Recordaba cuando de pequeño en aquellos veranos que duraban poco más de dos meses de playa, construía castillos en la arena.
Castillos en la arena, con sus almenas y su foso que impediría a las olas estrellarse contra el muro llevandose el castillo.
De pequeños...
Cogías la pala y el cubo y los llenabas de arena con esa carita del que sabe que hará el mejor y más grande castillo del mundo, que ninguna ola por más grande que fuera podría llevárselo por delante. Y así pasabas la mañana en aquella playa con tu rastrillo haciendo el camino hacia la puerta elevadiza del ficticio castillo, con sus ramitas sobre las almenas y un bloque en el centro donde te imáginabas como caballero armado y andante en busca de princesas olvidadas, de dragones que lanzan fuego por la boca
Haciendo castillos en la arena hasta...
Hasta que corrías a bañarte y dejabas el castillo olvidado, olvidado hasta mañana, que harás uno mucho más grande y más fuerte.
Y el tiempo pasa, y aquellos castillos quedan enterrados en la misma arena con los que los construiste.
Ya sólo quedan los recuerdos de la princesa que quedó en la torre y fue rescatada, pero tú no fuiste ese caballero, que el mar oxidó tu armadura.
Un miedo incontenible, un miedo incontenible.
Habrá un rastrillo, habrá un cubo y otra pala, habrá una playa, aquella playa, donde construir castillos, castillos de arena, vacios de ese miedo incontenible.
1 comentario:
Todos construimos castillos de arena en la playa.Finalmente el agua se los lleva.
Pero con seguridad, habrá nuevas playas para construir castillos nuevos,en los que podamos rescatar a la princesa antes que otros se la lleven.
Un abrazo Nicolás.
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