lunes, marzo 27, 2006

El acantilado

Llegué otro día mas al acantilado, no muy alto, pero si lo suficiente como para que solo unas gotas de aquel mar me salpicasen refrescándome de las mañanas calurosas y de los atardeceres en los cuales me solía perder entre sus ocres y amarillos.

Mi única compañía para aquellos momentos eran mis historias, un libro y yo mismo, solía leer en voz alta con las piernas colgando dejando que la brisa jugueteara con las paginas del libro mientras mi mente volaba entre las líneas a mundos nunca imaginados, ora era un guerrero bárbaro, ora era un alquimista ora era un filosofo.

Sin embargo las tardes las dejaba para mi, aunque me llevara mis historias y el libro, permanecía horas enteras mirando el ocaso o como las olas rompían una y otra vez contra las rocas.

Un día tras otro, un día tras otro.

Sin embargo aquella mañana amaneció con una densa niebla que cubría todo, era como una gran mancha blanca cubriendo, arropando la tierra y el mar, aun así decidí ir a mi refugio, era una especie de ritual de costumbre a la que no debía faltar, sino era como si el día fuese distinto algo me faltaba....
Me senté allí en la misma piedra que meses antes había descubierto y ahora era mi trono, la niebla lentamente fue levantando, al principio solo se divisaba la línea del horizonte, mas luego el azul se hizo cada vez mas intenso hasta que volví a divisar la inmensidad de aquel mar, luego las olas, luego las rocas y por fin todo el paisaje que me circundaba. Abrí el libro y empecé la historia de un hombre que salio a buscar el arco iris, cuando unas gotas me salpicaron, no levanté la vista pues sabia que eran las olas rompiendo, de repente ya no fueron unas gotas toda una ola empapo mis notas, me levante extrañado y pude ver la cola de un cetáceo golpear el mar haciendo que este brincase por encima de los riscos hasta donde estaba yo. Solté hojas y libros y me acerque mas aun, no quería perderme semejante visión, mas cuando el pez giro de nuevo asombrado pude comprobar que no era ni un delfín ni un ballenato, era.... era... ¡una sirena! Froté mis ojos, no podía creer lo que estaba viendo, seria quizás efecto de aquella extraña neblina lo que creía ver

Asomó su cabeza por encima del mar y sonrió, sentí que una sacudida recorría mi cuerpo y caí al suelo, era la sonrisa mas bella que había visto jamás sus ojos desprendían tal brillo que hubiera jurado que se reflejaba el sol en ellos. Se quedó mirándome fijamente y desapareció de la misma manera que había llegado. Permanecí todo el día hasta el anochecer por si volvía aun perplejo, pero no volvió. Esa noche no pude dormir, mis pensamientos volaban por encima de las olas buscando de nuevo esa sonrisa ese brillo de sus ojos, mas pasaron los días y todo volvió a ser como antes, aunque ya mis lecturas se hicieron mas espaciadas y pasaba las horas solo mirando el mar.
Un día cuando la esperanza de volver a verla había desaparecido y solo tenia la sensación de haber soñado con ella, volvió, al principio vi un remolino en el agua y después su brillo, sus ojos su sonrisa, bajé por las rocas hasta el borde del mar, ella se acerco lo mas que pudo y le pregunté su nombre, Astreides me dijo, muchos días sumergida oigo tus cuentos oigo tus historias hasta que ya no pude mas y quise ver la boca de las que salían esos cuentos, tus piernas, tus ojos, yo no podía decir nada solo mirarla callado, hasta que cuando sentí que otra vez podría perderla mi boca se abrió y de ella brotaron unas palabras... mañana seguiré contándote mas historias vendrás?, ella solo me sonrió y desapareció.

Aquella fue la noche mas larga, antes de salir el sol ya me había encaminado hacia el acantilado con las primeras luces del alba, y cuando llegué allí estaba ella, sonriendo, intenté contarle la mas bella historia, y cuando levantaba la vista la veía mirarme fijamente como un chiquillo escucha las primeras lecciones de su profesor.

Y así transcurrieron los días, unas veces lloraba de emoción otras reía y otras al atardecer era yo quien escuchaba relatos de las profundidades, relatos de caballitos de mar y buques hundidos... un día, se acercó tanto a mi que nuestras manos se tocaron levemente primero hasta que la una se cerro sobre la otra y tiró de mi y caí al mar y nadé junto a ella y ella nado junto a mi... y fue hermoso y fue mágico... y cuando volví a subir por los riscos ella me preguntó querrías venir a mi mundo? Querrías quedarte conmigo?. Yo la miré sorprendido y calle, le lance un beso y volví hacia mi casa con la cabeza dándome vueltas... estaba loco? Era imposible? Nunca podría estar con ella nunca podría vivir con ella, mi mundo era este, y me entró miedo y huí, ya no volví mas al acantilado y creedme si os digo que muchos días oía una especie de lloro, como si fueran ballenas y mi alma se desangraba por dentro y no pudiendo soportarlo mas, cerré la casa y me fui a la ciudad.

Pasaron los años, las canas cubrieron mi pelo y aunque estuve con mas mujeres, nunca amé de igual manera que amé a aquella sirena y muchas noches cuando las estrellas brillaban en lo alto solía mirarlas y llorar desconsoladamente.
Llegó un tiempo en el que la soledad fue tan grande que invadió mi espíritu como un cáncer. Decidí volver, el lugar no había cambiado mucho, me costo al principio reconocer aquellos acantilados aquel risco pero al final lo encontré y algo dentro de mi como rescoldos no apagados, renació de nuevo y sentí que nunca debería haberme ido que me falto el valor suficiente para haberme arriesgado....
Pero la mar estaba tranquila y aunque en mi interior tenia la esperanza la vaga esperanza de volverla a ver sabia que solo era eso una ilusión... y me embargo tal desesperación tal sentimiento de tristeza y perdida que me acerque al acantilado cada vez mas, un poquito mas, solo un poco, ya sentía mis pies casi al borde del vacío cuando cerré los ojos y me deje caer, y la brisa volvió a mi como cuando jugaba con las paginas y el mar volvió a salpicarme como lo hacia en aquellos días, y sentí como entraba en el agua y como mis pulmones se inundaban, abrí los ojos y allí estaba ella mirándome con ese brillo sonriéndome y dulcemente me dijo: “... te estaba esperando ahora si vienes a mi hogar, ahora si vienes conmigo...” Y me perdí entre sus brazos ,me perdí entre sus besos...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jo, has tardado en volver a escribir pero ha merecido la pena esperar, y cuando lo haces así me hacer erizar la piel...

Simplemente precioso.

Una amiga.

Anónimo dijo...

La fantasía fresca de tus relatos, la libertad de vuelo que desprende cada una de tus letras, sólo son el espejo de tu íntima esencia… Te felicito!!! Y tan sólo te pido que sigas despertando con tus cuentos, con tus historias, nuestra capacidad adormecida para desplegar alas…
Muy lindo tu acantilado