martes, agosto 09, 2005

Aquel verano




Me temblaban las manos.
El tiempo inexorable había hecho mella en mi cuerpo, dolía, pero era un dolor asumible, sabía que era así, y lo aceptaba, ¿cómo no iba a aceptarlo? al fin y al cabo había tenido una vida que cualquiera hubiera envidiado.
Cogí el libro, compañeros de mis días, al abrirlo una foto cayó de él. La cogí, estaba ya amarillenta y envejecida, como a mi, el paso del tiempo también la había marcado.
Me detuve a observarla, no era la primera vez que lo hacia, pero siempre descubría cosas nuevas.
El cielo limpio y azul, como era aquel verano, ese verano en el que nos conocimos, parecía como si el cielo con su azul intenso se alegrara de cobijarnos. Al fondo las montañas aquellas que tanto amabas, que tantas veces fuimos a recorrerlas dando grandes paseos, mientras me pedías que te fuera contando todo lo que veía, sintiendo como te agarrabas a mi brazo, el calor de tu piel en mi piel.

Empecé a recordar, mis ojos se cerraron y las imágenes volvieron a mi, como si no hubiera pasado tantos años.

Aquel verano trabajaba en el puerto, cuando llegaba el ferry, allí estaba yo preparado para descargar los equipajes de los residentes del hotel. Los llevaba hasta el autobús, los colocaba en el maletero y guiaba a la gente hasta estar completamente seguro que no faltaba nadie. Esa mañana el sol apretaba, aún no había llegado el ferry y ya el calor se hacia notar. Me arremangué la camisa, aun recuerdo como iba vestido, aquella camisa azul, unos pantalones vaqueros gastados y unas sandalias cerradas.
Sentado a la espera de la llegada del barco, observaba las montañas, deseaba que llegara la tarde, era mi mejor momento, tomaba mi canoa y remaba río arriba hacia las montañas, disfrutando de la soledad, oyendo el rumor de las olas golpeando la canoa, perdiéndome en aquel paisaje aun virgen de turistas.
El zumbido del motor me despertó de mi ensoñación, levante la vista y allí estaba amarrado el ferry, los empleados se afanaban en colocar la pasarela, las aguas aquel día estaban mas azules que nunca, parecían rivalizar con el cielo.
Bajé las maletas, en un ritmo automático, cuando ya estaba todo preparado, me dirigí a las personas que debían ir al hotel, y fue en ese preciso momento en el que te vi.
Recuerdo la primera impresión y aun siento el calor que ella me provocó, tu camisa negra de tirantes, aquellos pantalones cortos blancos, las alpargatas, tu piel bronceada, tus gafas que protegían tus ojos y sobre todo tu sonrisa una sonrisa cálida que iluminaba, vi como te desplazabas había una gracia sutil en tus movimientos.
Intenté acercarme pero me fue imposible, me resigne y seguí con mi trabajo una vez todos dentro del autobús busque el sitio donde pudiera seguir observándote, habías llegado con tus padres y estos a tu lado te contaban como era el camino hacia el hotel.
Cuando llegamos, te perdí, mientras sacaba las maletas desapareciste entre la gente.

Aquella tarde, mientras remaba río arriba soñaba con tenerte en mi canoa, con poder compartir mis lugares secretos, y sentía nuevas sensaciones desconocidas en mi, a pesar de la brisa sudaba y mi respiración se agitaba cada vez que pensaba en ello.

Habían pasado dos días, desde la primera vez que te había visto y aunque todas las mañanas había ido al hotel, solo pude verte de lejos, siempre con tus padres, pero esa tarde que decidí dejar la canoa y volver a intentar encontrarte, lo conseguí. Estabas sentada en el jardín, con la mirada perdida, me detuve a lo lejos y te mire durante un rato, tu imagen no desentonaba con el jardín, diriase que pertenecías a el, que te integrabas en el, y sentí un rubor que me paralizo las piernas, en mi mente las dudas volaban pero también sabia que quizás seria mi única oportunidad para acercarme.
Lentamente , paso a paso, llegué hasta ti.
- Hola, buenas tardes
Diste un pequeño respingo, imagine que mi presencia te había sacado de tus pensamientos.
- Perdona, no quise asustarte.
- No te preocupes , solo que no esperaba a nadie.
- ¿Puedo sentarme aquí?
- Claro, siéntate, dime ¿cómo te llamas?
- si, perdona me llamo Eliah y trabajo para el hotel, recojo los equipajes y luego hago algunas reparaciones por la mañana, hasta que viene ferry.
- Me llamo Thalía, encantada
Y tendiendo la mano, la cogí, sentí la suavidad de tu piel y me fije en ellas, suaves y cuidadas, empecé a reparar en ti, la fragancia de tu colonia, en la forma en la que te habías recogido el pelo, en la línea de tu boca y de nuevo en aquellas gafas. No pregunté nada.
El silencio llenó los primeros segundos de nuestro encuentro, parecieron interminables, hasta que tu volviste a hablar.
- dime ,¿ hay algo que pueda hacer por aquí? ¿Algún lugar interesante que visitar?
- Si, el pueblo tiene una iglesia antigua muy hermosa, a pocos kilómetros de aquí hay un gran lago donde pasan el verano muchas aves, un poco mas lejos están las montañas desde allí hay grandes paisajes.
Por un leve instante sentí una ráfaga de tristeza en tu rostro.
Oí la voz de tu madre que te llamaba, y te levantaste despidiéndote de mi, antes de irte te pregunte si volvería a verte, y tu me contestaste: “¿Quién sabe?

Desde aquella mañana todo cambió para mi, anhelaba el amanecer, salir corriendo al hotel y buscarte, miraba en el restaurante, en el jardín, en la piscina pero no te encontraba, no podía preguntar en que habitación te hospedabas por que nos tenían prohibido relacionarnos con los huéspedes, sólo podía esperar.
Pasó un día que se me hizo eterno, ni siquiera esa tarde en la canoa pude apartar mis pensamientos de ti, solo soñaba con volver a verte, oír tu voz y sentirte cerca de mi.
Era la primera hora de la mañana, me había acercado a l restaurante a por un poco de agua cuando volví a verte, estabas sentada en una mesa, la taza de café humeante, un vaso de naranjada a tu lado. esta vez hice algo de ruido al acercarme y antes de llegar a ti me saludaste.
- Hola Eliah, que tal? esperaba volver a verte.
Me sorprendió que estando de espaldas me reconocieras, pero la calidez de tus palabras y el que me dijeras que esperabas volver a verme, lleno mi interior.
- Hola Talía, que tal estas?, hace una bonita mañana
- Si, debe hacerla, aunque aquí dentro uno no puede sentirla
- Hoy tengo la mañana libre, te apetece dar un paseo?
- No puedo, de verdad que lo siento, en otro momento ¿vale?
sentí que algo se caía dentro de mi, una punzada de dolor me recorrió.
- Bueno no te molesto mas, nos vemos, adiós.
Cuando me había alejado tres pasos de ella, me llamó.
- Espera, espera, no te vayas, he dicho que ahora no puedo,pero a mediodía si, mis padres tienen que ir al pueblo, yo no iré con ellos, te parece que quedemos aquí mismo?
- si, a mediodía estaré esperándote, gracias
- No faltes eh?
Como iba a faltar, en ese momento hubiera gritado, hubiera saltado, pero me contuve, salí y me fui hasta el río, allí esperé hasta el mediodía, hable con las aguas y con los patos, los nervios sacudían mi cuerpo como un muñeco, ella había aceptado, había dicho que si.
Cuando entré en el restaurante ella ya estaba allí, un vestido estampado ligero, y suave unas sandalias abiertas y el pelo suelto, me detuve contemplándola, era la belleza, me acerque y le dije:
- ¿Preparada?
- si, lo estoy, donde iremos?
- Tengo una sorpresa para ti, ya veras.
De pronto ella se agarro a mi brazo, y lo que suponía se hizo realidad.
- No te importa ¿verdad? será más fácil para mi si me guías.
- No claro que no.
La piel se me erizo por un instante, su olor me lleno y cerré los ojos dejándome inundar por esas sensaciones, dejándolas fluir por el cuerpo.

Aquel día, solo fue el principio, le enseñe el lago, las montañas, bajamos al pueblo y recorrimos sus calles, entrábamos en las tiendas, y yo le iba describiendo cada cosa, cada color, el verde esmeralda de las aguas, el recorte de las montañas sobre el azul del cielo, ella me escuchaba y asentía, yo sabia que en su mente se dibujaba todo lo que yo estaba viendo.
Pasábamos tardes sentados a la orilla del lago, ella me decía como era su vida en la ciudad, como eran sus calles, como las percibías tus sueños tus anhelos, y yo los saboreaba, los vivía contigo.
Una tarde nos cogió por sorpresa una tormenta de verano, dando un paseo por el bosque, yo temí que te asustaras y sin embargo corriste bajo la lluvia dejándote mojar por ella, tu vestido se empapo, y vi la silueta de tu cuerpo dibujado en el, sentí de nuevo un calor en mi cuerpo, cuando nos sentamos bajo el árbol y te pegaste a mi, no pude reprimirme mas y te bese, sentí el calor de tus labios en los míos y cuando abriste tu boca, sentí la humedad de tus besos, tus manos recorriendo mi cuerpo, mis manos deslizándose en tus pechos. Y nos amamos, hicimos el amor, bajo aquel árbol intentando detener el tiempo entre nuestra piel.
Y el tiempo pasó, los días se iba acortando de igual manera que el tiempo que nos quedaba para estar juntos.
La ultima mañana fue en la que te saqué esta foto, el barco “General-Ousian” inmóvil, varado, a la espera de engullirte y alejarte de mi, las banderitas colocadas solo eran sinónimo de lagrimas, y tu de pie entre macetas de grandes flores rojas y rosas, con el sol reflejándose en tu cuerpo, tal como te vi llegar, el pelo recogido, las manos levemente suspendidas en la barandilla, un suave oleaje en el puerto, al fondo el rompeolas y marcando el fondo de la foto, las montañas, nuestras montañas, aquellas que nos vieron tantas veces pasear entre sus caminos, hasta la cabaña donde nos parábamos al calor de un fuego y hablábamos de nuestros sueños.
Solo fue un instante, un clic, y allí en aquel papel quedaba grabado todo un verano, el primer amor, ese que nunca se olvida.
Te acompañe hasta la pasarela, allí tus padres volvieron a mostrar el desagrado que le causaba mi presencia, siempre intentado protegerte, aun a sabiendas que yo nunca te haría daño. Me besaste, fue un suave roce de tus labios pero en ellos estaba encerrado el amor mas hermoso que nunca he sentido.
Y te vi alejarte, subir aquellas escaleras, desaparecer tragada por el barco, sin mirar atrás, sin inclinar la cabeza. Y contigo se fue parte de mi ser.

Pasaron años, décadas, salí con chicas incluso tuve sexo con algunas de ellas pero nunca volví a sentir lo que sentí contigo, y fue entonces, una mañana en la que sentado en el puerto te vi llegar, a pesar del tiempo, aun tenias esa imagen esa luz esa belleza de la que me enamoré.
Me acerqué a ti, y cuando aun estaba a dos pasos, te oí decir
- Hola Eliah, hoy si puedo quedar contigo, ¿me llevaras al lago? ¿iremos a las montañas?
- Si, iremos, pero esta vez no volverás a irte.
- No Eliah, esta vez si quieres, vengo a quedarme.

Salgo al jardín y te veo allí, sentada, no has cambiado mucho quizás tu cabello gris delata el paso del tiempo, pero tu imagen sigue siendo la misma que conocí.
Me siento a tu lado, acerco la foto a tu mano y me dices.
- Eliah me la describes, dime que ves en ella
Y yo empiezo esta historia, la historia de cómo te conocí.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

me encanta la magica nostalgia que desprenden tus cuentos,,,
campos

Anónimo dijo...

gracias, si creo q en ellos como en mi hay un punto de ensoñacion nostalgica de algun sueño buscado

:)

coral dijo...

Sueños nostálgicos, sueños robados, sueños perdidos, sueños encontrados, sueños mágicos, sueños soñados….nunca dejes de soñar….besitos llenos de sueños

Anónimo dijo...

no me gusto tu caga de cuento aps por eso es puro cuento funao