La parte 5 saldrá en 5 días
PARTE 4
Quiero
dejaros claro una cosa, esto no es una apología sobre el suicidio.
Es mi historia, lo que siento, lo que vivo, lo que he vivido,
busco respuestas, busco porqués, y a veces tampoco llego a saber si
lo que busco puede dar un sentido a todo o una salida.
El
agua se está quedando fría y golpea mi piel.
El eco de mi
respiración.
Mis propios pensamientos, que no hacen más que
torturarme.
La
imagen de la playa se desvanece, arrastrada por el desagüe junto con
los recuerdos.
Me quedo aquí, en la cruda realidad de este
instante. Sentado. Desnudo. Viejo.
En la soledad de un cuarto
de baño que es, a la vez, mi refugio y mi prisión.
Este
no es un refugio para la nostalgia, ni para la tristeza romántica.
Es el espacio más pequeño y honesto de mi vida. Aquí no hay
disfraces, no hay responsabilidades que cumplir, no hay roles que
interpretar para mi hijo, mis hermanas, o el mundo exterior.
Aquí
solo soy yo, con mi piel flácida, mis arrugas, mi falta de pelo en
la coronilla y esta abrumadora sensación de que ya no queda nada.
Hay
un espejo que refleja la realidad, sin caretas, cruda tal como es, no
juzga, no acusa, no halaga, no miente.
El
cuarto de baño es uno
de los
lugares
donde me permito ser vulnerable, donde nadie me ve desmoronarme. El
otro, mi cama, cuando ya la casa duerme, todos duermen.
El
cuarto de baño, un
acto final de mi introversión: incluso para morir, busco el lugar
más íntimo, el más aislado.
Me pregunto cuántas personas
habrán tomado la misma decisión en un espacio así.
Estos
pequeños rectángulos de baldosas que guardan secretos
inconfesables. Que
me han visto llorar, bailar, reír… incluso caer desmayado.
Ahora
puede convertirse en la
última frontera antes de
mi decisión.
La
vida ha pasado tan rápido, que parece arena escurriéndose entre
los dedos, me gustaría aprovechar cada momento, cada instante, si
algo he aprendido con la edad, es que muchas cosas dejan de importar,
y el presente es lo que vale… pero esa asignatura no la tengo
aprobada.
Y haces balance, entonces te das cuenta de que no es
lo que esperabas, ni lo que habías pensado, no te ves como creías
que te ibas a ver a esta edad… faltan demasiadas cosas…
Y la soledad, esa incansable amiga. No es la soledad buscada del que disfruta de su propio espacio. Es la soledad impuesta por años de no saber conectar, de no atreverse a abrirse, de construir muros en lugar de puentes. La soledad que se te pega a la piel como el frío del suelo de la ducha. La soledad que se convierte en un peso ineludible.
Miro de nuevo la cuchilla. No es una solución. Es el fin de una búsqueda incesante de algo que nunca encontré. O de algo que nunca supe ver. Y en este momento, en este cuarto de baño helado, la distinción ya no importa. Solo queda el acto.
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