martes, noviembre 12, 2013

Un cuento

Es Diciembre, un mes especial en todos los rincones del planeta, ese al que llamamos Tierra.
Y sin embargo en cada rincón se vive de manera diferente, aunque no queramos verlo, aunque a pesar de las noticias en los telediarios cerremos los ojos, todos sabemos cuál es la realidad, esa que separa a los que vivimos en el hemisferio norte, del hemisferio sur.
Por si no lo sabéis, la Tierra es como una naranja, imaginad que la tenéis en vuestra mano, con un rotulador por la mitad dibujáis una línea, la parte de arriba sería el hemisferio norte, la parte rica, la parte de abajo la que está pegada a vuestra mano es el hemisferio sur, la parte pobre.
***
En una ciudad del hemisferio norte vive una familia, con dos hijos, una chica y un chico, de vuestra edad, van al colegio, tienen amigos, una casa grande, a los chicos no les falta de nada, por suerte sus padres tienen trabajo, y todo lo que ellos quieren sus padres se lo compran, no hacen ningún esfuerzo, sólo tienen que pedirlo. Unas zapatillas de deporte, el último video juego, la muñeca de los monster high, con su casa y su ropa. Y sin embargo a veces no son felices.
En un poblado del hemisferio sur, las casas son de barro, y caña. En una de ellas viven una familia, los padres, los abuelos, y dos hijos, una chica y un chico, de vuestra edad, no van al colegio, porque el colegio está a muchos kilómetros de allí. Dos veces por semana al poblado llega un coche con unos voluntarios de una ONG, los niños del poblado se sientan en el suelo, y allí los voluntarios les enseñan a leer. Los niños no tienen juguetes, no saben que son unas zapatillas de deporte, o que es una muñeca monster high, ni siquiera saben que es tener una habitación para ellos solos, porque en la choza no hay habitaciones, duermen todos juntos. Y sin embargo son felices.
***
Suena el timbre del colegio, es el último día de clases, empiezan las vacaciones de Navidad, Javier y Sara, que es como se llaman los niños, cogen sus mochilas, y agarrados de la mano salen al patio, allí está su madre, esperándolos como todos los días.
- ¡¡ Hola mami ¡! – dicen Javier y Sara - ¿Qué nos has traído de merendar?
- ¿Y ese beso? – les contesta su madre, mientras les da una bolsa con la merienda.
- ¡Jo!, otra vez un bocadillo de mortadela, yo no lo quiero, vamos a comprar chuches. – Y despreciando el bocadillo lo vuelve a meter en la bolsa.
Sara no dice nada, y le da un mordisco al suyo, la madre recoge la bolsa, y para que su hijo no se enfade y empiece a llorar, se acercan al puesto de don Ramón y le compra unas chuches.
Javier le enseña un sobre de pica-pica a su hermana y cuando está va a cogerlo lo abre y se lo echa a la boca.
- ¡Mamá, mamá!, Javier no me da ninguna – dice Sara lloriqueando.
- Son chuches para mayores, tu eres una pequeñaja – le contesta Javier.
La madre suspira, a veces no puede con ellos.
***
En el poblado, Samburu y Nakura, los niños, tienen que ir a recoger la leche de las vacas que cuida su padre, la cosecha no ha ido bien este año, ha hecho demasiado calor, y el trigo se ha marchitado. Ambos, descalzos recorren la pradera, a lo lejos una manada de elefantes levantan la trompa intentado oler donde está el rio. Samburu y Nakura se paran a verlos, la más pequeña, Nakura, se ríe cuando ve como el gran macho levanta la trompa y sacude las orejas.
- ¿Por qué mueve así las orejas Samburu? –le pregunta a su hermano.
- Porque así además de espantar a todas las moscas, se da aire para no pasar tanto calor. – le contesta.
- ¡Qué listo eres, hermano! – le dice mientras echa a correr hasta el cercado – a que no me pillas.
Pero Samburu que corre más que su hermana, lo hace despacio, no quiere cogerla, le encanta que le gane porque ella se ríe y salta de alegría cada vez que lo gana, y él sabe que debe protegerla, en la pradera hay muchos peligros y él es el hermano mayor, él que tiene que cuidarla.
En el cercado el padre les espera con unos cubos, Samburu y Nakura no tienen mucho tiempo para jugar, tienen que ayudar a su familia, pero su padre hace que el ordeñar a las vacas sea como un juego. Llenan los cubos, el de Nakura es más pequeño para que pueda llevarlo. Cuando terminan de ordeñar a las vacas, se despiden de su padre y vuelven al poblado
***
Ya en casa, Javier va a su habitación, tiene los juegos tirados por el suelo, se aburre, tiene el último juego de Harry Potter para la play, pero ya se lo ha pasado, coge su coche teledirigido y cuando lo va a encender no tiene pilas, busca en los cajones y nada, se va a la cocina pero tampoco quedan, entonces enfadado tira el mando al suelo y se echa a llorar.
- No tengo pilas, no funciona el coche – gimotea.
- Juega con otras cosas, tienes un montón de juegos – le dice su padre.
- Yo quiero mi coche, ¡cómprame pilas! – le grita llorando
- Es tarde y las tiendas están cerradas, deja de llorar, tienes un montón de juguetes, ya quisieran muchos niños tener todos los juguetes que tú tienes.
Javier vuelve a su habitación, cierra la puerta y mira a su alrededor, tiene un mecano, una pelota de futbol, otra de baloncesto, el equipamiento de futbol del Real Madrid, un microscopio, la colección de cromos de Dragon Ball, y los click piratas, sin embargo está enfadado, no sabe qué hacer, se aburre, da una patada a un robot que cae al suelo encendiendo los ojos y moviendo los brazos con un sonido metálico.
***
En el poblado cae la tarde, dentro de la choza la madre y la abuela calientan un puchero, Samburu y Nakura miran como lo hacen, su madre se da la vuelta y les da permiso para salir.
- Vamos Nakura – le apremia Samburu.
Salen de la choza, un gran sol tiñe de naranja el cielo.
- ¿A que jugamos, Samburu?
- Vamos a buscar unos palos de caña.
Se reúnen con más niños del poblado, unos buscan palos de caña, otros plumas de ave. Cuando ya han conseguido suficiente, los más mayores sacan unos cuchillos y afilan las cañas, hacen un corte en la parte superior y ponen una pluma en cada uno de los palitos.
Unos son largos y otros pequeños. Los pequeños servirán como lápices mojándolo la punta en un tinte que hacen con unos frutos, los largos los utilizaran los mayores como flechas. Todos se divierten fabricando los lápices y las flechas, mientras cuentan historias del gran león blanco, que por las noches ruge y va de caza. Algunos lo han visto, y dicen que es más grande que dos hombres juntos, y que es tan veloz que no hay gacela que se escape a sus zarpas. Los más pequeños se asustan con la historia, pero Samburu sabe que es bueno que los pequeños sepan que la selva tiene sus peligros.
Cuando terminan de hacer los lápices y las flechas, las guardan, y se reúnen todos, no tienen juguetes con qué jugar, pero unos harán de cazadores y otros harán de leones, y jugarán a ser cazados, a no dejarse cazar, corriendo entre las chozas.
***
Javier y Sara se levantan de la cama, no tienen que ir al colegio, están de vacaciones, su madre les llama para que vayan corriendo a la ventana.
Ha nevado, y el jardín está cubierto de un manto blanco.
- ¿Qué os parece si desayunamos, y bajamos a hacer un gran muñeco de nieve?
- ¡Siiiii! – gritan los dos.
Cuando terminan, la madre les ayuda a ponerse los abrigos, los guantes y las botas, ya protegidos contra el frío bajan al jardín, allí hay otros niños amontonando una gran montaña de nieve, unos llevan unas bolas de papel pintado de negro, Sara en su bolsillo lleva la zanahoria más grande que encontró en la nevera.
Entre todos van haciendo un gran muñeco de nieve, primero el cuerpo, colocan los papeles como si fueran los botones, otros están haciendo una gran bola que servirá para la cabeza, otros están buscando dos piedras para ponérsela como ojos. Cuando ya tienen hecha la bola juntos la ponen encima del cuerpo, alguien pone las piedras, y la madre de Sara la coge en brazos le da la zanahoria y ella se la pone como nariz.
Desde el árbol, las ardillas ven a los niños y corren a esconderse.
El muñeco está terminado y los más pequeños juntan sus manos y empiezan a bailar alrededor del muñeco, como habían aprendido en clase, unas veces giran a la derecha, otras a la izquierda, un paso delante, otro detrás, crean un círculo y giran alrededor del muñeco de nieve.
Los mayores empiezan una pelea con bolas de nieve, Javier escondido tras de un árbol coge un montoncito, se lo tira a Sara, y se esconde.
Es tiempo de Navidad.
***
Amanece en el poblado, hoy es un día peligroso, hoy es día de caza, los hombres se sientan en troncos caídos, de un cuenco cogen unas extrañas larvas, con sus dedos las aplastan poco a poco dejando que caiga sobre la punta de la flecha un líquido viscoso, es un potente veneno, si cayera en alguna herida, sería mortal.
Se despiden de los niños y de las mujeres, algunos llevan antorchas, tardarán días en volver.
Se dividen en grupos de caza.
Ya ha pasado medio día desde que salieron del poblado, se han internado en una parte de la sabana de altas hierbas donde hay manadas de gacelas Thomson. Los hombres hacen un gran agujero que tapan con ramas, los que llevan las antorchas queman las hierbas y se produce un gran incendio, es la forma de que así no se escondan las gacelas entre la maleza y poder verlas. Los hombres se esconden en el agujero y esperan pacientemente a que vuelvan.
Pueden pasar dos días hasta que las gacelas regresen, mientras ellos esperan sin moverse, saben que hay leones y leopardos, que también salen a cazar, si alguno hiciera ruido o les llegase su olor, tendrían que luchar contra los leones o los leopardos y saben que es casi imposible vencerles.
Han pasado tres días, cuando aparecen las gacelas, el jefe de la tribu asoma la cabeza, e  indica a su grupo que no hagan ruido, los mejores con el arco, se asoman,  y disparan sus flechas, una alcanza a una gacela, es hora de salir tras ella.
Pasan tres horas siguiendo el rastro hasta que la encuentran tendida, el veneno ha hecho efecto, ahora tienen que llevársela rápidamente, ya que el olor puede atraer a las hienas o a alguna leona hambrienta.
Tras cuatro días fuer, los grupos de cazadores vuelven al poblado, han tenido éxito y la tribu tendrá comida para unas semanas.
***
Las luces parpadean, se oyen villancicos, mientras los padres de Javier y Sara, ponen juntos la mesa.
Es la cena de nochebuena, vendrán los abuelitos y los tíos, con los primos.
Sobre la mesa hay un montón de comida, todos los años es igual, al final sobra tanta, que la tienen que tirar, pero nadie repara en ello, es Navidad. Todos están alegres cantando, el abuelo le pregunta a Sara si ya ha escrito la carta a los Reyes Magos, Javier corre con la suya, como otros años su carta está llena de peticiones, tantas que seguro no podrá jugar con todo lo que pide.

***
El poblado se reúne ante una gran hoguera, ellos saben que es Navidad  porque los voluntarios de la ONG están allí con ellos. En el fuego, la carne del antílope se asa, se reparten los cuencos, y todos comerán lo justo, sabiendo que nada pueden tirar, porque quizás la semana que viene no tengan que comer.
Para agradecer lo que la madre tierra les ha dado, la tribu se disfraza de animales, unos de antílopes, otros de elefantes, de monos y águilas, de leones y jirafas, de águilas, cebras, y juntos danzan alrededor del fuego mientras los más viejos tocan los tambores y cantan a la madre tierra, dándole las gracias por el alimento que les ha otorgado.
No hay regalos ni juguetes, el mayor regalo que tienen es que todos siguen vivos un año más.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola

Son interesantes sus relatos

Si me permite decirlo: encontré su blog a través del blog de El Mundo que está inactivo pero me gusta curiosear en los comentarios.

Mis respetos por sus comentarios medidos: por su forma que es de una persona madura,que sabe pensar y hace notar que actúa con coherencia.

Espero que le vaya bien a pesar de la situación en España que esperamos no dure mucho.

Aquí la estamos pasando muy mal con tanta violencia y demás problemas.

Reciba mis saludos desde Perú

B.A.

Unknown dijo...

Lo que todos sabemos pero no vemos, lo has dicho en este cuento tan bonito.
Precioso.
A ver si cambias ....de escenario y en vez de África...te vas a alguna tribu sudamericana o a Indonesia, ....;).
Gema

Arita dijo...

Has dejado claro lo que es realmente importante para disfrutar de la vida y ser feliz. Tener quien te quiera, quien se preocupe por ti, con quien compartir lo bueno que te ofrezca la vida.

Lo que es penoso es no saber valorar lo que tienes y nada más pensar en lo que te falta.

Un relato con mucha miga, como nos tienes acostumbrados.