lunes, diciembre 23, 2013

La cajita

Encendió la lamparita de aquella mesita redonda, una luz cálida inundó su pequeña estancia.
Miró las paredes de color amarillo, ya habían perdido el brillo de antaño, diez años hacía que por primera vez cruzó el umbral de esa casa.

Las paredes, mudas, a veces parecia que le sonreían,  sin embargo, ella sabia que no era así, que simplemente eran testigos del paso del tiempo, que en su interior guardaban las sonrisas, los sueños , los gemidos y las ilusiones que un tiempo atrás se dibujaban en su cara, en su piel y que ella, a su vez, había dibujado en  una cara ,en una piel, la misma que tras esa puerta había dicho adios.

Junto a la cajita de madera, como si fuesen dos bailarines de vals, una copa de vino proyectaba una sombra carmesí sobre la mesita. Ella tomó la copa, como lo haría con un bebe que coges de su cuna, y dejó que el calor del vino inundara su boca. Por un momento quiso que esa dulce sensación traspasara cada poro de piel, que le llenara la cabeza ahogando todos los pensamientos, de tal manera que estos solo flotasen inertes en un mar rojo.

Despacio acarició la cajita, con un suave click giró la llave, el resorte cedió y el muelle alzó la tapita.

En su interior mil pedazitos de un corazón roto yacían dormidos, ella acarició uno a uno, con la yema de sus dedos, suavemente, casi sin llegar a tocarlos, como si temiera que fueran a convertirse en polvo.

Con cada toque, un rio de recuerdos recorria una autopista de sensaciones, proyectando en su retina imágenes añejas que incluso sin ser de papel ya amarilleaban como las viejas fotografías.

Había ciudades lejanas con aires de Oriente, sudores tropicales con ritmos Africanos, mariposas en forma de besos que rozaban sus labios el tiempo suficiente para sentirlos, pero no tanto como para que anidaran en ellos. Miradas de ojos alegres, que chisporroteaban como el fuego de una chimenea.

Había sábanas blancas que envolvián cuerpos enredados en lascivos besos de sudor, en jeroglificos de brazos y piernas, donde el humo de un cigarillo pone un punto y seguido, donde alguien desnudo dispara una foto.

Había una colección de días sin voz, sin luz, simples tachaduras en un calendario. Y había una colección de días envueltos en cintas de colores, donde desparramados entre hojas se garabatean  un "boom" "boom", latidos de corazones que laten al unísono.

Había pedacitos con sonrisas de niño, con juegos, con saltos en la cama, con manchas de tinta en los dedos.

Todo esto y más, había en aquellos mil pedazos de un corazón roto, a los que ella no quería despertar.

Cuando al fin, la copa se quedó vacía, ella cerró la cajita, una lágrima y sólo una,  recorrió su mejilla, saltó al vacío y se perdio entre los poros de la madera de su cajita.

Apagó la luz, desnuda se metió en la cama sintiendo el frio de aquel invierno pegado al edredón.

Cerró los ojos y se durmió.

1 comentario:

suspiro dijo...

Ainsss, cómo lleva tu sello este escrito...