jueves, julio 02, 2015

Historias del viejito

Caminaba por Madrid,  bajo un sol indecente,  sí,  indecente en el sentido de que está en contra de las normas morales socialmente establecidas, por que un sol de Junio no puede caer a plomo sobre Madrid a más de 40 grados. 

Pero necesitaba andar, ponerme los cascos y abstraerme en mi mundo , recordar mi pequeña caja de cerillas...  ¿dónde estarás? 

Crucé el retiro, ese parque siempre ha tenido algo de mágico, sus caminos solitarios, el olor de la yerba, quería llegar hasta la Puerta del Sol, recordar los viejos tiempos, las esperas en el edifico de la gobernación.

Llegar hasta la Puerta del Sol, como cuando esperaba a la salida del metro en el edificio de la Gobernación.

- Llegas tarde. - decía con mi voz de refunfuñón.

Sabía que no estarías,  es vano llegar hasta allí y buscarte con la mirada. Aunque dijiste que volverías y yo te he esperado, no has vuelto, y te imagino, te imagino caminando por estas calles, sorteando a los extranjeros, añorando como era esta plaza en aquellos tiempos.

Cerré los ojos, deseaba volver a verte, oirte,  escuchar tu voz. 
Aú no había abierto los ojos  cuando sentí una mano sobre mi hombro.

- Hola, imagino que no me has olvidado, y por eso estoy aquí.

Le vi, era él, mi viejito, igual que siempre con su dulce mirada.

- Como olvidarle, es imposible, le tengo en mi corazón, he añorado cada  momento que he pasado por esta plaza y lo pasé  junto a usted,  le he echado de menos, tanto de menos...
- No es para tanto, los cuentos de un viejo, que anda por aquí, cuando alguien como tú le llama.
- Pero yo le he llamado muchas veces y sin embargo...
- No siempre me necesitas, no siempre puedo venir, no siempre puedes esperar que te guíen.
- Lo sé, pero yo a veces necesito su compañía, aunque no diga nada solo sentirle a mi lado.
-  Esta bien, pero hoy me toca a mi invitarte a ese café, ¿donde siempre, no?
- Sí, donde siempre pero un café con hielo que con este calor...

Entramos en el café, y nos sentamos en la misma mesa de siempre.
Me miró con aquellos ojos profundos llenos de amabilidad y dulzura.

- Te envidio, mi viejo, si es que puedo llamarle así
- A estas alturas por favor Nicolás, claro que sí, además me gusta. ¿ en que me envidias?
- Siempre pensé en un amor hasta viejitos, en tener a alguien al lado, a quien cuidar, alguien que también me cuidaría, que con el paso de los años estuviera ahí, al otro lado de la cama, en mis amaneceres y en los anocheceres, siempre creí que cuando llega el amor es para quedarse, no es una estación de paso, ni  siquiera es la primavera o el verano, por que después llega el otoño y le invierno, siempre pensé que me ardería el estómago, que sentiría una mano agarrándome por dentro hasta casi asfixiarte, sentiría lo que todo el mundo llama mariposas en el estómago. Sé que dura un tiempo y luego llega un amor mas sereno, pasional, sin esa locura del principio, y eso duraría hasta viejitos. Pero como los niños cuando descubren que los Reyes Magos son los padres, yo descubrí que el amor dura lo que dura el amor, y  que quizás aquellas mariposas, aquella mano agarrándote el estomago hasta asfixiarte es sólo fruto de la juventud de un momento de la vida, y que ahora basta con que tengas una compañera o un compañero con quien  tengas complicidad, que te sientas bien con ella, que tengas a quien esperar y que te espere, que sólo baste con eso, yo, siempre esperé que volvieran las mariposas, que me asfixiara, que me sintiera capaz de alcanzar la cima del mundo y quizás sea una espera en vano, una pérdida de tiempo que me haya impedido ver a personas que han pasado a mi lado con quien haber envejecido sin más.

El viejito no dice nada, me mira, pero no dice nada, y yo sigo.

- Quizás hoy sea yo el que te cuente algo, y me basta con que me escuche, quizás me cansé de guardar recuerdos, nubes de verano en un cine abierto  lleno de abrazos y susurros, quizás me cansé de ver ese lado de la cama cubierto de escarcha, de no escuchar un buena noches mientras se enredan las sábanas en dos cuerpos que juegan, quizás me esté haciendo viejo.

- No te puedo ayudar, no tengo un cuento que contarte, la vida a veces solo se vive viviéndola, no sé si merece la pena esperar a eso que tu llamas "arrebato" o deslizarte suavemente en la vida, ¿es mejor esperar a los rápidos de un rio, o navegar por aguas tranquilas?, no lo sé, no puedo decirte que encontraras a la vuelta de la esquina, no puedo decirte que esperes y que la vida pase . Yo amé al principio con ese arrebato cuando fui joven,luego llego la calma, el placer de compartir momentos, silencios, de apoyarse y también de maldecirse, recuerdo que en aquel viaje tranquilo llegó un día la posibilidad de cambiarlo, estuve tentado, pasé una hora delante de la puerta de mi casa con un macuto, alguien me esperaba en el cruce de caminos, pero no tiré por la borda todos los años que había vivido, todos los recuerdos y todos los que vendrían. ¿Me equivoqué? no lo se, pero no me arrepiento de haberme quedado. Pasado el tiempo ella me dijo que sabía lo que había ocurrido, un pueblo es pequeño y se sabe todo,  le pregunté que por que no me detuvo, y simplemente me dijo que por que me quería,  cuando quieres a alguien tienes que tener el valor de dejarlo volar si es lo que desea, y te puedo decir que en aquel momento cuando la escuché, sentí de nuevo ese "arrebato".
¿Qué se debe hacer? ¿esperar? no lo sé.

Le miré, le envidié.

- ¿Me deja darle un abrazo?
- ¡Cómo no!

Nos abrazamos, era la hora de marcharse, le vi bajar la calle camino de la Plaza de Oriente, no me giré hasta que le perdí de vista. 

Volví a ponerme los cascos, el asfalto de Madrid quemaba bajo un sol indecente.

1 comentario:

Migue dijo...

Son realidades que suceden en la vida.
Saludos Nico.