martes, junio 21, 2016

Recuerdos

El sol de junio, en uno de esos atardeceres  que huelen y sienten a verano, calienta el asfalto de esta ciudad, una ciudad a la que amo y odio a  partes iguales.
El cielo como si Dios hubiera soplado está desnudo de nubes, y me recuerda a aquel cielo de la playa, de un azul intenso que rivaliza con las aguas del Mediterráneo.

Y se pegan a mi piel los recuerdos como se hacia antes con un sello al sobre, carta de recuerdos que un día tendría que mandar sin destinatario y sin remitente, como esos mensajes que se lanzan en una botella al destino.

Olor a patatas fritas, doble ración, a la espera de que suene un timbre, que trae en su sonido unos ojos y una sonrisa y un susurro.

Una caja de cerillas, pequeña, como un rincón perdido en la inmensidad de un espacio sin fin, amaneceres con olor a café, desayuno en la cama, cama desnuda tras la lucha de dos cuerpos, cuerpos en los que el sudor dibuja sonrisas, sonrisas que al final terminan colgadas  como cuadros en la pared, pared de esa caja de cerillas.

Un puf rojo, mudo, que calla situaciones tan rojas como el color de su piel.

Mesa de madera vestida de blanco, copas de vino, Maxwell, Bruce, luz de una vela, susurros que se deslizan en una liana que son las miradas que se cruzan.

Noches de música, de botella de lambrusco, de sentidos embotados por el alcohol, donde los sueños revolotean como mariposas en busca de una luz, luz que calienta e ilumina, esas noches de música.

Tiempo que pasa, que corre veloz y se desliza entre los dedos como los granos de arena de una playa lejana que ya no se alcanzará nunca, y un niño crece, sin verlo, pero crece, sin apenas notarlo, pero crece, cumpleaños de dinosaurios que dejan paso a mando de consolas,  dientes debajo de la almohada que dejan paso a vasos de leche y hojas de lechuga que un dia los camellos de unos reyes magos se comieron, ilusiones que el tiempo va cubriendo  de polvo.

En aquella caja de cerillas se quedó parte de un corazón roto, la otra parte aún la llevo incrustada en mi pecho, llena de aquello que sintió, como en un cuento, en ese pedazo aún quedan habitaciones que un día alquilé y que aunque ahora están vacias siguen ahí como si fuera ayer.

Son recuerdos, recuerdos de una vida.

2 comentarios:

Amapola Azzul dijo...

Qué envidia cuando el tiempo corre veloz gracias a la felicidad. Besos!!

Nicolás dijo...

Gracias Amapola, pero en este caso no es así corre veloz, por que es la única forma de no pararse a pensar, tengo a mi cuidado a un pariente y esto hace que el tiempo entre unas cosas y otras se vaya entre los dedos, unido a una tienda que con estos tiempos puedes imaginar como va...

en fin al menos se vive que no es poco