lunes, mayo 14, 2012

El árbol de la lluvia


El árbol de la lluvia


Vivía en una aldea, en el centro de África. Donde nunca llovía y cuando digo nunca, es ningún día del año.
Había árboles y vegetación, por que por debajo de aquellas tierras  existía un gran acuífero.
Pero nadie conocía lo que eran las nubes, ni como de ellas caían gotas de agua.

Era un chico pequeño al que le encantaba jugar, nunca tenía suficiente y en su afán por la aventura llegaba a desobedecer a sus padres.
Tanto fue así que un día se alejó de la aldea y se perdió. Estuvo dando vueltas hasta que cayó la noche y bajo un baobab se durmió.
Cuando despertó unos ojos le miraban fijamente, su rostro pintado de blanco y rojo le indicaba que no era de su tribu no tó como le
agarraba y se lo llevaba.

Anduvieron muchos días, por la noche descansaban. Al final tras cruzar unas montañas, llegaron a un poblado.
Este era muy diferente al suyo, las chozas no estaban desperdigadas sino que formaban un círculo.
Dormía en una choza junto al hombre que lo había traído, no hablaban su lengua y sólo se podían comunicar por signos.
Le trataban como uno más, pero él no se sentía de allí, deseaba salir y volver a su aldea.

Un día una nube tapó el sol, y después llego una más, y otra y otra hasta que el cielo se oscureció y empezó a llover.
El muchacho miraba extrañado el agua que caía y presa de miedo corrió hasta la choza a refugiarse.
El hombre llegó y con sus manos le explicó lo que era la lluvia, que esta sólo era agua que caía de las nubes y las nubes
eran como la lana de las ovejas que flotaban en el cielo.

El niño pensó que su sueño sería llevar la lluvia a su aldea, lo primero que tendría que hacer era cazar una de esas nubes.
Al día siguiente en un descuido se escapó. Miró al cielo y pensó: "He de ir hacía las montañas, la más alta que pueda para capturar las nubes"

Consigo llevaba algo de comida, y un recipiente de caña trenzada donde pensaba meter las nubes.
Tardó tres y tres noches en alcanzar la cima de la montaña, "estoy persiguiendo un sueño", se decía, y pensaba en la cara de asombro
que pondría en la aldea al ver la lluvia.
En el cuarto día una densa niebla cubría la cima de la montaña.
- Estas deben ser las nubes.- se dijo.

Abrió la cesta y giró sobre si mismo con ella abierta como si estuviera cazando mariposas, con rapidez volvió a cerrarla.
Una vez que se cercionó que la cesta estaba bien cerrada, empezó a bajar de la montaña.

- Tengo que llegar a mi aldea y enseñar las nubes, quiero que mi sueño se convierta en realidad, y que vean la lluvia.

Por fin tras un largo y duro camino encontró el camino de regreso.
Nadie creía que siguiera vivo después de tanto tiempo y aunque sus padres le regañaron era más fuerte la alegría de verlo vivo de nuevo.
Al día siguiente anunció al poblado que quería enseñarles algo nuevo que había visto en su viaje.  Su sueño estaba a punto de cumplirse.
Alzó los brazos, abrió la cesta y...

Todos esperaban pero no paso nada, un momento , otro y nada.
Algunos comenzaron a reírse, otros se marcharon.
Él cerro su cesta y huyó corriendo.

No puede ser mi sueño no puede desaparecer, si había atrapado a las nubes.
Se pasó toda la mañana pensando en las nubes y en la lluvia hasta que se le ocurrió una idea.

Dos días después volvió a reunir al poblado, los llevo hasta un pequeño baobab.

- Os he traído aquí por tenía el sueño de mostraros las nubes y la lluvia, a veces los deseos los sueños no se cumplen cuando nosotros
queremos o no son de la forma que desearíamos, pero no por ello hay que dejarlo atrás. Mi sueño se ha convertido en el
"árbol de la lluvia", y es mi sueño para todos vosotros.

Y tiró de una liana.
De pronto del árbol empezó a caer una fina lluvia, de alguna manera parecía que estuviera lloviendo, incluso alguno diría que el árbol lloraba.

Toda la gente se puso debajo dejándose empapar.
Todos menos uno, el brujo de la tribu.

El brujo de la tribu se acercó al muchacho.

- ¿Es eso la lluvia?
- No pero es lo más parecido que he podido lograr. Fue simple cogí varios recipientes los llene de agua e hice unos pequeños orificios, luego
los fui atando uno a uno de tal manera que cuando tirara de esta liana se volcara, el agua saldría por los pequeños agujeros y sería como una pequeña lluvia.

Desde aquel día aquel baobab se llamó "el árbol de la lluvia"

2 comentarios:

Laira dijo...

Luchando por cumplir un sueño, por mostrar lo nuevo a su tribu.
Y ¡oye! ¡qué bien vendría un árbol de la lluvia en días calurosos...
Besos.

Marisa Garrido dijo...

Los sueños que no se guardan debajo de una roca, los sueños que se expresan y se lucha por ellos, son los mejores a la hora de conseguirlos. Una historia genial para acompañar a un día de lluvia.

Besos