor cuya bata
empezaba a amarillear, tuvo que reconocer que no sabía como tratarlo.
Escribió una carta muy larga que firmó y selló, para que fuera a la
capital.
Allí le recibieron no uno si cuatro hombres con batas
aún más blancas, allí recorrió un camino más largo y más tortuoso y allí
siguió sin sueños.
Los cuatro hombres de las batas más blancas se
reunieron, ellos no podían reconocer que no sabían cómo curarle, por lo
que solucionaron declararle loco.
Escribieron una carta corta y escueta, "está loco, su lugar está entre ellos" rezaba la misiva.
Esta
vez no tuvo que ir a ningún sitio, vinieron a recogerle unos hombres de
batas azules, le llevaron a un edificio gris, con rejas en las ventanas
y puertas cerradas.
Cuando entró, dijo "estoy enfermo, no tengo sueños" y los habitantes de aquel edificio le enseñaron a volver a soñar.
1 comentario:
Que suerte ha tenido este hombre, apartarse de las batas blancas y estar con gente que te haga soñar!
Soñar siempre es bueno, dormido o despierto.
No dejes de soñar despierto y sigue escribiendo Nicolás
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