sábado, diciembre 20, 2025

EN EL FILO ( Parte 6)

 

Tengo la cuchilla entre mis dedos, es extraño lo fría que está, algo tan pequeño puede acabar con algo que debería ser, de alguna manera, grande.
Siento una sensación agridulce, por un lado las cosas que se van a perder, la personas, los momentos, los recuerdos, la música, los libros, lo que podría llegar inesperadamente… y la otra cara de la moneda, la paz, la tranquilidad, el olvidarse de esa presión en el pecho constante, de esos amaneceres donde levantarse cada día supone como si fueras a escalar el Everest. Las ganas inmensa de llorar, y tener que reprimirlas para que nadie te vea.
Sonreír cuando el alma está rota.

Miro su filo, y en el reflejo veo otros ojos, con una mezcla de lástima e impotencia. ¿Qué dejas a las personas que te quieren? Un cuerpo inerte. un cúmulo de preguntas sin responder, y dolor, un dolor que no se va a curar nunca, que quedará siempre flotando junto a las preguntas que se harán ¿Por qué? ¿Puede hacer algo más? ¿Porqué no lo vi venir?

El dolor se propaga como el fuego si le echas gasolina, yo me libraré del mío, pero no es librarse del todo por que lo estas transfiriendo, se lo pasas a las personas que te quieren.
El golpe de la persona que te encuentra, las llamada telefónicas con la noticia, el silencio ensordecedor que llena el cuerpo, se pega a cada pliegue de la piel, y viene grapado con las preguntas ¿Había señales que no vi? ¿Fue mi culpa?

Y lo que dejas es la duda eterna, que se convertirá en un fantasma que va a acompañarles toda la vida… y entonces surge la duda ¿es mi acto un acto de valentía o es el acto más egoísta que puede realizar un ser humano?

Es el acto más egoísta imaginable. Es priorizar mi necesidad de silencio sobre su necesidad de paz. Es elegir mi alivio a costa de su tormento. Es dejarles una herida abierta que nunca, jamás, podrá cicatrizar del todo.

Mi mano tiembla. La cuchilla ya no es una salvación, es un arma. Un arma que no solo apunta contra mí, sino contra todos los que alguna vez me importaron. Y el peso de esa revelación es tan insoportable como el dolor que me trajo hasta aquí.

El egoísmo. La última barrera. La más difícil de franquear.

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