lunes, noviembre 02, 2009

Un día amaneció, con el cielo de un azul que recordaba a la mar, en esos días que invitan a echarse a nadar y nadar, sin parar, sin volver la vista hacia la playa.

Bajó a la acera, y a pesar de ser de día, sintió que en el cielo las estrellas estaban ardiendo.
Sobre el camino se dibujaron unas vias de tren, en linea recta, como aquel teorema en el cual las líneas rectas sólo se cortan en el infinito, así eran aquellas vías , dibujadas en línea recta... sin fin... y él se echó a andar , y anduvo... anduvo..., hasta que su alma le dijo "parate".

Cuando se dió la vuelta, simplemente se encontró perdido, con la sensación de que en alguna estación de tren todo se perdió.

Y volvió a caminar, porque como decía aquella canción.. "es mejor caminar que parar y ponerse a temblar".
Simplemente vagó por ciudades de rascacielos hechos de cristal, de desiertos donde la arena llegaba a cubrirte el alma.
Vagó por bosques repletos de flores aunque no recordase sus nombres, por valles dónde fué tentado a quedarse, pero al poco de pararse, las vías del tren volvían a aparecer y él vovía a echarse a andar.

A pesar de su viaje,cada noche de cada día, escribía, escribía una carta de amor, sin destinatario, sin nombre, por que en el fondo él sabia que cuando su viaje terminara, entregaria esas cartas, y de sus labios sólo una frase saldría: "las escribí por y para ti".

Hasta que un día siguiendo aquellas vías su alma le dijo "Párate", y él, ¿quién era él para no asentir a su alma?, se paró.
Y sobre aquellas vías se desparramaron sus recuerdos, el camino andado, las letras de aquellas cartas, las canciones, y se les quedó mirando, en silencio y quieto, como aquellas vías que seguían sin fin en línea recta y que... quien sabe quizás se juntaran en el infinito.

Recogió las palabras las depositó de nuevo en las cartas, y dejó lo demás sobre aquellas vías, "es hora de volver", se dijo y el alma asintió, "es hora de volver".

Y volvió a vagar por bosques repletos de flores cuyos nombres nunca llegó a recordar, por desiertos donde la arena cubría hasta el alma, por ciudades de rascacielos hechos de cristal.

Hasta que regresó.

A las casas blancas, a las calles por donde solía pasear, al café que olía a tiempo antiguo, y sin embargo tenía la sensación de que todo había cambiado, que aquellas ya no eran las calles, ni el café, ni su pueblo, incluso cuando bajó a ver el mar, su mar, tenía un color diferente.

Allí sentado en la arena entendió que a veces no es bueno volver al lugar donde se ha sido feliz.

Un figura se aproximó a él, se sentó ni muy cerca ni muy lejos, y le miró a la cara.

- Creo que adivinaras quien soy.
- Si, creo que si, me he dedicado a perderte más de una vez, y siempre que he vuelto a ti tu mirada era diferente.

La figura guardó silencio.

- Dueles, dueles mucho, un dolor que a veces creo que no llegaré a soportar.

La figura abrió sus brazos, y él cobijo su cabeza en el regazo de ella.

Sollozó.

Ella le acunó por unos instantes.

- ¿Vida?.- preguntó él.
- ¿Si?.- contestó ella.
- ¿Sabes que vendrá después?, A veces se me cansan las palabras.

La figura volvió a callar.

Sobre la arena de la playa aparecieron las vías de un tren, en línea recta, infinitas como si al final se uniesen para siempre.

Él se levanto, la figura ya no estaba allí.

Y comenzó a andar sobre las vías.

1 comentario:

Masakoy dijo...

Ains....

Siempre hay que volver al sitio donde se fue feliz, pero solo en espíritu.

Hasta el infinito y más allá

Por cierto, premio-meme en mi chiruquitería