PARTE 1
El
rectángulo de la ducha me recuerda a un ataúd pero en
vertical.
Estoy desnudo, el agua de la ducha cae, no he cerrado
del todo el grifo.
Mi espalda apoyada en el frio de las baldosas
de un color verde sucio.
Nunca me gustaron.
El cuarto de
baño no es muy grande, la luz, blanca lo inunda como si derramara un
vaso de leche sobre el. En una esquina hay una bandeja de arena,
limpia, aún Odín no ha venido a estrenarla.
Tengo una radio de
aliexpress en el lavabo, suena Bruce Springsteen “One Step Up”…
“Somos
la misma triste historia, eso es un hecho,
un
paso adelante y dos hacia atrás.
“
En
la repisa, los botes parecen soldaditos de plástico alineados uno
tras otro, dos botes de champú, uno que, según dicen prevé la
caída del pelo, el otro para alguien que no lo necesita, hay uno que
es un suavizante y los demás son jabón de ducha, miro el de color
rosa, de forma octogonal, marca Moussel, no es que sea mejor o peor,
pero es el mismo que usábamos en la casa de la playa, y su olor,
siempre su olor me lleva a aquel lugar donde fui feliz… hace ya
tantos años.
También
hay una maquinilla de afeitar, abierta, le falta la cuchilla.
La
cuchilla, frio metal, afilado.
Y esa cuchilla esta en el suelo
de la ducha, entre mis piernas, desnuda como yo.
El
agua cae despacio.
No es una ducha, es una lluvia mansa,
artificial.
Cae
sobre mí, resbala por la piel cansada de mis sesenta y tres años.
Dicen que la lluvia limpia.
Mentira.
Esta lluvia
solo moja. Hace tiempo que se llevó la ilusión por el desagüe,
dejando atrás solo un mecanismo roto que sigue respirando por
inercia.
Vuelvo a mirar la cuchilla, fijamente, parece
tan poca cosa.
Y me pregunto, si ahí, en ese trozo de metal
barato, está la solución que llevo esperando y buscando toda la
vida.
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