lunes, noviembre 09, 2009

Dos ancianos
Se odian.
Pero tienen un punto en común.
Ese punto se llama Aurora.

Viven en el mismo edificio, en la calle ronda de Atocha en Madrid, cuando se cruzaban en el portal o en el ascensor un "buenos dias" surgía de sus labios, se saludaban con el afecto que da ser vecinos en una ciudad de asfalto y cristal, un saludo frío, de cortesía.

Embuídos en sus problemas, una pequeña pensión que poco les dejaba más que para pagar sus gastos, en un caso, fotos amarillas de un amor que le acompañó casi toda la vida. Ocho años hacía que, como él decía le habia abandonado, dejándole solo en este mundo, simplemente a la espera de volver a encontrase con ella, su vida era una sala de espera. El otro caso, un solitario empedernido, a veces huraño, cuando le daba por hablar de él, en muy contadas ocasiones, decía que la vida lo había convertido en eso, que él antes no era así, pero que un amor lejano le partió el corazón en tantos trozos que nunca hubo nadie capaz de juntarlos de nuevo.

Asi eran aquellos dos ancianos, juntos en un mismo edificio, pero separados por sus vidas.
Hasta que llegó ese punto en común. Ese punto en común llamado Aurora.

Quiso el destino que el Ayuntamiento por las fiestas del barrio organizara una cena-baile "para mayores", en el buzón sobresalía la invitación.
En aquella colmena que eran los buzones dos sobres sobresalían.
Y como si el destino quisiera jugar con ellos, dió la casualidad, que a las 11:13 minutos de una mañana, ni un minuto menos ni un minuto más, los dos coincidieron enfrente de sus respectivos buzones.

Uno abrió el sobre, el otro también.
Leyeron la invitación.
Uno esperó que el otro dijera algo.
Un silencio.

- "Pues habrá que ir" - soltó de pronto sin convencimiento.
- "Pues habrá que ir" - corroboró el segundo, pensando para sí mismo que si aquel iba, él no iba a ser menos.

Y allí estaban ellos, puntuales, por que ¡cómo iba a llegar uno antes que el otro!. Se sentaron separados, mirándose de reojo, como si aquello fuera una competición, no hablaron mucho ,cenaron tranquilamente mientras observaban el local y al resto de las demás personas.

Cuando la cena acabó, pasaron a otra sala más grande, una pequeña orquesta amenizaba la noche, algunos, los más atrevidos ya habían empezado a bailar, otros buscaban el mejor sitio para sentarse, ver si ser vistos.

Ellos hicieron los mismo, cada uno por su lado, el más atrevido de los dos pidió un whisky con coca cola, el otro se limitó a una cerveza.

La música no dejaba de sonar, a veces era un pasoble, otras, se atrevian con alguna version moderna de algún éxito del verano, cuando entre la gente apareció ella, Aurora. No era muy guapa, pero su rostro aún conservaba una belleza serena, lo que más llamaba la atención era su estilo, su forma de andar, su elegancia.
Alguién se le acercó invitándola a bailar pero ella educadamente rechazó la proposición, miró a uno de los viejecitos, en su mirada parecía preguntar por qué no se animaba a probar suerte. El viejo bajó los ojos, bebió un trago largo de la cerveza y se quedó mirando. El otro aprovechó la indecisión, se acercó y sin esperar una contestación de ella, la sacó a bailar.

Desde lejos él vió como ambos reían, bailaban, se lo estaban pasando realmente bien, y sin embargo él se acercó a la barra pidió otra cerveza y entre la espuma ahogó sus recuerdos.

Al poco rato ella se acercó a pedir algo, el otro anciano había ido al lavabo, cuando pasó a su lado, ella se presentó:

- "Hola, me llamo Aurora" - Le tendió la mano. Él le devolvió el saludo.
- "Esperaba que me sacaras a bailar, tu amigo es muy simpático".
- "... Él no es mi amigo, ¿por que lo dice?....".
- "Bueno, así me lo ha indicado, cuando me dijo que eras un poco timido y que no serías capaz de sacar a nadie a bailar".

Aquello rebosó su paciencia, dejó el vaso de cerveza sobre la mesa, la cogió por la cintura y se deslizó con ella hasta el centro de la pista. Cuando el otro anciano salío del cuarto de baño, buscó con su mirada a Aurora, al verla allí bailando, sintió un calor interior, una rabia como hacía años no sentía.

La noche para Aurora pasó entre los bailes de uno, y de otro, aquello se convirtió en una lucha silenciosa, por ver quien bailaba y pasaba más tiempo con ella.

Aurora disfrutaba con ello, no había maldad en sus actos, pero sentirse como una jovencilla "perseguida" por dos hombres, le encendían sus mejillas.

Aquello sólo fué el comienzo, unas tardes las disfrutaba en el cine con uno, otras se dejaba invitar por el otro en un café de los Austrias. No les ocultó que quedaba con los dos, no pretendía hacerles daño, y en alguna ocasión intentó quedar con ambos a la vez, pero ellos se negaron en redondo, aquellos momentos que pasaban con ella eran un llama encendida en sus vidas.

El tiempo pasó, volando, como pasa el tiempo cuando uno no está pendiente de esperar a que llegue nada, sólo vive.
Pasó el otoño, alfombrando de amarillo y naranja las calles de Madrid, abriendo la puerta a un invierno frío y seco.

Aurora enfermó.

Y allí delante de la puerta de la habitación del hospital, dos ancianos con un ramo de flores cada uno en la mano, se pelearon.
Volaron por el pasillo las margaritas y los claveles, los enfermeros casi no podudieron sujetarlos.

Afuera el cielo desprendía bolas de algodón.
Esa fué la primera ver que le llevaron flores a Aurora, pero no sería la última.

Los dos ancianos ya no volvieron a hablarse, si se cruzaban de camino al hospital uno esperaba a que el otro se fuera.
Y sin embargo algo, que ni ellos mismos sabían. les unía, la esperanza de que Aurora saliese pronto del hospital.

Una noche aquel punto en común se difuminó, como esos que dibujan degradados de un color a transparente, ella se fué.

Cuando uno de los ancianos llegó al hospital, y subió a la habitación, vió al otro sentado en una silla en el pasillo con la cabeza entre sus manos, maldijo para sus adentros no haberse podido levantar antes para llegar más temprano.
Cumpliendo con el trato no hablado de esperar "su turno", recorrió el pasillo en dirección de la salida, pero al pasar por la puerta de la habitación, vió la cama vacía, se giró, el otro anciano no estaba esperando en la silla, estaba... estaba llorando. De su mano cayó lentamente aquellos dulces que tanto gustaban a Aurora, sus piernas temblaron, y sin saber por qué se acercó a la silla, puso su mano en el hombro de aquel viejo, el otro levantó la vista entre sus lágrimas y sólo pudo ver a un ser tan triste como él se sentía , se levantó y los dos se fundieron en un abrazo.

La segunda vez que llevaron flores a Aurora, no lo hicieron por separado, juntos fueron a su entierro, juntos se despidieron de ella.

Hoy los he visto otra vez, son las 8 y cuarto de la mañana, voy camino de mi trabajo, y al entrar en la estación de Atocha, en su invernadero, veo a los dos viejecitos, uno apoyado en el otro, uno ayudando a caminar al otro.

Entran en la estación y se sientan en el café enfrente de las palmeras y las plantas tropicales.

- "Hoy me toca invitar a mi al desayuno"
- "Vale, pero esta vez me dejaras que te enseñe mis fotos"
- "Pero si ya me las has enseñado mil veces"
- "Ya pero yo también he oido como te rompieron el corazón mil veces y sigo escuchando la misma historia"


Sobre la mesa de mármol, se desparraman las fotos amarillentas juntos los pedacitos de un corazon roto, y entre el café,dos ancianos sonrien y en silencio piensan... piensan en un punto en común.

Ahora se tienen uno al otro.

5 comentarios:

Silencios dijo...

IMPRESIONANTE, SUBLIME

Pero a partir de ahora te voy a pasar la factura de mis pañuelos de seda. Corazón.

Mis Besitos siempre de admiración

Belén dijo...

Oye, pues el odio no deja de ser un sentimiento mas.. así que Aurora le ha dado algo de vida a los dos abuelos...

Besicos

Paseando por tu nube dijo...

Siempre que te leo, me invade el mismo sentimiento.. quiero mas.
Una vez mas te lo repito, tus historias darian vida a un buen libro.
Un beso

Nicolás dijo...

SILENCIOS
Uyssss te excedes en tus halagos, pero me alegra que algo que escribo cause emociones...
PD: Cuanto te debo por tus pañuelitos?

BELEN
Bueno el odio era anterior a Aurora, Aurora fué su punto de desencuentro/encuentro, aveces cuando nos faltan las cosas mas queridas encontramos cosas que nos unene a otros

Paseando por tu nube
Ufssss me alegra que mis letras bailen en las cuerdas xde tus sentimientos, pero no creo estar a la altura de que mis escritos interesasen tanto como para un libro

Francesca dijo...

Te leo poquito a poco porque si lo hiciera de una vez me atascaría por dentro. Aunque no lo parezca esto es un piropo.
La primera vez que te leí y me paseé por los otros blogs pensé que eras una mujer (la foto podía ser de cualquier otro, una tapadera). Demasiado corazón.
Ahora sé que no es así, o al menos ya no pienso lo contrario.
Pero te aseguro que si la sensibilidad tuviera color y olor, de la pantalla de mi ordenador saldrían miles de colores y aromas diversos que me encantan.