jueves, noviembre 10, 2005

Rayos de luz

Aquel hombre, sin saberlo se había instalado hacía tiempo en una habitación oscura y pequeña, De vez en cuando entraba la luz.
Rayos pequeños.
Líneas que partía en dos aquella oscuridad.

No sabía cuando ni como había sucedido, únicamente amaneció de aquella manera envuelto en esas tinieblas, en esa habitación.
Rayos pequeños.

Y pasaba el tiempo, implacable, mientras él se aclimató a su mundo, la puerta se fue oxidando poco a poco, las quejumbrosas ventanas fueron dándose de si lentamente hasta hacerse casi imposible su apertura.
Y desde allí empezó a ver su vida pasar.
En rayos pequeños.

Algunos días corría las cortinas lo suficiente como para que las imágenes de fuera no le hirieran, no le trajeran aquellos recuerdos que él había arrinconado en un sótano de su corazón.

Se hizo amigo de la noche, del aire que respiraba y de la imagen que veía en aquel gran espejo.
Mientras afuera el tiempo seguía, su vida se deslizaba entre veredas sinuosas aparcadas a lo lejos de la playa, del sol, de la lluvia, de sentirse mojado, de sentirse caliente, de sentir una cama vacía pero a la vez con la esperanza de llenar su hueco, se sentir la tibieza de una piel sobre su piel.
Rayos pequeños de esperanza.

Que raro es el mundo, con sus extrañas reglas, sus compromisos, como si alguien quisiera tener marcada en la hierba con cal el camino a seguir, y ahí amontonándose como una hilera de hormigas desfilando, la gente se arremolina tras esa línea . Izquierda y derecha, derecha e izquierda, Y aquel hombre desde su ventana veía el lento desfile, algunos salían corriendo descalzos y ya no se les volvía a ver, otros volvían al cabo del tiempo a la hilera y otros habitaban en cuartos como el suyo.


Una vez, un corredor que huía de la línea, se dio la vuelta y arrojó una piedra hacia su cuarto,
con tan mala suerte que hizo añicos el cristal, rasgando la espesa cortina.
Y los pequeños rayos se convirtieron en inmensa luz.

El cerró los ojos, vano esfuerzo, aquel aroma a salitre le fue invadiendo poco a poco, tomándole lentamente, embriagándole como a un borracho.

Dicen que el sentido de la vista es el mas fuerte, que equivocados estaban, aquellos aromas le envolvieron abriendo puertas en sus recuerdos por la cuales estos huían fugaces.
Niños saltando en la orilla de aquel mar.
Risas y llantos.
El temblor de aquel primer amor bajo la luz de las estrellas.
El hondo dolor del abandono.
Saetas cruzaban de aquí a allá, de allá a aquí, abriendo huecos, dejando surcos tras de si.

El hombre no pudo resistirlo mas, y se lanzó contra la ventana, arrancó las cortinas, tiro del marco, corrió ventana tras ventana, abriéndolas de par en par, y la luz se adueño de la habitación y el olor perfumó su alma.
tomó aquella piedra verde esmeralda y vio como el lanzador ya en la lejanía parecía sonreírle,
y se perdía y se perdía.

Quizás no fuera del todo una casualidad, quizás aquella piedra iba hacia su ventana, tan solo quizás...

1 comentario:

இலை Bohemia இலை dijo...

Bellísima historia, como siempre...

Por cierto, en relación a tus recomendaciones, trataré de buscar el libro "Seda" así como trataré de ver la peli "1900" (creo que es la de Bertolucci ¿no?)...

Venga va, cuando la vea y lo lea, lo comentamos...

Gracias

Un saludo!!!