domingo, junio 11, 2023

En la cafetería (capt. 2)

*** LEED ANTES LA CAFETERÍA DEL CEMENTERIO **** 

Me pongo los cascos, como una tarde más. respiro hondo, hace algo de fríoo para ser los primeros días de Junio, recuerdo el refrán
"Cuando Marzo Mayea, Junio Marzea"... Dejo que se llenen mis pulmones de ese aire frío, como si con ello quisiera congelar el mismo primer pensamiento que tengo cada vez que voy a correr con meta la cafetería del cementerio

"Te echo de menos, tanto, que duele".

Diez kilómetros de ida, diez kilómetros de vuelta.
Me subo la cremallera del chandal, ajusto el volumen de mis cascos, y empiezo a correr.

El camino está más solitario que de costumbre, de hecho han pronosticado tormentas para el final de la tarde, pero yo necesitaba salir, dejarme llevar, no se como explicaroslo, quizás alguno lo entandais, es como si en aquella carrera en solitario lograra meter todos mis pensamientos en un arcón y cerrarlo con llave.
Me inunda la mente los acordes de las canciones, mi lista para correr.

Entro en la cafetería, sudada, y siento el ardor del esfuerzo en mis piernas, el ambiente es sereno como casi todas las tardes, qué vas a encontrar en una cafeteria de un cementario.

Noto como cae sobre mi más de una mirada, no es la primera vez ni será la última, me daba igual. La mayoría de las personas se congregan aquí en busca de un consuelo, un abrazo que mitigara su dolor, un poco de compañía ante el abismo de la soledad, de la marcha del ser querido.

Huele a café. pero si indagas un poco más abajo de ese olor, puedes oler la pena y el sabor amargo de las lágrimas, el sonido es apagado, amortiguado por suspiros y algún que otro llanto sordo.
Me pido un café y tras esperar un breve momento, elijo una mesa alejada del centro, dos mesas más allá veo a un chico escribiendo en un portátil, imagino que estará aprovechando la wifi del centro, me le quedo mirando, porque de vez en cuando esboza una sonrisa, sin duda alguna está chateando y por sus gestos debe ser con una mujer.

Vuelvo mi mirada al resto de las personas que allí nos encontramos, sus ojos relevan historias de dolor y recuerdos, sólo algunos niños correteando ignorando completamente el lugar donde se encuentran, la última estación de un viaje, o quizás solo es una parada, un transbordo a otro lugar.

Me detengo en ese pensamiento, "sí"- me digo - " un transbordo a otro lugar, donde seguramente te volveré a encontrar".

La nostalgia baila de mesa en mesa,como si el ruido ritmico de las cucharillas dando vueltas en la taza de café fuera una melodía, un ritmo que bailar.

De vez en cuando se abre la puerta, un gesto y las mesas se vacian, vuelven en silencio, y las momentáneas sonrisas que habria provocado algún recuerdo, porque en esta cafetería, como en todas las cafeterías de todos los cementerios, solo se recuerdan las cosas buenas. Mañana cuando ya todo haya pasado, volveran los rencores, lo malos recuerdos, esos que por ahora permanecen debajo de la alfombra.

En la cafetería del cementerio las lágrimas son recibidas con silencio y respeto, los sollozos se apagan en abrazos, y los rostros conocidos son faros que dan algo de luz.
Corazones rotos en busca de algún pegamento que logre volver a unir aquellas partes que ya nuca serán igual.

Me giro y vuelvo a ver al chico del portatil, esta bebiendo una botella de agua, y como si supiera que estoy cerca, se da la vuelta, y nuestras miradas se cruzan uniendose como lo hace un puente colgante entre dos montañas.
Hay algo en su mirada, un poso de tristeza, como la de aquellos boxeadores que caen a la lona y dudan de si volver a levantarse o esperar la cuenta atrás.

Me sonrie, yo no.
Vuelve a su portail
Yo apuro mi café y pienso si alguna vez la cafetería del cementerio se convierte en un refugio donde las pérdidas se conviertan en hilos del que tejer una historia de amor y de recuerdo. En el que en cada taza de café compartido se forjen nuevos lazos de amistad que vayan más allá de la vida misma, conectando corazones que buscan entre las sombras de la pérdida, algo de consuelo

Aprieto la cordura de mis zapatillas, llevo la taza de café hasta la barra, y salgo.

Ahora hace más frío, el sol se está escondiendo entre nubes negras y a lo lejos oigo un trueno.

Diez kilómetros de ida, diez kilómetros de vuelta.

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