lunes, marzo 13, 2006

Una historia

Aquel año estaba comenzando, 365 días de sorpresas e ilusiones se presentaban ante mí, y para empezar aquel viaje a la playa.
Al principio no quería ir, me entró una pereza enorme pensar en estar allí dos o tres días nada mas, y para colmo el hombre del tiempo presagiaba lluvias, pero mis amigos se obstinaron en ir y al final accedí.

El primer día amaneció nublado y casi no pudimos salir del hotel, nos limitábamos a charlar y jugar a las cartas, aunque mi estado de animo había mejorado, aun sentía la rabia de no haberme quedado en la ciudad. Bien, pensé, quizás mañana mejore el tiempo y por lo menos pueda pasear por la playa.

Esa mañana, aunque seguía nublado, el viento había dejado de soplar y la temperatura era agradable, me levanté y avisé a mis amigos los cuales decidieron arremolinarse aun más entre las sábanas y seguir dormidos, yo ya no aguantaba entre las paredes de aquel hotel y decidí pasear solo.

Lentamente las nubes fueron abriéndose dejando ver por fin, el azul del sol, volví a la habitación y tome mi mochila, la cargué como siempre, mi walkman, mi libro de aquel tiempo y mi cámara de fotos, compañera inseparable.

La brisa del mar azoto mi cara, y me deje arropar por ella, el olor a salitre se llevo toda mi pesadumbre, y cuando mi vista se perdió entre el verde las aguas de aquel hermoso mar, agradecí a mis amigos que me hubieran empujado a hacer aquel viaje.

Paseaba lentamente por la playa, me había descalzado y mis pensamientos se dejaban ir entre el rumor de las olas. Daba gusto estar allí, casi no había nadie y ahora el sol calentaba.
Fue entonces cuando te vi, tu piel morena, y aquel bañador negro, tu pelo se mecía entre el viento. No podía apartar la mirada de ti, me sentía atraído solo por tu presencia, y te oí reír, alguien te grito vamos Elo que estamos haciendo algunas fotos, tu no querías mas tus amigas se acercaron y las escuché diciendo: “Venga una ratona como tu no se va a hacer una foto, el pollito esta deseando hacértela”
Te levantaste y entonces pude apreciar un estilo diferente, no sé por que pero a mi mente vinieron aquellas imágenes de las diosas griegas, su porte, su arrogancia, su grácil movimiento.
Te sentaste en una silla juntaste tus piernas y miraste fijamente a la cámara, el viento te jugó una mala pasada y el pelo tapo tu cara, el chico tuvo que volver a hacer la foto y al no tener mas fue a por una nueva película, yo aproveche aquel momento para acercarme hasta el paseo allí te seguía viendo pero tu no te fijaste en lo que hacia yo en aquellos momentos. Monté la cámara y cogí el zoom 210, suficiente para poder enfocarte cerca sin que tu te dieras cuenta, y disimulando que hacia unas fotos a la playa te enfoque, un clic y te había atrapado, ahora tu imagen estaba en mi cámara y podría volver a verte cada vez que quisiera.

Guardé la cámara en mi mochila, y cuando levante de nuevo la vista para verte, nuestras miradas se cruzaron, y tu me sonreíste, sin duda alguna te habías dado cuenta, y yo sin querer me ruborice, me entro un pánico infantil y me aleje, volviendo al hotel.

Mis amigos me saludaron, me preguntaron que tal la mañana , pero yo no les conté nada de lo que había sucedido.
No te me ibas de mi pensamiento, aquellos ojos, tu pelo y cuanto más pensaba en ti, mas dentro ibas calando, y sin embargo mi mente me decía, no sabes ni de donde es, quizás no sea de aquí, no sabes ni su nombre, probablemente ni la volverás a ver, y fue entonces cuando me prometí que te encontraría.

Sólo tenia un día y medio para localizarte así que a la hora de la comida, me excuse con mis amigos y me dirigí hacia la playa y a los restaurantes cercanos. No había ni rastro de ti, ni de tus amigos y en mi empezó a crecer el desanimo la certidumbre de que no volvería a verte. Dispare el resto del carrete y me dirigí a una tienda de revelado, por la mañana, me dijeron, tendrá vos sus copias.

Aquella noche salí a encontrarme conmigo mismo y con mis pensamientos.

Me senté en la arena aun caliente de la tarde, la oscuridad lo tapaba todo, podía ver el cielo cuajado de estrellas y en el horizonte las pequeñas luces de los barcos de pesca. Siempre me había dejado atrapar por esa imagen era como si la noche me devorara y todo desapareciese, como si fuera capaz de escapar de mi cuerpo y atravesar el espacio en busca de aquellas estrellas, y fue en ese momento cuando la tristeza resurgió de dentro, otra vez, como las otras veces.
Sentía que estaba allí agazapada a la espera de que me hiciera un poco vulnerable para saltar sobre mi, para apoderarse de mi piel y sacudirme entre sus manos, y lloré. Llore la ausencia, lloré por todo el tiempo que no lo había hecho, y lloré también por aquella ilusión que eras tú.

Al cabo de un rato, cuando el zarpazo de la tristeza había pasado, todo volvió a la normalidad, mi ser se sentía limpio de nuevo, y me levante camino del hotel, deseaba llegar hasta la cama y perderme entre los sueños, cuando de pronto lo oí.

-Ratonas, ratonas, venga vamos para el hotel.

Y te vi allí corriendo con tus amigas, riendo. Y te seguí.

Al final supe donde te hospedabas, aquella noche se hizo interminable, deseaba que llegase la mañana para acercarme al hotel y buscarte.

Mis piernas se doblaban en dos cuando enfrente del recepcionista preguntaba por un grupo de chicas con un acento distinto al del sur del país, el hombre me miró extrañado y tuve que inventarme la historia de que era una amigo que acaba de llegar. Él me dijo se refiere a las señoritas que vienen de Tucumán, bueno tenia una pista más.

- Si dije, La chica morena de pelo hasta los hombros, Gabriela y sus amigas.

El recepcionista pico en mi burda trampa y me dijo:

- Se referirá usted a la señorita Eloisa.
- Si, por supuesto.
- Pues han abandonado ya el hotel, lo siento.

Mi cara reflejo la desesperación y decepción, pero tenia tus datos donde vivías y tu foto.

Cuando volví a mi ciudad intente encontrarte, pero no hubo medio alguno, no aparecías en el listin, y tu ciudad estaba tan lejana de la mía que poco a poco me fui convenciendo
De que era inútil mi búsqueda, que probablemente el chico que te había hecho la foto seria tu novio, que idiota, me dije, como una chica tan linda va estar sola, sin nadie. Saque la foto de la playa la mire y al cabo de un rato la guardé en unos de mis libros preferidos,

Y aquella foto, y tus recuerdos cayeron en el olvido.


Pasó el tiempo, yo me enamoré y de igual manera que a mi vida llegó el amor, un día se fue, me dediqué a lo que mas me gustaba a diseñar, pasaba largas horas delante del ordenador y cuando surgió el boom de las paginas web, me dedique a ello y entre en el mundo de internet, de los e-mails y del chat.

Durante aquel tiempo conocí a gente, algunas veces quedé pero siempre dejaban un vacio dentro de mi, Era como si luchara en batallas imposibles, como si únicamente estuviera en el camino de la búsqueda una y otra vez, una y otra vez.

Aquella mañana volví tomar mi libro favorito, necesitaba releerlo de nuevo, y busqué la página donde estaba la frase que mas me gustaba: “Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca” Y de pronto cayeron al suelo tu foto y tus datos.

Te reencontré, volví a ver y a sentir lo mismo que aquel día en la playa, incluso llegué a sentir la brisa del mar, el olor a salitre, y me dije quizás, solo quizás por internet logre saber de ella.

Llegue a casa a toda prisa y encendí el ordenador, entre en las páginas de tu ciudad, y nada, por allí no había nada, puse tu nombre en el buscador y tampoco, entonces abrí el programa que servia para chatear con la cuenta de correo y empecé a hacer pruebas con tu nombre hasta que salio una lista de cinco direcciones. Las miré detenidamente y me deje llevar por mi instinto por mi corazón, y te escribí, al cabo de dos días me contestaste y empezamos a charlar. Cuando me dijiste que eras de Tucumán mi corazón dio un vuelco, y los días fluían entre nuestras conversaciones, poco a poco iba conociéndote aun mas, tus gustos, tus proyectos tus ideas, aquel chico que no te daba bola, menos mal pensé yo... y tú mientras tanto ignorabas todo lo que bullía dentro de mi.

Te mande unas fotos mías, y tu me mandaste unas tuyas, y una de ellas era aquella de la playa, la que te hizo tu amigo, y así poco a poco entraste, de nuevo, dentro de mi.

Todo esto no lo sabes, como ibas a saberlo, pero ahora que estoy en tu pueblo, esperándote a que bajes, después de que me decidí a preguntarte si querías que nos conociéramos y tu me dijiste que si, quizás lo sepas, solo si.....

Y bajaste, y apareciste tan radiante delante de mi como el día de la playa, y oí tu voz deslizarse dentro de mi, y pude ver el brillo de tus ojos el tacto de tus mejillas cuando me diste el beso, el roce de tu mano cuando me cogiste del brazo.

Sentados, en esta maravillosa tarde, te veo abrir el regalo que te he traído, lo abres despacio con el mismo estilo y gracia con el que te vi caminar, y entonces al hojear el libro que te regalo sale de él la foto, la foto que te tomé.

Y tu me miras extrañada, y yo te cuento esta misma historia, con la esperanza de no llegar tarde, de que aun quede una posibilidad, y entonces....

El brillo en tus ojos, el suave roce de tus labios en los míos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nico:

Que maravilla de escrito, lleno de magia, de emosiòn, que notas tan sonoras..... como quien compone una canciòn.

Esperanza