miércoles, septiembre 03, 2008

El Rey y la Bruja

Hace mucho, mucho tiempo... ¿o no hace tanto?
Vivía un rey en un solitario castillo.
En su reino había pueblos, caballeros, guerreros, doncellas, pajes, y como no, una malévola bruja que ansiaba el poder del rey.

A los ojos del rey, la bruja era una poderosa alquimista que le ayudaba a sobre llevar el peso de su vida, con sus conjuros y su compañía,
Pero la bruja pasaba más tiempo en su cueva con los brebajes, los rabos de lagartija, ojos de murciélago, polvo de cuerno de unicornio y agua de luna, que con el rey. Por eso a veces el rey, en su solitario castillo deambulaba de un lado a otro, dejando sus quehaceres al margen, tal era la dependencia que tenía de la bruja.

Sin embargo cuando se asomaba a la almena y veia aquellos inmensos campos, en atardeceres dorados, suspiraba por los tiempos en los que él montado en un hermoso corcel se perdía en aventuras. Unas persiguiendo a dragones, otras llegando a remotos países.
Cuando esto pasaba, un cuervo, servil lacayo de la bruja, volaba raudo a decirselo a su ama, la cual corría al castillo, para que así el rey volviera a estar bajo su poder.

Un día, la bruja pensó que perdía mucho tiempo cada vez que tenía que "ensoñar" al rey, asi que abrió su gran libro de conjuros, y en él encontró la solución.
Creó unas gafas con las que el rey solo vería los colores que la bruja quisiera, de esa manera cuando el rey se asomara a su almena ella podría cambiar los atardeceres dorados, por una gama de grises y el rey nunca añoraria más la vida fuera de aquel castillo.

Pero la bruja cometió un desliz, engreida en que ella era todo poderosa, creó unas gafas que el rey no vería, pero se olvidó de que los demás si podrían verla.

Asi llegó a palacio y cuando el rey dormía placidamente, la bruja le puso las gafas.

Desde ese día la bruja controlaba al rey, cuando este se ponía un poco nostalgico, las gafas cambiaban los colores, e incluso con el tiempo la bruja las perfeccionó de tal manera que llegaba a cambiar lo que el rey podía ver, le cambió la realidad.

Nadie en el reino se atrevió a decirle nada al rey, pues este siempre lo negaba, llegó a ser tal su cabezoneria que en el reino decian que el rey habia perdido la razón.

Y llegaron las fiestas al reino y al castillo llegaron caravanas de gente, se instaló un mercado, donde trovadores cantaban hazañas de Oriente, osos enormes retozaban con perros simulando cruentas luchas, malabaristas y payasos ponian una sonrisa en los niños, y cara de asombro en los mayores.
La bruja enrojecía de cólera y envida, pues el rey esos días no se acordaba de ella, y entonces las gafas se pusieron a funcionar y todo aquello que hacía soñar al rey, cambiaba.

Las fiestas tenían su punto álgido en un torneo y una gran cena donde acudia todo el pueblo, el rey la presidía, regadas del vino de la región la gente bailaba, reía, se contaban historias de lejanos lugares, viajes misteriosos, por un dia la felicidad parecia que habitaba entre todos.
Sin embargo ese año el rey no mostraba esa felicidad, veía las cosas segun las gafas de la bruja, esta, para que el rey no viera que tras los muros del castillo hay una vida, pintaba de gris toda la fiesta.

Entonces un niño salió de entre la multitud y se acercó al rey.

- Rey, por que si todo el mundo está feliz, tú estas ahi sentado, sin disfrutar de la fiesta, ¿no te hacen reir los payasos? acaso, ¿los malabaristas no te sorprenden?, ¿será que estas cansado de esas historias de lugares lejanos donde habitan los trolls, y los dragones echan fuego por la boca?

- Yo no veo nada de eso, solo siento el frío de la noche, la soledad que se cierne fuera del castillo, la gente que bebe y come y habla, donde dices que estan los payasos, y los malabaristas, que me hablas de cuentos de paises lejanos..??

De pronto sin que nadie pudiera evitarlo el niño alzó su mano y cogió las gafas del rey, y ante los ojos del rey apareció un mundo nuevo, y vió a los malabaristas y se rió con los payasos, y vió en su corazón las historias de aquellos paises lejanos.

La bruja viéndose al descubierto, huyó en su cobardía y nunca más volvio al reino.

Y el rey, desde ese dia, supo que tras las murallas de su castillo sigue habiendo un mundo a la espera de descubrir.

4 comentarios:

Sara dijo...

No hay mayor ciego que el que no quiere ver; y cuando en nuestra vida se aloja una bruja que aparentemente nos colma de felicidad pero que realmente está pintando de gris nuestro mundo, es dificil ver con claridad.
Lleva su tiempo y casi siempre nos cobra muchas lágrimas poder sacarla de nuestro castillo o de nuestra alma.
Dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Pero ¿cuánto tiempo? y en el camino, esas pócimas ¿cuanto daño?, a saber....

Besotes, espero que el cielo azul se muestre azul y no gris.

Nicolás dijo...

Sara

Gracias por el comentario sarqa, yo hoy por hoy las unicas gafas que llevo son las de la miopia y atigmatismo jejejeje.
Vamos q ni soy el rey ni tengo bruja.

Masakoy dijo...

Te lo tengo que decir...

Recuerdos de Tomas.

¿Qué Tomas?

Whisky con limón..

Mu bonito el cuento... ¿Podrías escribir uno en el que la gente esté feliz desde el principio? No es por nada, es por puñetear un rato, jejeje.

Cuidate tronchi monchi

Marta Noviembre dijo...

"Pero la bruja cometió un desliz, engreida en que ella era todo poderosa, creó unas gafas que el rey no vería, pero se olvidó de que los demás si podrían verla."

Eso me ha nokeado, no me preguntes porqué...

Un besote wapo, ¡tiempo sin leerte!