viernes, febrero 23, 2024

Cuentos por teléfono

 Suena el teléfono.

- Hola.. - contesto.
- Hola, soy yo... - y su voz está rota y apagada.
- ¿Cómo estas? Hacía tiempo que no sabía nada de ti...
- Si, bueno, la verdad es que te he echado de menos, pero conocí a alguien... y el tiempo pasa tan deprisa.
- Cuánto me alegro, ¿y que tal? 
- Mal, acabó.. si se puede decir que terminó, aunque es un fin... sin final...
- ¿Quieres contármelo?
- Si no te importa, quizás uno de tus cuentos, una de tus historias, me ayude
- Sabes que tendré una, si te ayuda o no, serás tú quien decida, cuéntame...
- Hace tiempo, empecé a charlar con un chico, de la manera más insospechada, ya sabes, como dice la canción: "Fue sin querer...Es caprichoso el azar. No te busqué ni me viniste a buscar. Tú estabas donde no tenías que estar; y yo pasé, pasé sin querer pasar." Y quedamos, ¿sabes, cuando conoces a alguien por primera vez, y crees que le conoces de toda una vida? así me sentía yo, y creo que él también. Nos contamos despacito nuestras vidas, cosas que quizás no cuentas a tus amigos, que están guardadas dentro de ti, pero que son tan fáciles de contar a la otra persona. Y así día a día, charlas por teléfono, conversaciones por whatsapp, y sientes que encajas, que es la pieza que te falta del puzle, que la encuentras sin sospecharlo y cuando la colocas, encaja como si hubiera estado ahí esperándote. Viví cosas que se han quedado guardadas en un rincón de mi corazón que ya no es mío, lo bueno o lo malo según se mire es que yo sentía que por su parte era igual un "tengo ganas de verte" "voy a enseñarte un sitio especial" pero luego había un espacio que no se llenaba, le faltaba un beso una palabra tierna, y hablamos... y entonces me dijo que algo le faltaba, que nadie le había tratado como yo, pero... siempre un pero flotando. Y así empezó a desaparecer, las conversaciones se hicieron más cortas, la distancia se hizo más grande, y se fue diluyendo como tu cuento de los azucarillos, había días que no sabía de él, y luego pasó a ser semanas, y lo peor es que yo no podía sacármelo de la cabeza, y además ahí estaba en mis redes sociales dando like a lo que posteo. Y bueno, esta es mi historia, intento aferrarme a lo que faltó para decirme a mi misma que no iba a ser, pero luego saltan los recuerdos, salta todo lo que me hizo volver a sentir, volver a creer en mi niña interior, esa que yacía dormida hace mucho, mucho tiempo....

- Lo siento - le digo - se que nada, ni nadie puede consolarte , porque cuando alguien llega a rozar con la yema de sus dedos el corazón de otra persona para despertarlo, y aviva el fuego de ilusiones que estaban cubiertas de escarcha, no hay palabra que pueda coser un corazón roto. Puedo contarte una historia, pero no se si te ayudará mucho - Hazlo, al menos pensaré en otras cosas. - No es lo mejor pero vamos... "Hace tiempo, en un rincón de la ciudad vivía un hombre, un hombre con su corazón roto, roto en parte por su culpa, en parte por aquellas manos que lo dejaron caer. Dicen que tenia una tristeza insondable en su mirada, que había dejado enterrado aquel niño interior, ese que todos tenemos y que la gran mayoría soltamos al crecer. Solía pasear por el parque, con la mirada perdida, unos dicen que algo buscaba, otros cuentan que solo paseaba mientras escuchaba música. Un día, que hubiera sido como otro cualquiera, un pajarillo se coló en su casa, quizás cansado de tanto volar, quizás solo vio sobre la mesa unas migas de pan. El caso es que aquel hombre se acercó al pájaro despacio, con cuidado con miedo que este de nuevo echara a volar, y sin embargo no lo hizo, se quedó quieto a la espera de lo que hiciera aquel hombre. Y lo que hizo fue mojar un trozo de pan en leche y dárselo. El pajarillo se quedó aquella noche, para sorpresa del hombre, - se irá mañana seguro - se dijo, pero no se fue, y día tras día se cogieron cariño, el pajarillo piaba y se posaba encima de su hombro. La sonrisa se dibujó de nuevo en la cara de aquel hombre, su corazón volvió a latir con fuerza. Dicen que incluso se paseaba con el parque con el pajarito, que volaba entre los árboles, pero siempre acababa por regresar. Así hasta que una mañana, el pájaro salto por la ventana y se fue, regresó al atardecer, cuando el hombre seguía asomado esperándolo. Y una sombra se cernió sobre su corazón, sabía que tarde o temprano no volvería, más nunca cerró la ventana y lo encerró en una jaula, tanto amor le había dado que no se merecía nada malo.

Y el pajarillo se iba y cada día tardaba más en volver, hasta que un día pasó tiempo sin saber de el, aunque tuviera la ventana abierta esperándolo. Y dicen que el hombre todos los días se asomaba a la ventana, que no había atisbo de tristeza en su rostro, y el pajarillo de vez cuando en un rama del árbol frente a la casa piaba como si le saludara..." A veces hay personas que nos encienden para luego desaparecer, quizás nos tenemos que quedar con eso, que lograron encendernos de nuevo, que nos regalaron un tiempo que pensábamos que nunca volveríamos a vivir, y aunque nos deja el interior como un solar, aún queda ese recuerdo. - Así es - me dice entre sollozos - es bonita tu historia, pero esta vez no me cura, quizás tenga que irme curándome poco a poco, y aunque los recuerdos duelan me quedo con ellos. Gracias por escucharme, prometo volver a llamarte pronto. - Aquí estaré, cuídate mucho, y no dejes de llamarme.


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