Simplemente era una manía de hacía tiempo, la forma que tenía de evitar miradas y preguntas.
Cogi la cucharilla, di varias vueltas al café, un cortado con unas gotitas de leche desnatada, y me lo lleve a los labios.
Fue entonces cuando le vi.
Hice fuerzas para que la taza no se me escapara de las manos, recordé el sonido sordo de los golpes, y como el dolor llegaba en oleadas.
Volví a oir los sollozos, las súplicas, los perdones, los no lo volveré a hacer... hasta la siguiente vez.
Cuando se giró para pedir al camarero, puede ver que estaba con otra chica. Llevaba unas gafas de sol, como yo solía llevar, temblaba como yo solía temblar, y él le apretaba la mano, como solía hacerme a mi.
Todo ocurrió muy rápido, me puse en pie, me acerqué a la mesa y cuando él levantó la mirada...
No le dió tiempo a decir nada, mi mano se estrelló contra su cara, mientras con la otra agarraba a la chica y la sacaba de allí.
Unas pocas palabras bastaron.
Nunca más volví a aquel café.
Ella nunca más volvió con él.
4 comentarios:
Vibrante y emocionante. Puedo asegurarte que me has trasmitido esa adrenalina que recorrió su cuerpo y la furia al darle la bofetada.
Un beso.
Puede ser una escena tan real. Aplaudo por la protagonista de este relato, hay que ser muy fuerte para conseguir escapar de las garras de "seres" así.
Me alegro que hayas escrito.
Besitos.Te espero en mi blog con un café, pero ningún tortazo.
Tu pluma se desliza de manera excelente ubicándonos en la escena del relato.A los hombres golpeadores habría que cortarles algo más que la libertad.
Un abrazo desde Argentina Nico.
Rosi
Eso intentaba, transmitir la impotencia y la rabia que provoca esta gente
Laira
gracias por la visita, iré con un café cargadito por que me gustan tus letras
Migue
Amigo Migue, comparto tus palabras, qué cobardía... un abrazo desde este rincón espero que todo te vaya lindo
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