lunes, agosto 22, 2005

Sueños son Parte 4

Llegué a casa, aún él no había llegado, me puse cómoda, tome un trago, y saqué la tarjeta del bolso. Llamé. Reservé mesa para cuatro, el sábado por la noche, aunque él cuenta cuentos esa noche no era el moderador sentía curiosidad por el lugar.

Cuando él llegó, le conté lo de la reserva, le dije que había llamado a una pareja de amigos y que estaban conformes, simplemente me sonrió, “si eso te gusta, está bien, iremos”, no hubo un asomo de sorpresa, simplemente estaba bien, si así había de ser, que fuera.

Al cerrar los ojos esa noche, pensé en ello, la vida, nuestra vida había llegado a un punto en el que todo era un simple fluir, invariable, quizás algo de alegría o felicidad, pero dosificada de tal forma que no alterase nuestra existencia. Igual que los problemas o las tristezas, todos tenían un punto, el cual no debía traspasarse, un límite soportable, nuestra vida en común, había tenido altibajos como la todo el mundo, al menos yo así creía, y sin embargo esa noche me parecía que estaba todo sujeto a un corsé cerrado, quizás como la burbuja en la que la protagonista del cuento quiso vivir, no había dolor, no había riesgo, pero tampoco había la capacidad de lanzarse al vacío con la incertidumbre de que podías fallar o podías acertar pero sentir en la piel que estabas viva.
Lloré. No sabía si era por impotencia, o por que de alguna manera sentía que todo aquello, me arrastraba a vivir en una rendición a unos sueños que alguna vez tuve. Y sin embargo yo quería a la persona que dormía a mi lado, y yo había elegido libremente la vida que estaba viviendo, nada me obligaba a seguir allí pero esa era mi elección.

Pasó el viernes, y yo seguía viviendo más en el futuro que en el presente, pero ahora algo había cambiado, a veces me sorprendía pensando, meditando en la vida que llevaba, en la gente que me rodeaba, pensando que significaba la felicidad, que significado tenía la muerte.

Y llegó el sábado por la noche, nuestros amigos se mostraron sorprendidos ante la novedad de ir a un local donde el acto principal era un coloquio entre gente desconocida, también eso me dio que pensar, habíamos llegado a un punto, ya no sólo nosotros, sino creo que en general donde la palabra ha perdido su uso, si, hablamos charlamos, nos comunicamos pero realmente ¿escuchabamos?, ¿somos capaces de decir y de expresar lo que sentimos? Creo que no, alguna vez he entrado en un chat y he comprobado lo necesitada que está la gente de comunicarse y de que ser escuchada, quizás por eso nos resultaba tan extraño un restaurante-copas-coloquio.

El restaurante era un lugar tranquilo, la decoración acogedora, con las paredes de ladrillo visto combinadas con madera, se respiraba tranquilidad, había bastante gente, pero el nivel de ruido era bajo, cosa que me sorprendió, dado lo aficionados que somos en España a hablar en voz alta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hasta hoy pude leerte, yo no quisiera decir por donde dirijas estahistoria,
me gusta la espectativa,,me encanta!!!
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