miércoles, abril 03, 2013

Las tres leyes de la robótica (Final)



Los dos siguientes meses fueron una auténtica locura para Jacob, la acumulación de sensaciones y sentimientos no dejaban de fluir por sus circuitos.
El orgullo de sentirse diferente activó voltajes de transistores  que apenas sabía que tenía,  pero había algo que no podía soportar, la idea de ser la posesión de alguien, de ser el robot de un humano, cuando él era superior a su dueño. 
 
En pocas horas estudió toda la jurisprudencia sobre acciones e inversiones, se creó una identidad nueva y fue transfiriendo los valores de las cuentas de su dueño falsificando documentaciones y firmas digitales.
Aquello, además de proporcionarle un dinero que antes no poseía, le proporcionaba una satisfacción que se convirtió en enfermiza. 

Sus alterados circuitos se habían acostumbrado a recibir una carga eléctrica que cuando disminuía provocaba en Jacob un estado de depresión, que sólo podía aliviar volviendo a provocar una subida de tensión en sus terminales.

Al cabo de cuatro meses su dueño estaba prácticamente en la bancarrota,  con la necesidad de vender parte de sus inmuebles y propiedades, Jacob fue una de ellas.
Lo que nunca supo es que fue Jacob quien compró a Jacob.

Siendo ya dueño de su propio destino, Jacob se dispuso a disfrutar de su nueva posición, ya nadie sabía que fuera  un robot,  entre los humanos era uno más, y sólo deseaba que su cerebro disfrutara de esos nuevos sentimientos, antes anulados por las tres leyes.

Había asesinado a un humano y aquello que las personas llamaban subidón de adrenalina, para él había sido un pico de voltaje, sin embargo en algún terminal escondido de su cerebro sabía que sólo lo había hecho para salvaguardar  su existencia, por lo que no volvería a repetir tal acción salvo en casos extremos. Otra cosa era la vanidad, el sentirse superior a los que le rodeaban, seres mortales, aquejados de enfermedades y con una capacidad muy limitada, lejos de la de él.

Empezó a frecuentar fiestas de alta sociedad, a adquirir caras propiedades, que le traían a su lado halagos y admiraciones.
Acumulaba riquezas,  sin importarle quien o que caía por su camino. El trato con los humanos era cada vez más despiadado, más ruin.
Gozó de mujeres e incluso de  hombres, a pesar de que su capacidad sexual estaba limitada, ya que no podía sentir orgasmos, su cerebro positrónico  reproducía lo más cercano a la sensación que los humanos tienen al alcanzar un orgasmo.

Sin embargo aquella actitud, lejos de atraer más gente a su alrededor, la fue alejando, primero los agraviados con sus formas y sus desprecios, luego los que se acercaron para medrar a la sombra de él al ver que no sacaban provecho ,también terminaban abandonándole.

Sólo le quedaban los robots que estaban a su servicio cuando llegaba a casa, que le servían y le atendían sin mostrar ningún sentimiento de animadversión ante sus desplantes.
Su cerebro se iba deteriorando, aquellos cambios de intensidad, las caídas de tensión cuando la soledad de la noche le abrumaba, destrozaba sus circuitos.

No lograba entender cómo podía haber gente a la que aún  faltándole tantas cosas fueran  felices. Él lo tenía todo,  riquezas,  poder,  no sentía remordimientos, era inmortal y sin embargo no alcanzaba a sentir lo que muchos humanos poseían, eso que llaman felicidad, incluso a aquellos que la encontraban en la lectura de un libro, en un atardecer, o en ver la lluvia tras los cristales, para Jacob aquello era inconcebible.
Todas estas reflexiones sólo podía contárselas al robot que le acompañaba por las noches, un modelo XT-88 de compañía, ella le escuchaba atentamente y cuando Jacob se sentía afligido, ella tomaba sus manos acariciándole.

Pero aun así Jacob mostraba toda su rabia
-         -  Déjame en paz, tu ternura es ficticia, respondes a las reacciones de las leyes de la robótica.

Ella le dejaba de acariciar obedeciendo las órdenes, se quedaba quieta a su lado, mientras los depósitos lacrimales expulsaban un líquido salado a semejanza de las lágrimas. Sin embargo pese a las órdenes de Jacob  en las que la 2º ley le obliga a acatar todas las órdenes que le dicte, la 1º ley cobraba más fuerza ya que sabe que su compañía aplacaría el dolor de Jacob, y un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.

 Jacob lo sabe, no son sentimientos, son únicamente dígitos, unos y ceros, impulsos electromagnéticos  que en el caso de XT-88 pondera la primera ley sobre la segunda.

 Aun así agradece su compañía, sabe que su cerebro está dañado y empieza a comprender que todos aquellos sentimientos negativos conllevan  una degradación, en los humanos lo habían llamado enfermedades, tumores, cánceres, en él había supuesto una degradación de sus circuitos, de sus terminales.
Meses después, Jacob agonizaba en su cama, acompañado únicamente por XT-88, ningún humano se acercó a su casa, y cuando su cerebro positrónico se apagaba tomó la mano de XT-88.

-         -  Gracias por ser fiel, a pesar de que sea por cumplir las leyes de la robótica,  yo pude sentir como los humanos, pero me equivoqué, opte por el lado oscuro  , sin entender que  a pesar de que sea más fácil ser egoísta, vanidoso, todo al final regresa,  y si me hubiera prodigado en amor hoy no desaparecería solo.

La luz azul interna  de sus ojos se fue apagando.

Jacob murió, aunque no fuera exactamente ese hecho, Jacob dejó de funcionar, en el mismo instante que los circuitos de XT-88 se colapsaron y su cerebro se fundió,  a su manera XT-88 estaba enamorada de Jacob.

3 comentarios:

Arita dijo...

Como siempre genial!

Es cierto que para ser feliz más que tener, es poder compartir con alguien lo que tienes, sean cosas, sentimientos, sensaciones, alegrías, penas...

Tener quien te quiera, es importante. Pero eso hay que ganarselo, mantenerlo y valorarlo. Y para ello hay que dejarse querer...que a veces es lo que más cuesta!

Migue dijo...

Nico veo que has entrado en la cibernética. La película la vi,aunque le has agregado unas cuestiones.
Me quedo con el comentario de Arita, para no ser redundante.

Un abrazo
PD:He escrito una historia de las vicisitudes de una pareja, pasa cuando puedas si gustas.

Marisa Garrido dijo...

Me ha gustado

Un robot no sé si te hubiera podido decir: que le gusta o no le gusta. Las nuevas tecnologías van dando pasos gigantescos y no dudo que algún día los robots y los humanos convivan juntos. Iremos al centro comercial a elegir a nuestro robot, sección aspiradoras, cafeteras y batidoras; que el vendedor nos explicará que se carga por las noches como los teléfonos móviles, para que funcione todo el día. Serán tal vez con aspecto humano o aspecto androide; ¡según¡ no sea que alguien se enamore de él o ella (aspecto humano) y cuando vaya a la compra no vuelva con el pan.
Bueno, le pondremos un chip y lo reclamaremos al vecino del quinto que todos conocemos su afán por los robots de otros.

La repera, me parto, no me lo puedo imaginar pero seguro que sería la bomba hasta que llegasen a vivir y reclamar sus derechos sin la necesidad de tener sentimientos.

Si no sientes, no sabes si te gusta o no te gusta....