Una mañana, en aquella habitación entró un rayito de sol.
Al principio fue tímido, iluminando cada rincon, despacio, rasgando con sumo cuidado la oscuridad reinante.
Ella se asomó y lo vió, se acercó a él y puso su mano, sintió el calor que desprendia y como se deslizaba entre sus dedos jugando a saltar entre ellos.
Poco a poco se acostumbraron a estar juntos, más en la cabeza de ella empezaron a surgir pequeños nubarrones...
¿y si se nubla el cielo y ya no vuelve?
¿y si encuentra otra ventana mas hermosa y se muda?
¿y si llega a quemarme?
Y entonces bajó la persiana, y el rayito ya no puedo volver a entrar.
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