lunes, octubre 01, 2012

Eras tú ( Él )

A aquellas horas el metro era un hervidero de gente, y prefería ver
las calles de mi Madrid desde el autobús.
Me coloque frente al gran ventanal, el cielo se cuajaba de nubes, y
deje vagar mi mirada más allá de los coches y del asfalto.

Como un ejercito se lanza sobre las tropas enemigas, dentro de mi
volvió a crecer aquella amarga sensación de vacío.

Como un madero que va a la deriva sobre las aguas de un rio, por
mucho que intentará guiar mi camino me sentía atrapado, llevado por
la corriente con las manos atadas a la espalda.

Recordaba las palabras del anciano. "Lo importante en la vida no es las
veces que caes, sino las veces que eres capaz de levantarte".
Pero cada vez me costaba más levantarme.

Alcé la vista y te vi.

Eras tú.
Por un instante mi mirada se quedó prendida entre tus trenzas, como si las uniera
un fino hilo por el que me deslizaba como un funambulista.

Del viejo baúl se proyectaron los recuerdos, los primeros besos que arrancaron
el polvo que cubría a un viejo corazón.

Eras tú, la que de pie buscaba algo en el bolso, la que me había regalado
el disfraz de niño, quitándome la armadura oxidada de nostalgia.

Eras tú la que podía llevarme a pensar que aún se puede atrapar el arco iris,
eras tú la que me hizo sentir que siempre estaba flotando entre el que soy y el
que tú esperabas que llegase.

Levantaste los ojos, y nuestras miradas se encontraron a mitad de camino,
entre tu parada y mi autobús. Alcé la mano y la pegué al cristal, esperando
que la vieras, deseando que aquel gesto sirviera para llamar al pasado
y detenerlo en el presente.

Eras tú, la que desnudaba mi cuerpo por las noches, y era yo el que lo cubría
por el día con mi traje de melancolía.
Eras tú la que llevaba las pinturas para dibujar mares turquesas en mi lienzo,
pero nunca dejé que acabarás el cuadro.

Eras tú, y sólo tú, cuando yo nunca llegué a ser yo.

Y de pronto, mientras me alejaba pensando en bajarme, vi llegar a tu autobús,
vi como subiste, y te sentaste, sin entender que el gesto de mi mano en
el cristal te llamaba.

Te hiciste pequeña mientras te alejabas, como grande se hacía  el lago donde empezaban
a bañarse mis pupilas.

Eras tú.

Y en Madrid las nubes grises terminaron de vestir al cielo azul.

3 comentarios:

Laira dijo...

¡Guay! esta precioso, es la otra parte de la relación. Los dos se desean y sin embargo no se encuentran el tiempo suficiente para mostrarlo.
Me ha encantado, de principio a fin, escribes genial.
Un besazo.

Masakoy dijo...

Me han gustado los dos puntos de vista de la historia. ¿No serás conductor de autobuses?

Abracetes!!!

Marisa Garrido dijo...

¡¡¡para el autobussssss¡¡¡. bájate, sin dejar de mirarla a los ojos te acercas a ella y con fuerza la agarras de la cintura, posa tus labios sobre los suyos y fundiros en estatuas de sal.

¡Porra¡, no sabes lo que me joroba cuando no hay sangre por las venas. ¿cuánta gente hay que por no dar el paso se quedan sin saber lo que podría haber pasado?

Las personas somos un mundo y tal vez hay que estar en ese momento para saber como se reaccionaría. Lo impulsivo o lo alocado puede ser lo menos certero pero si no se exprime cada segundo de la vida tal vez se dejan muchas cosas por vivir o sentir (creo que suele ser el miedo del ridículo lo que hace que la gente no sea más impulsiva a la hora de expresar los sentimientos. No estamos diseñados para el fracaso, la vergüenza, o lo que dirán, etc...)

Es un placer venir a leer a este rincón.