martes, agosto 16, 2005

Sueños son ... Parte 1

Hoy voy a emepzar con un nuevo estilo, tengo una historia larga que os voy a ir dejando por capítulos, todos los lunes miercoles y viernes pondré uno nuevo, como ayer fué fiesta pondré hoy uno, espero que os animeis a decirme que os parece como va , el cuento aún no lo tengo acabado por lo que si alguien se anima a darme pistas de como dirigirlo ... genial.

Ahi va:

Caía la tarde bajo el plomizo cielo otoñal de Madrid. El asfalto reflejaba el andar rápido de la gente por la lluvia caída. Y yo, mientras tanto, con mi mirada perdida, seguía pensando.
Acababa de salir del trabajo, debían ser cerca de las 7 de la tarde, y envuelta en mis pensamientos vagaba hacia la estación de metro más cercana.
¿era realmente lo que había deseado de pequeña? ¿Llevaba la vida que un día soñé o simplemente en un punto de mi camino dejé caer los brazos y simplemente me abandoné al transcurso de los acontecimientos? Decididamente pensaba que no era lo que había soñado que sería mi vida. Ahora todo se reducía a levantarme, ir al trabajo, el cual no me proporcionaba mas que un buen sueldo con el que vivir, y volver a casa, un par de “holas”, un beso, un “como te ha ido el día”, y caer en el sofá frente al televisor encendido. Quizás habría gente que me envidiaría, una buena casa, un coche, un trabajo, y un compañero, pero sin embargo algo dentro de mi se removía llevándome a una honda tristeza, a una desesperación en la que los días no eran mas que momentos repetidos, una y otra vez, hasta llegar al fin de semana donde volvían a repetirse, monótonas secuencias de momentos ya vividos.
¿Dónde estaba aquella persona amante de la aventura, aquella persona para la que la vida era un instante fugaz capaz de sorprender e ilusionar a cada momento?
Levanté la mirada y vi un café, entré, era un café chiquito, acogedor, con mesas de mármol redondas y sillas de madera, al final del mismo se abría un espacio, quizás antiguamente sirviera de pequeño almacén y allí, en una especie de altillo se erigía una silla y un atril. En él, un chico quizás de treinta y tantos, de aspecto algo desaliñado y con las gafas caídas, leía. A su alrededor seis o siete personas escuchaban atentas, algunas daban un lento sorbo al café sin perder de vista al cuentacuentos.
Decidí sentarme cerca y escucharle, tenía toda la tarde por delante, y el ambiente era acogedor. Pedí un café cargado y caliente, dejé mi bolso en la silla y me dediqué por un momento a observar. Sin escucharle.
Llevaba un jersey negro de cuello alto, y pantalones de cuadros, sus gafas plateadas caían ligeramente sobre su nariz, el pelo negro salpicado de canas y una voz suave, profunda.
La gente que lo escuchaba era diversa, quizás alguno como yo, había entrado a refugiarse de la tarde desapacible, otros sin embargo parecían que estaban allí oyéndole desde siempre.
El camarero me trajo el café, sentí su calor deslizándose por mi garganta y me dejé llevar por las palabras del cuentacuentos.

“... aquella noche, tras cerrar los ojos, se abrió la ventana, aquella que podía llevarle a su mundo, un mundo quieto y distante. Como en un ritual, se asomó a la ventana, y saltó, hacia fuera, sintió la noche en su cara y empezó su viaje. La estrella no estaba lejana, y allí le esperaban, sabía el camino, lo que encontraría, y como cada noche viviría y sentiría cosas que aquí en su mundo ni de lejos soñaría y como cada amanecer volvería, con la esperanza de que a la siguiente noche, se asomaría a la ventana, y saltaría hacia fuera.....”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los cuentos son sentimientos descontrolados que brotan fluyen y estallan no los controlas, es mas quizas sean ellos los que me controlen a mi....