martes, agosto 28, 2007

Guerra

La noche se desliza en una lenta agonía, parece que el tiempo se deleita cuando a uno le es imposible dormir. Tumbado contra la pared, inmerso en la oscuridad, siento que donde debería estar mi pecho hay un profundo agujero negro que se lleva toda mi respiración y me ahoga, intento asomarme a él, pero me vence el vértigo, solo hay un gran vacio donde antes habia músculos y órganos.

La mina ha estallado con todo su poder devastador.
Así es la guerra, a veces se ve desde lejos y parece tan aséptica que no nos afecta, pero cuando uno entra en el campo de batalla, todo cambia, miradas perdidas, estrategias, vencedores y vencidos, compañeros perdidos en el fragor de la batalla, amistades que surgen y al dia siguiente desaparecen.

Yazco aqui, en la noche, con las sombras corriendo tras de mi, puedo ir sus carcajadas, a la espera de lanzarse sobre lo que quede.
Mientras las sensaciones se ahogan en mi garganta, siento flotar lo sueños de niño a mi alrededor. Un día los abandoné, como hace casi todo el mundo, por otros sueños más falsos e irreales llenos de una felicidad vacua.
¿Dónde estaran los bosques por los que corría mi corazón sobre la hierba mojada detrás de hadas que revoloteaban como luciernagas? Aquellos gnomos que salian a contarme historias al anochecer en playas de arena suave, trolls que jugaban a asustarme... "hay un monstruo en mi armario, debajo de mi cama..." Sirenas y delfines, águilas que me transportaban a otros mundos donde aún quedaban piratas, emborrachandose de ron en la taberna de un puerto perdido, mientras su barco se resquebrajaba de viejo.
Cielos de dos lunas, que iluminaban de colores nunca vistos aquellas noches estrelladas.
Todos aquellos sueños se perdieron en la lluvia del tiempo.

Y ahora, en esta noche amarga como la hiel, mi agujero se acrecienta como esos agujeros negros del espacio que devoran toda la energía a su paso, tragandose hasta el mas pequeño haz de luz.

Me ahoga esta sensación, y a veces,, solo a veces me atrae el dulce sabor de la muerte, como si fuera el único y último tren que pudiera sacarme de aquí.

¡Qué lejos me sentía yo de esta maldita guerra! Sufrí una y no quise volver a ella, pero ¡ay! destino cruel el de los hombres que se obzecan en volver por sus pasos, en desear aquello que puede hacer tanto daño como procurar una felicidad inmensa.

Y ahora aqui tendido me teneís, herido de muerte, de esta guerra, una guerra que no tiene ni principio ni final, y que más tarde o más temprano se cobra sus víctimas, aunque digan que aquellos que la sobreviven son eternamente felices.
Yo he caido, sencillamente por mi propia estupidez, arrogancia de los que se creen inmortales, sin saber que el camino está plagado de minas tan fáciles de activar que sólo con mirarlas pueden estallar.

Quizas sea el destino, el que me haya traido hasta aqui, con su ciega sabiduria para mostrarme el abismo negro que se abre en mi pecho.

Ahora solo el tiempo maneja los hilos del destino, como si fuera Gepetto manejando a Pinocho, marionetas en sus manos.

Cierro los ojos anegados en lágrimas, mientras la noche se desliza en su lenta agonía.

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