lunes, enero 21, 2013

Empezar


Nací en un pequeño pueblo, de esos de casas blancas y abuelas tejiendo en la puerta.
De padre militar y madre abnegada, donde la familia era el principio y el fin,  la mas pequeña de tres hermanos.
Sin quererlo despunté en los estudios, eso, unido a la posición de mi padre no me granjeó buenas amistades en el colegio, donde la envidia era una asignatura más y la nota media casi siempre era sobresaliente.

Recién cumplidos los 18 y en puertas de la universidad, llegó el verano que cambió mi vida.
Lo recuerdo como si fuera ayer, el chico de ciudad guapo, la novedad, las chicas del pueblo detrás, amor estival calor en el cuerpo, una combinación con un sólo resultado:"embarazo"

Todo se llevo casi en secreto, el honor de la familia, el que dirán pesó más que cualquier otra valoración, y mi traslado a la universidad fue la excusa perfecta.

Nos casamos. O mejor dicho nos casaron, aunque sintiéramos amor, no era lo que los dos hubiéramos deseado.
De aquello conservo unas viejas fotos guardadas en el olvido.
De aquello tengo un hijo y una cicatriz en el corazón.

Fueron tiempos duros, alejada de la familia, y de los amigos en otra ciudad, ajena a mi tierra donde el mar era sólo un lejano recuerdo.
Para él tampoco fue fácil, al principio su familia le negó todo.
Treinta metros cuadrados, una nevera medio vacía la mayoría del tiempo, y muchas matemáticas para llegar a fin de mes, fue nuestro viaje de novios hasta que nació el bebe.

El nacimiento supuso un punto de inflexión, sus padres, ahora abuelos lo recibieron con los brazos abiertos, nos dejaron una casa amplia, y él volvió a ser el chico que yo había conocido en la playa. Respecto a mi, tenían sus dudas, una chica de pueblo.. lo más sencillo era pensar que había querido atrapar a su hijo, por lo que nuestra relación pasó a ser cordial y afectuosa, ni un paso más ni un paso menos, la madre de su nieto.

Me puse a trabajar, largas noches con apuntes de la universidad dibujaron ojeras en mis ojos, decían que no lo necesitaba, que mi marido tenía un buen puesto y con ello era suficiente, pero yo no quería ser la mantenida de nadie.
Echaba de menos a mis amigas, los días de colegio, los sueños dibujados en tardes de Abril.

Cuando volví al pueblo, sé que las envidias resurgieron más fuertes si cabe, volvía casada con un niño en brazos,y un marido, para ellas mi vida había sido un triunfo, había logrado salir del pueblo, y todas las metas que para ellas eran sólo
un sueño yo las tenía en el bolsillo.

Sin embargo que lejos quedaban para mi, entre mi marido y yo se había instalado un simple cariño, el sentimiento de dos personas que conviven bajo el mismo techo, que no se odian pero dejaron de amarse en algun momento en algún lugar, donde el roce de la piel se ha convertido en un suceso  histórico, esporádico y lejano.

Cuando por fin aprobé la carrera, sólo estuvieron mis hermanas, mi madre sufría  de un reumatismo que la dejaba postergada en la cama la mayor parte del día, y mi marido... según él, una reunión ineludible de trabajo, según yo un paso más hacia un destino que no tenía vuelta atrás.

Y así fue como pocos meses despues, con una maleta, un pequeño en brazos, y una herida en el corazón, volví a empezar.

Tiempos duros, noches sin dormir, dos, tres trabajos, poco dinero y muchas horas, algunos encuentros que calentaron las
sábanas que rápidamente volvían a enfriarse. Amigos que se desintegraron lentamente  detras de palabras "nunca estaras sola, cuenta con nosotros". Donde la fuerza cuando no hay fuerzas provienen de una sonrisa, de un abrazo de un "te quiero mami"

Me costó volver al pueblo,aunque sólo fuera a pasar las fiestas,  mi madre había empeorado, mi padre ¡¡ays mi padre!! por fin parecía que volvía a hablarme con calor, lo sentí cuando por teléfono me dijo: "¿Vendrás para las fiestas, mi niña?". Sentí un nudo que ascendía por mi estómago hasta la garganta, las lágrimas explotaron en mis ojos como fuegos artificiales en la noche de fin de año, sólo pude susurrar un "sí, papa" que aún flotaba en el aire cuando colgué el teléfono.

Sentí un vértigo cuando bajé del autobús, sabía que habría miradas que esconderían "mira esta, la que se fue tan feliz, y ahora vuelve con el rabo entre las piernas, divorciada sin más". Intenté que no me dolieran, fingí no verlas, actué con una sonrisa convincente para aquellos que se acercaron para decirme que lo sentían y abracé a mis amigas que nunca me dieron la espalda.
Fue como un dejà vú, volver a la casa vieja de la infancia, al brasero y al tapete de ganchillo, al olor de la cocina de carbón, como si nada hubiera pasado, como si el tiempo se hubiera detenido, como si todo el pasado fuera un extraño sueño que se rompería en mil añicos en cuanto abriera los ojos.
Mi padre me esperaba, mucho más viejo y cansado de lo que recordaba, no puede evitar llorar, cuando me abrazó, y enredó
sus dedos en mi pelo como solía hacerlo.. ¿mil años atrás?. Mi madre sentada en una silla esperaba su turno cuando su nieto se abalanzó sobre ella ¡abuela, abuela!.

Aquella noche, cuando me metía en la cama que habían calentado con aquellas bolsas de agua, cerré los ojos y volví a ver las estrellas, a oír las risas de unas niñas que jugaban a las cocinitas y que hablaban de lo que serían de mayor.

Aquella noche hice las paces con la vida, aquella noche, empecé a vivir.

4 comentarios:

Anónimo dijo...


"Tu vida es ahora un lienzo blanco, dibujale el paisaje que tu quieras, no vuelvas la mirada, detras no queda nada, en tu mundo se acabaron las fronteras."

Besitos

Verónica Calvo dijo...

Solo cuando nos reconciliamos con el pasado empezamos a vivir una vida plena y en paz.

Saludos

Migue dijo...

La historia, es parte de una vida que se lanzo a ella antes de tiempo. Lo mejor comienza ahora,luego de hacer las paces con el pasado.Pensando en el presente y en un hermoso futuro a edificar, como el artesano talla la madera para hacer su obra.

Un abrazo Nicolás

Anónimo dijo...

Es un lujo tomar una cerveza acompañada de tus relatos! Me despiertas muchos sentimientos y sensaciones.

Un placer Nicolás.

Besos. "Tormento"